La automedicación es una práctica común en México, si nos sentimos enfermos intentamos de todo antes de acudir al médico y también lo aplicamos a la mascota en casa, que siempre obediente toma lo que le damos, colocándola entre la cura y un daño mayor.
Es cierto que la mayoría de los medicamentos que usamos han sido probados en animales y compartimos la mayoría de las características anatómicas y fisiológicas, pero existen diferencias en el metabolismo de éstos entre especies, haciendo que el uso de ciertos medicamentos esté restringido o prohibido en el caso de nuestras mascotas.
Por desgracia, la situación económica no siempre permite acudir al veterinario cuando nuestras mascotas lo requieren. Sin embargo, el conocimiento de aquellos medicamentos que ponen en riesgo su salud debería estar al alcance de cualquier amo responsable como parte de una educación en el respeto a la vida animal.
¿Quién no llegó a pensar que los perros de la calle poseen un supersistema inmunológico a prueba de todo, capaz de superar hasta la dieta a base de piedritas y bolsas? No hay nada más falso. Resulta que ese perrito de la calle es el último de una camada de 11 cachorros que fueron sucumbiendo a un sinfín de afecciones y que no tendrá una vida muy larga. Muy triste, pero es una muestra de la verdadera vulnerabilidad de estos animales, realidad que pocos conocen.
Conociendo su fragilidad, como dueños responsables, nos toca conocer y evitar fármacos y situaciones que amenacen su salud, provocando un daño que no veremos hasta que sea muy tarde, disminuyendo su calidad y expectativa de vida.
En una medicación mal llevada, los principales actores son el daño renal y el hepático, sin contar defectos en el crecimiento óseo, daño gastrointestinal, pancreático, ocular, etc. De estos uno que ha cobrado importancia en la medicina veterinaria es la insuficiencia renal crónica (IRC) en perros y gatos, como consecuencia de tratamientos a lo largo de su vida.
Se sabe que en Estados Unidos uno de cada tres gatos y uno de cada cinco perros geriátricos padecen IRC; en nuestro país no contamos con datos exactos, pero se identifican como factores de riesgo enfermedades gastrointestinales, cardiacas y tratamientos farmacológicos previos. Esto último no tiene razón de ser; todo paciente es medicado para mejorar su salud y calidad de vida. Claro que todo fármaco tiene cierto daño colateral, pero utilizando dosis exactas para cada pacientito y conociendo las contraindicaciones, reducimos al mínimo la posibilidad de ocasionar un daño mayor a largo plazo.
Revisemos los fármacos más comunes asociados con daño al riñón o nefrotóxicos. Los casos más frecuentes de intoxicación por medicación inadecuada son por antiinflamatorios no esteroidales (AINEs). Estos nobles y benéficos fármacos son utilizados en medicina humana para tratar un sinfín de dolores; en medicina veterinaria también se usan, pero con bastantes restricciones. Tal es el caso del paracetamol, el elíxir del sector salud, el cual es muy utilizado por todos nosotros y en ocasiones, hasta nuestras mascotas alcanzan una que otra tableta. El paracetamol, como antiinflamatorio en perros, debe ser usado con cautela a dosis mínimas por su toxicidad y en gatos no debe ser utilizado. Su toxicidad se debe a que perros y gatos poseen bajos niveles de ciertas enzimas, que transforman al paracetamol para después desecharlo. Como resultado, el paracetamol no se elimina adecuadamente y produce metabolitos tóxicos que provocan úlceras en aparato digestivo, dañan las células sanguíneas y por último, los riñones.
El ácido acetilsalícilico o aspirina, es el AINE más empleado en medicina humana, por lo que muchos propietarios lo dan a sus mascotas. Por desgracia, las dosis terapéuticas y tóxicas están muy próximas. Su toxicidad tiene un origen muy similar a la del paracetamol: el ácido acetilsalicílico se absorbe en el estómago e intestino y la intoxicación se observa dentro de las siguientes 4 horas, provocando daño en aparato digestivo con úlceras gástricas, además de hepatitis, anemia, afecta la coagulación, provoca convulsiones, daño renal y coma.
En general, todos los AINEs son potencialmente nefrotóxicos en perros y gatos. El diclofenaco, ketorolaco, piroxicam, metamizol, ibuprofeno, ketoprofeno y naproxeno son algunos. Pero tenemos alternativas para tratar el dolor. El meloxicam, nimesulida, carprofeno y flunixin-meglumina son usados en dosis bajas, calculadas de acuerdo al peso de cada animal y bajo supervisión veterinaria.
Incluso los antibióticos mal empleados llegan a dañar, entre otros órganos, a los riñones. La gentamicina, neomicina, estreptomicina, amikacina, ciprofloxacino, enrofloxacina, cefalotina, sulfametoxazol/trimetoprim, oxitetraciclina, penicilina, polimixina, vancomicina, y otros, de forma prolongada y sin cálculo preciso de la dosis, son considerados nefrotóxicos en perros y gatos.
También encontramos agentes usados en infecciones por hongos, como la anfotericina B, agentes de quimioterapia, agentes de contraste para radiología, los cuales pueden desencadenar una serie de mecanismos en el riñón que culminan en IRC años después de su uso.
Existen productos químicos que todos evitamos por considerarlos riesgosos para nuestra salud y la de nuestras mascotas, como los pesticidas, herbicidas, solventes, venenos de todo tipo y fertilizantes. Pero encontramos algunos productos que pocos pensarían son dañinos para perros y gatos, como la vitamina D3, uvas, setas, nueces, pasas, chocolate y cebolla. Increíble, ¿no? Supongo que más de alguno pensó en las pasitas con chocolate que le dio a su perro, en el rico hígado encebollado que le hicieron a “Fifí” o en el suplemento de calcio con vitamina D, que le sobró a la abuelita y se lo dio al perro.
Espero no haber desatado la paranoia en los propietarios de mascotas. No se trata de crear una burbuja a prueba de todo mal y peligro para nuestros perros y gatos, es cuestión de información y prevención.
Ahora poseen el conocimiento de aquellos fármacos que deben evitar y consultar la próxima vez que acudan con su mascota al veterinario. Sé de la limitación económica actual, pero cuando puedan ir al veterinario, cuestiónenlo y pídanle opciones farmacológicas para situaciones en las que no puedan acudir de inmediato a consulta.
La vida de estos animalitos se encuentra en nuestras manos, pues nosotros somos los responsables de tomar las decisiones, no ellos. Informándonos, las decisiones serán las correctas.
MVZ. Angélica Gutiérrez Cancino. Profesora de la Facultad Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
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