Doralía, productora de maíz en Unión de Tula mostrando sus productos artesanales. Fotografía: N. Helen Juárez.
Las medidas de confinamiento tomadas en nuestro país a finales de marzo de 2020 por la llegada del SARS CoV-2 a Jalisco, cambiaron nuestra cotidianeidad de forma radical. En este sentido, en el presente artículo te contamos sobre la forma en que pequeños agricultores que están produciendo alimentos sin agroquímicos, vivieron y enfrentaron las medidas de aislamiento social. Para ello, charlamos con algunos productores y productoras del Sur y Costa Sur de Jalisco, quienes nos compartieron sus experiencias.
Grupo «Color de la Tierra»
Color de la Tierra es el nombre que utiliza un grupo de mujeres y hombres indígenas de Cuzalapa, Municipio de Cuautitlán, Jalisco. El grupo produce, transforma y comercializa café, un cultivo que la comunidad asocia a sus antepasados y a su memoria. Con el inicio de la pandemia, la situación cotidiana no cambió, pues «La Casona» —lugar donde procesan y comercializan su café y otros productos—, se mantuvo abierta, por lo tanto, las ventas continuaron. Fue a partir de abril, previo a la semana santa —época en que hay mayor flujo de visitantes—, que decidieron cerrar el local para evitar el contagio de las mujeres del grupo con mayor riesgo por sus enfermedades o su edad.
Al cerrar su espacio de comercialización, se encontraron con que sus clientes seguían buscando sus productos, así que una vecina que cuenta con una tiendita de ropa de manta bordada por ella misma, se ofreció a ayudar con la venta de su café. Por otra parte, siguieron atendiendo pedidos de clientes foráneos. Los miembros del grupo más jóvenes y sanos fueron quienes sacaron adelante los pedidos para que las mujeres mayores no se arriesgaran.
¿Qué pasó con los miembros del grupo durante este tiempo en el que los ingresos y el trabajo disminuyeron? «No fue tan malo cerrar», menciona una de las mujeres, «tuve tiempo para visitar a mi familia». Mientras que la persona que se dedica al tostado del café mencionó: «yo venía, tostaba el café y me iba, tuve mucho tiempo para hacer otras cosas que antes no me daba tiempo». Otras comentaron que le echaron más ganas a sus huertos de traspatio. Así mismo, retomaron remedios tradicionales para enfrentar los contagios y disminuir los síntomas adversos. Una de ellas nos comentaba: «la peste inicio en el pueblo de al lado y se vino a Cuzalapa, muchos se enfermaron, pero la mayoría salieron bien, yo me contagié, ni supe cómo, pero en mi familia salimos bien».
Marina del Grupo Color de la Tierra, mostrando a una visitante como se seca el café. Fotografía: N. Helen Juárez.
Grupo «Esperanza de Vida»
Esperanza de Vida es un grupo constituido por mujeres formado desde 1991 en la localidad de Tapalpa, dedicadas a la producción de tinturas homeopáticas y pasta de trigo artesanal. Tapalpa es considerado «Pueblo Mágico» por su belleza arquitectónica y sus increíbles paisajes boscosos. La economía de este poblado depende en buena medida del turismo, razón por la cual, para el grupo Esperanza de Vida, así como para otros pequeños productores y artesanos del municipio, el cierre de sus espacios de comercialización y el cese de la entrada de turismo, representó una importante disminución en su economía. Para el grupo, esta fue una oportunidad de retomar su huerta, uno de los proyectos que por falta de tiempo no se había concretado anteriormente. Según nos comentan, al no tener que dedicar tiempo a la producción y comercialización de sus productos, han podido destinar mayor tiempo y esfuerzo para la producción de alimentos.
Dedicarse a trabajar más en su huerto, les ha traído varias cosechas de hortalizas que consideran les han ayudado a mitigar los efectos de la falta de ingreso económico. El trueque y la colaboración entre miembros del grupo, son prácticas que se realizaron con mayor frecuencia. Por otra parte, han notado que, además de los turistas, los consumidores locales han buscado más los productos que se comercializan en el tianguis solidario, una iniciativa donde participa el grupo Esperanza de Vida, pero que además, está integrada por productores locales que ofrecen sus productos artesanales cada sábado por la mañana en la zona centro.
Productores de melón en la Ciénega
La Ciénega forma parte del Municipio de El Limón, donde hace más de dos décadas a partir del mes de diciembre y finales de mayo se siembra melón. Este año la cosecha de este cultivo coincidió con la declaración mundial de la pandemia y la implementación de las medidas de confinamiento. En marzo, los productores tenían la inquietud de que durante la cosecha se cerraran los mercados locales y del Estado; sin embargo, Octavio comenta: «iniciamos la cosecha vendiendo todo y a muy buen precio, pero una semana después para inicio del mes de abril nos habló el comprador, dijo que no cosecháramos melón porque había tenido problemas para venderlo, nos comentó que en los municipios en donde comercializaba el melón no lo habían dejado vender por las calles, con el argumento de que se le amontonaba la gente». Este hecho obligó a los productores a la búsqueda de distintas opciones para la comercialización, ya que el melón es un fruto que requiere ser cosechado a diario.
La solución fue dejar una parte del melón en casa y avisar a la gente del pueblo, y otra, ofrecerla en las tiendas del municipio. La sorpresa fue que, todo el melón se vendió en los siguientes días. Mientras la producción seguía en aumento, se estuvo realizando el mismo proceso, además, se recurrió a clientes que en años anteriores habían comercializado el melón en la región, quienes aceptaron con gusto. Otro de los productores comentó: «resultó muy favorable, teníamos años que no nos iba tan bien», en clara referencia a la situación económica. Pero dice: «no hay mal que por bien no venga, nos dimos cuenta que la venta en lo local deja un mejor precio para nosotros y también para el consumidor».
Tianguis de productores en Tapalpa. Fotografía: N. Helen Juárez.
Una familia emprendedora
Unión de Tula es uno de los municipios de Jalisco reconocido por su amplia tradición en la producción maicera y forrajera. Aquí se encuentra una de las familias pioneras en la implementación de técnicas para dejar de utilizar agroquímicos, así como en la siembra y transformación del maíz, el cual desde hace años es comercializado como tostadas, así mismo, produce galletas de cereales y gorditas de maíz. «Durante la contingencia nos mantuvimos de la venta local de nuestros productos» comenta Doralía, ya que, mientras las tiendas de sus clientes en Guadalajara estaban cerradas, o frente a la dificultad de enviar su producto, continúo la venta en las tiendas cercanas donde distribuye sus tostadas. Aunque las ventas bajaron fuera del municipio, comentan que, pese a la contingencia, «siempre se vendía algo con los clientes locales».
Regresando a lo local como alternativa para la comercialización
La situación de contingencia permitió que diversas iniciativas de producción de pequeña escala, revalorizaran a los consumidores locales como una alternativa para una comercialización. Como señaló uno de los productores: «estábamos mal acostumbrados, la pandemia nos hizo reaccionar, nos movimos a buscar en dónde vender o perdíamos todo». La venta en la localidad permitió que los productores se percataran de que no es necesario mandar toda su cosecha fuera y a bajo costo. En una situación de emergencia, se puede ganar bien, comercializando directamente a los vecinos y en la localidad en donde, con sorpresa, encuentran que sus productos son cada vez más valorados, ya que, por su forma de producción son «más saludables».
Los pedidos vía telefónica, el trueque, la elaboración de canastas, las compras a domicilio, el apoyo de otras personas para promover sus productos, e incluso, la posibilidad de incursionar en el mundo de las ventas por internet, son horizontes que ya no se ven tan lejanos. La vida tiene sentido y esperanza para estas iniciativas después de años de ser incomprendidos por implementar una forma de producción alternativa a la producción con agroquímicos. La pandemia ha permitido que la calidad de sus productos sea revalorada gracias a una creciente preocupación por mantener una buena alimentación en zonas rurales.
Figueroa P., Gerritsen P., Villalvazo V. y Cruz G. (2005). «Articulando la sostenibilidad ecológica, económica y social: el caso del cacahuate orgánico». Economía, Sociedad y Territorio, 19:477-497.
https://est.cmq.edu.mx/index.php/est/article/view/291/296
Juárez N. H. (2019). «Reconfiguración agroecológica en Jalisco: Estrategias para reactivar la soberanía alimentaria y las economías locales». Brazilian Journal of Development, 6:107-6121.
https://doi.org/10.34117/bjdv5n6-121
Juárez N. H. y Housni F. (2018). «La tierra lo está agradeciendo. Una familia pionera en el proceso de reconfiguración agroecológica del cultivo de caña en el valle de Autlán». Cambio Socio Territorial y Desarrollo Local. Tuxtla Gutiérrez, Colofón, pp. 147-170.
Letra Fría. (2020). “Los campesinos no se pueden “quedar en casa” (Reportaje). https://letrafria.com/los-campesinos-no-se-pueden-quedar-en-casa-especiallf/
Dra. Norma Helen Juárez, Profesor Investigador, Centro de Investigación en Territorio y Ruralidad del Centro Universitario del Sur, Universidad de Guadalajara.
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Mtro. Pedro Figueroa Bautista, Profesor Investigador, Centro Universitario de la Costa Sur
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