La vigorexia o dismorfia muscular es un trastorno psicológico asociado con una distorsión de la percepción corporal, que se caracteriza por cambios importantes en el comportamiento de las personas, como la obsesión por realizar actividad física excesiva, tener dietas radicales y abusar de los suplementos alimenticios, todo con el fin de desarrollar masa muscular a niveles enfermizos sin medir las consecuencias. En este artículo exponemos que la vigorexia es una adicción que parece buena, pero finalmente es un mal hábito.
Autopercepción: ¿Cómo nos vemos?
La imagen corporal se conceptualiza como una construcción multidimensional que representa cómo los individuos piensan, sienten y se comportan a partir de sus atributos físicos. Las sociedades contemporáneas, especialmente las occidentales, se han preocupado demasiado por los estándares de belleza en los que delimitan un cuerpo hermoso, por la extrema delgadez en las mujeres y gran musculatura en los hombres. Como resultado, la insatisfacción de la imagen corporal afecta negativamente el estilo de vida de las personas, específicamente el comportamiento psicosocial, la autoestima y la alimentación. Ciertos atributos físicos como un abdomen marcado, brazos musculosos y pectorales desarrollados, son catalogados como sinónimo de belleza, debido a lo que se proyecta en los diversos medios de comunicación.
Entre las principales razones que argumentan las personas que padecen este trastorno son la estética, el aumentar la autoestima, el deseo de ser físicamente más fuerte y por salud. Los individuos recurren a ejercicios físicos excesivos, dietas extremas, uso de diuréticos, laxantes, esteroides anabólicos, entre otros recursos con el fin de lograr una satisfacción positiva de su imagen corporal.
En consecuencia, estas acciones compulsivas pueden desencadenar diversos trastornos como la bulimia, anorexia y vigorexia, este último es el diagnóstico de una errónea autopercepción. Según estudios en diferentes países, la vigorexia afecta principalmente al género masculino, mientras que, en mujeres existe mayor prevalencia de trastornos alimenticios como bulimia y anorexia. La distorsión de la imagen del cuerpo es el resultado de los estándares de belleza dictados por los medios de comunicación, redes sociales, personajes de películas de cine como el dios del trueno Thor, Capitán América o Superman, también deportistas de alto rendimiento como Cristiano Ronaldo, Michael Phelps o Floy Maywether, son algunos de los ejemplos que siguen las personas con este trastorno. Sin embargo, la mayoría de estos personajes cuentan con la supervisión de especialistas que los asesoran para lograr los resultados deseados. La preocupación por un cuerpo perfecto con respecto a la estética, se populariza y trivializa a nivel global llevando estereotipos a países o regiones que a menudo no coinciden con las características morfológicas de alguna etnia o grupo en particular.
Malos hábitos
Regularmente los individuos físicamente activos con dismorfia muscular no incluyen en sus dietas una planeación adecuada o supervisión de profesionales de la salud, en este caso, un nutriólogo o un activador físico. Comúnmente, la auto planeación de su alimentación incluye altas cantidades de proteína y bajas cantidades de grasas, al grado de obsesionarse con eliminar completamente las grasas de sus dietas sin medir las consecuencias. Aunado a esto, personas con este trastorno, regularmente agregan suplementos alimenticios para reducir la grasa corporal, estos recomendados principalmente por amigos, entrenadores de gimnasios y vendedores que solo piensan en sus intereses personales. Esto puede llegar a producir enfermedades graves, e incluso, la muerte de los consumidores. Tal es el caso de la fisicoculturista Meegan Heffoor, quien murió a causa del consumo excesivo de batidos de proteína, resultado de una gran acumulación de urea que su cuerpo no logró desechar.
Otro hábito común en personas con este problema, es el uso desmedido de esteroides anabólicos, ante la desesperación por obtener un cuerpo musculoso a corto plazo, haciendo de lado dietas balanceadas y el ejercicio regular, pues consideran que la ayuda de anabólicos es más eficaz para lograr su objetivo. Existen diversos compuestos anabólicos, algunos de los cuales son muy utilizados para este fin, incluso los prescritos para uso animal como el producto veterinario cuyo componente principal es el la hormona testosterona. Este último es muy accesible en cuanto al costo, razón por la que su uso se ha incrementado en los últimos años.
Por si fuera poco, muchas personas combinan suplementos alimenticios con anabólicos, incrementando el riesgo de daño al organismo. Entre los principales problemas que enfrentan son: incremento de la presión sanguínea, arritmias cardiacas, crecimiento del corazón por deformación del músculo cardiaco, insomnio, irritabilidad, agitación y alteración en la coordinación motora. Cabe mencionar, que el consumo inadecuado también puede ocasionar efectos secundarios como la adicción, la ansiedad y trastornos psicológicos, que puede desencadenar en el suicidio.
Por lo tanto, personas con este tipo de trastorno deben buscar ayuda profesional tanto psicológica, nutricional y de acondicionamiento físico para mejorar su estilo de vida y evitar fatalidades. Un buen plan alimenticio donde se controle la ingesta de macro y micronutrientes considerando la antropometría del individuo, el funcionamiento del proceso digestivo y la desintoxicación del hígado, podría coadyuvar a lograr buenos resultados sin perjudicar la salud.
Ejercicio excesivo
Si bien hacer ejercicio regularmente es bueno para la salud, realizarlo en exceso puede ser perjudicial. Entre los efectos adversos se incluyen: lesiones musculares, daño en articulaciones y ligamentos, desnutrición, estrés a nivel celular y problemas cardiacos.
Uno de los síndromes más extremos por el abuso del ejercicio es la rabdomiólisis, que consiste en el rompimiento de algún músculo, y que en el caso de las personas con este trastorno, se produce por el ejercicio extremo y se acompaña de una mala nutrición y nulos periodos de descanso, lo que evita la renovación de los tejidos. Este padecimiento causa necrosis del músculo esquelético, liberando grandes cantidades de mioglobina que a través de la sangre viajan a los riñones, lo que puede detonar en insuficiencia renal aguda. Entre los síntomas característicos están el cambio de color en la orina (oscuro), dolores musculares intensos y estados de confusión. Por lo tanto, es importante tomar en cuenta las señales que el propio cuerpo expresa, como dolores en hombros y rodillas asociados con desgaste en las articulaciones, siendo estos los primeros síntomas que se deben atender para evitar un daño irreversible.
Como ya se mencionó, las personas con vigorexia sufren distorsión de su imagen y, en la mayoría de los casos, solo se enfocan en trabajar cierta parte de su cuerpo, pasando de lo estético a lo grotesco, tal es el caso de quienes desean tener los músculos de Popeye, este personaje con un abultado desarrollo de sus brazos, arriesgando con ello la pérdida de sus extremidades. En el aspecto físico también se debe llevar un planeamiento de entrenamiento, donde se alterne rutinas de fuerza, cardio o rutinas aeróbicas y de relajación o descanso.
¿Cómo saber si el ejercicio es excesivo?
«Si no duele no sirve», es una frase muy común en los gimnasios que lleva a las personas a su límite, realizando el ejercicio en forma compulsiva que luego se convierte en adicción cuando las horas de entrenamiento afectan las relaciones personales, es decir, pasar horas en el gimnasio en lugar de atender cuestiones como trabajo, escuela o relación de pareja. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), es recomendable realizar como mínimo 150 minutos semanales de ejercicio, es decir, de 20 a 30 minutos al día alternando la intensidad física, de baja, moderada y alta para obtener resultados positivos a la salud, además, se recomienda una dieta balanceada y asesoramiento profesional. Si haces más ejercicio de lo que la OMS prescribe, ¡cuidado, puedes sufrir vigorexia!
Para Saber Más:
Behar R. y Molinari D. (2010). Dismorfia muscular, imagen corporal y conductas alimentarias en dos poblaciones masculinas. Rev. Med. Chil., 138(11):1386-1394. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872010001200007
Muñoz Sánchez R. y Martínez Moreno A. (2007). Ortorexia y vigorexia: ¿nuevos trastornos de la conducta alimentaria?. Trastornos de la Conducta Alimentaria, 5:457-482.
https://www.tcasevilla.com/archivos/ortorexia_y_vigorexia.pdf
Hernández-Rodríguez J. y Licea-Puig M.E. (2016) Algunos aspectos de interés sobre la vigorexia. Revista Cubana de Medicina General Integral. 32(3):1-12.
http://scielo.sld.cu/pdf/mgi/v32n3/mgi13316.pdf
Luis Alberto Sánchez Briones, estudiante del Programa de Doctorado Institucional en Ciencias Biológicas en la Opción Biología Experimental, del Instituto de Investigaciones Químico Biológicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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Elizabeth Sánchez Duarte, Profesor Asociado A T.C. en el Departamento de Ciencias Aplicadas al Trabajo de la Universidad de Guanajuato, Campus León.
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