Las abejas son amigas ¡no les temas!

Escrito por Fernando Araujo-Mondragón y Rosario Redonda -Martínez

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En más de una ocasión hemos disfrutado el dulce sabor de la miel, quizás también nos percatamos de su aroma, color y consistencia. De igual forma, es probable que al ver una abeja que no puede emprender el vuelo, le acerquemos a una flor para que tome energía del néctar, o tal vez no, y somos de las personas que la vemos y corremos por el matamoscas o el insecticida para matarla porque «nos va a picar». Esto es en el mejor de los casos, porque en el peor, le dejamos caer todo el peso de nuestro zapato, disfrutando el aplastarla y alegrándonos de que no nos «haya picado».

Siendo realistas, ¡esto es una total contradicción! ¿Por qué ese miedo injustificado a las abejas si disfrutamos la dulzura de la miel de estos insectos?, ¿por qué hacer lo imposible por eliminarlas de nuestro jardín? La respuesta a estas interrogantes es muy simple, ¡es por ignorancia!, pues como dice el refrán «Solo pica la abeja a quien torpe la maneja».

Así que, el primer paso para reivindicar su importancia —la cual no consiste únicamente en elaborar la miel—, es adentrarnos a su entorno para saber qué hace cada una y por qué son imprescindibles para la vida en el planeta.

 

La organización de las abejas

Al igual que los humanos, la mayoría de las abejas son animales sociales, tal es el caso de las abejas europeas (Apis mellifera), que viven en colmenas con una estructura jerárquica, donde en una colonia se observan tres tipos de individuos, cada uno con características únicas. La reina, es la más grande de todas, mide de 20-25 mm y pesa de 180-300 mg, es la única abeja fértil de toda la colonia, pone unos dos mil huevos diarios en diferentes celdas para que se desarrollen las larvas. Como ocurre con las manadas de elefantes, donde mandan las hembras, en una colmena ocurre casi lo mismo. La reina no solo es la madre de todas las abejas que la integran, sino también la mandamás, de ahí el refrán «Miles de abejas hay en la colmena y obedecen todas a una sola reina».

Por otra parte están los zánganos, son los machos, miden de 15-17 mm y pesan de 220-250 mg, carecen de aguijón, no trabajan, su única función es aparearse con la reina para fecundar los huevos. Sin embargo, mueren al momento del apareamiento ya que parte de su aparato reproductor se desprende en el acto, los zánganos que no lograron aparearse deambulan en busca de reinas sin fecundar y quizás esta sea la raíz del dicho popular «¡Eres más vago que un zángano!».

Finalmente, están las obreras, son hembras estériles y las más pequeñas de toda la colonia con 12-14 mm de longitud y 90-100 mg de peso. Viven unos cuantos meses y realizan diversos trabajos, entre ellos: búsqueda de recursos, reparación y construcción de panales, cuidado de huevos y larvas, etc.

Las abejas obreras son las más abundantes y la columna vertebral de la colmena, pues realizan diversas funciones dependiendo de su edad. Inician limpiando las celdas donde se encuentran las crías, al mismo tiempo de brindarles calor; después de unos días, fungirán como nodrizas, es decir, cuidarán y alimentarán a las larvas. Como sucede hasta en las mejores familias, su alimentación dependerá del papel que tengan en la colmena, pues las futuras reinas son alimentadas solo con jalea real, mientras que las obreras y los zánganos con una mezcla de polen con miel diluida en agua, y solo una pequeña fracción de jalea real.

Con aproximadamente nueve días de edad, las obreras serán las encargadas de fabricar las celdas de los panales y su reparación, ya que su cuerpo comienza a producir laminillas de cera por medio de una glándula localizada en el abdomen. Para moldearla, usan sus patas y mandíbulas, creando así los tres tipos de celdas que se pueden presentar en un panal: el primer tipo de celda, y que constituye la mayoría, tienen forma hexagonal y 5 mm de largo, ahí se desarrollarán las futuras obreras, y también se almacenará miel y polen; el segundo corresponde a celdas de 7 mm largo, donde estarán los zánganos, estos dos tipos tendrán orientación horizontal y ocuparán la mayor superficie del panal; mientras que el tercero, corresponde a celdas reales donde se desarrollan las reinas, a diferencia de las anteriores, estas tienen forma de copa y se orientan verticalmente. Estas celdas están ubicadas principalmente en la periferia de los panales, solo se presentan cuando hay ausencia de reina en la colmena o en temporada de enjambrazón, es decir, la etapa de reproducción natural de las abejas.

Las abejas obreras también se encargan de almacenar el néctar, polen o propóleo que acarrean las forrajeras. En el caso del néctar, es regurgitado, y con su paso a través de la boca de varias abejas se añaden enzimas y pierde agua, concentrando los azúcares, de tal manera que la humedad en la miel sea mínima, por eso es el único alimento sin fecha de caducidad. En la mayoría de los casos, la miel pura se solidifica, pero al colocarla en baño María retomará su apariencia y espesura inicial.

 

La labor de las abejas

Una vez que conocen el funcionamiento interno de la colmena, cambian de misión y se convierten en guardias, teniendo como encomienda proteger el nido, ya sea de abejas pilladoras, personas u otros animales que intenten robar la miel o dañar a las crías, este dato es fundamental ya que las abejas no atacarán mientras no sean molestadas o se sientan amenazadas. Además, es importante saber que mientras se encuentran en la recolecta de recursos, rara vez actúan de forma agresiva.

Con entre 14 y 21 días de edad, inician labores de forrajeo o pecoreo, es decir, acarrean néctar, polen, propóleo y agua hacia la colmena. Es en esta época cuando aprenden a geolocalizar su nido, ya que deberán regresar al mismo tantas veces como se lo permita su existencia, de ahí el refrán «Siempre vuela la abeja a su colmena».

Una vez que han adquirido suficiente experiencia en la recolección de recursos, se vuelven exploradoras, como lo indica su nombre, son las encargadas de buscar manchones de vegetación con abundante flora melífera, es decir, aquellas plantas de las que obtendrán néctar, polen y propóleo. Cuando las encuentran, avisan a las forrajeras para que inicien con el acarreo de recursos nectaríferos y poliníferos, para lo cual, realizan danzas en las que emplean todo el cuerpo y las acompañan con zumbidos, cuya velocidad y orientación indica la distancia hacia la fuente de alimento.

Si se encuentran muy cerca (≤50 metros), danzarán en círculo, en caso de se ubique a una distancia superior (≥100 metros), entonces bailarán en forma de hoz. Para mostrar la dirección exacta entre la colmena y el área donde están las plantas melíferas, las abejas toman como referencia la salida y puesta del sol, es decir, los puntos cardinales este u oeste. De esta forma emplean un complejo y altamente efectivo sistema de posicionamiento global (GPS siglas en inglés de Global Positioning System) para localizar los recursos que son imprescindibles para mantener la colmena.

El tiempo promedio de vida de una abeja obrera es de 50 días, y durante su etapa como forrajera y exploradora, recorre alrededor de 40 kilómetros para recolectar néctar y polen de 7 000 flores en promedio, con lo que un apicultor obtiene una cucharada de miel. Para obtener un kilo, requerirá del trabajo de dos mil quinientas abejas, y que éstas visiten aproximadamente un millón y medio de flores.

 

¿Por qué deben ser nuestras amigas?

Después de conocer estos datos, es preciso valorar la vida de cada abeja. Como mencionamos al principio, su función no es únicamente producir miel, sino que nuestra vida depende de ellas en gran medida, y quizás te preguntes ¿Cómo es esto? Bueno, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), las abejas polinizan entre 70-85 % de las plantas cultivadas, cuyos frutos o semillas sirven de alimento al ser humano. ¿Te parece que ésta no es una razón suficiente para respetarlas y protegerlas?

Ayudar y proteger a las abejas es tarea de todos, será un buen comienzo realizar acciones tan simples como favorecer la siembra de policultivos y plantas nectaríferas o dejar crecer las plantas silvestres de la región en donde vivimos, ya que éstas son visitadas por las abejas.

 

No las molestemos y dejemos que hagan tan noble y vital trabajo, y si las consideramos nuestras amigas ¡estaría genial!

 

Araujo-Mondragón F. y Redonda-Martínez R. (2019). Flora melífera de la región centro-este del municipio de Pátzcuaro, Michoacán, México. Acta Botánica Mexicana, 126.

http://abm.ojs.inecol.mx/abm_act_3/index.php/abm/article/view/1444

 

Herrero-García F. (2004). Lo que usted debe saber sobre las abejas y la miel. España, Edición Caja España, 83 p.

http://www.saber.es/web/biblioteca/libros/las-abejas-y-la-miel/las-abejas-y-la-miel.pdf

 

Root A.I. (1984). ABC y XYZ de la Apicultura: Enciclopedia de la cría científica y práctica de las abejas. Buenos Aires, Hemisferio Sur S.A., 772 p. No tiene enlace para descargar.

 

Fernando Araujo-Mondragón, Apicultor e Ingeniero Ambiental egresado del Instituto Tecnológico Superior de Pátzcuaro. Pátzcuaro, Michoacán, México.

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Rosario Redonda-Martínez, Investigadora titular en el Instituto de Ecología, A.C. Red de Diversidad Biológica del Occidente Mexicano, Centro Regional del Bajío. Pátzcuaro, Michoacán, México.

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