En estos días, la preservación de la salud en relación a las enfermedades crónicas, representa un gran reto para la investigación. Actualmente, las enfermedades más comunes son las lideradas por la obesidad, la hipertensión, la diabetes mellitus y algunos tipos cáncer. En general, son el resultado de un desbalance metabólico y un daño oxidativo, que de forma crónica, dañan severamente los mecanismos de reparación en todos los sistemas y órganos del cuerpo humano, llegando estas enfermedades a perpetuarse en el organismo, y en muchas ocasiones, pasan desapercibidas hasta que la severidad las hace inminentes.
Poco se sabía de estas enfermedades hasta hace aproximadamente 40 años, cuando hubo un aumento de los casos debido a múltiples factores, algunos socioculturales debido a la apertura de los mercados, lo que propició un cambio hacia una cultura moderna consumista, favoreciendo el consumo de alimentos procesados y adoptando nuevas costumbres, que en cierta manera perpetuaron la presencia y la propagación de estas enfermedades.
Otros factores son: el sedentarismo, el tabaquismo, el alcoholismo, el estrés, la ansiedad y la alimentación en general. Este último punto resulta clave para entender muchas de las enfermedades que nos rodean, debido a que en los últimos años se ha tenido una mayor compresión a lo que Hipócrates proclamó 300 antes de nuestra era, en una frase célebre y muy conocida, pero muchas veces no tomada en cuenta “Que el alimento sea tu medicina” ¡frase que lo dice todo!
¿Y por qué es tan importante?
La humanidad ha sufrido grandes pérdidas ocasionadas por algo básico: la alimentación. Desde que el hombre se volvió sedentario, aproximadamente hace diez mil años, la alimentación se modificó y empezaron a desarrollarse enfermedades como consecuencia del hacinamiento y por las prácticas de higiene, o por la contaminación de los primeros cultivos con hongos o bacterias. En la edad media, persistía la escasez de alimento y en muchas ocasiones estaba contaminado con tóxicos ante la precariedad e inadecuado almacenamiento. Por lo cual, el ser humano desde tiempos ancestrales, ha tenido que buscar recursos naturales para sobrevivir a pesar de las enfermedades.
Al observar las cualidades y diferencias que hay entre los alimentos, éstos fueron de interés para la salud. En la época de los navíos del siglo XVIII, en Inglaterra se proclamó que todo barco debía llevar algún fruto o vegetal a bordo para no desarrollar escorbuto, enfermedad que ocasiona debilitamiento y caída de cabello, así como hemorragias en diferentes partes del cuerpo. Esto se sabía por las expediciones previas donde no incluían vegetales como parte de su alimentación, apareciendo el escorbuto por la deficiencia de vitamina C, un potente antioxidante naturalmente encontrado en frutas, verduras, hojas y plantas.
Esta vitamina, en conjunto con otros compuestos con ciertas propiedades medicinales, ahora llamados bioactivos, son sumamente importantes e indispensables para mantener una óptima salud. Un ejemplo son los que actualmente conocemos como polifenoles, y que en definitiva pueden ser un gran aliado de la salud, y lo mejor, es que muchos de éstos están en los alimentos que nos rodean.
Polifenoles: potentes antioxidantes
Los polifenoles son los antioxidantes más abundantes en la dieta, los más ampliamente estudiados y son el producto del metabolismo secundario de las plantas, siendo pigmentos naturales presentes en los vegetales, y en general, protegen al organismo del daño producido por agentes oxidantes, como los rayos ultravioleta, la contaminación ambiental y las sustancias tóxicas presentes en los alimentos. Existen alrededor de 500 tipos de polifenoles identificados en plantas; basados en su estructura se clasifican en cuatro grupos: ácidos fenólicos, estilbenos, ligninas y flavonoides.
Estos últimos, fueron descubiertos por el premio Nobel Szent-György, quien en 1930 aisló de la cáscara del limón una sustancia, la citrina, que regulaba la permeabilidad de los capilares. Los flavonoides se denominaron en un principio vitamina P por permeabilidad, y también vitamina C2 porque se comprobó que algunos flavonoides tenían propiedades similares a la vitamina C.
Existen alrededor de 5 000 tipos de flavonoides descritos a la fecha, y se estima que el humano promedio con una dieta variada, tiene un consumo actual de 23 miligramos por día, pero el ritmo de vida actual, la biodisponibilidad de estos compuestos, el ambiente dietético y cultural, aunado a otros factores como el estrés, la falta de actividad física y el consumo de cigarro y alcohol, aumentan las necesidades estos compuestos antioxidantes drásticamente, hasta en un 50 % más.
La comunidad científica está altamente interesada en el estudio de estos componentes por su potencial beneficio y su amplia distribución, tal es el caso de la curcumina, genisteína, resveratrol, kaempferol y quercetina. Este último ha causado gran relevancia en los últimos años, debido a los múltiples beneficios en torno al síndrome metabólico, el cual representa un gran porcentaje de las personas con obesidad, donde hay una alteración de la presión arterial, la glucosa y los lípidos.
La quercetina, un flavonoide importante para nuestra salud
En diversos estudios científicos, se ha comprobado que la quercetina tiene propiedades medicinales muy interesante, por ejemplo, reduce la presión arterial sistólica y el colesterol de baja densidad, entre otras, por lo que es considerada benéfica en individuos con obesidad. También actúa como un agente mediador de la inflamación, siendo este padecimiento el principal desencadenante de la disminución de la calidad de vida de las personas que la padecen, ahora denominadas enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes mellitus, la hipertensión, el cáncer, entre otras. En éstas, la quercetina actúa como antioxidante y antiinflamatorio, además de favorecer la muerte de células cancerosas.
En general, en nuestro país somos muy afortunados al contar con una gran biodiversidad de fuentes ricas en quercetina y otros flavonoides. La mayoría de estos compuestos se encuentran presentes en nuestra dieta, entre las que destacan bayas, guayabas, duraznos, uvas, mangos, cerezas, manzanas, cebollas, brócoli, coliflor, repollo, pimiento, chile jalapeño, jitomates, lechugas, frijoles y vegetales de hoja verde oscuro como las espinacas, acelgas, col rizada, además de hojas de plantas de té.
Pero hay que tomar en cuenta un punto sumamente importante, y es que, estos componentes no se absorben fácilmente debido al proceso de digestión, absorción, metabolismo y excreción de los mismos, por ende, el consumo de fuentes ricas en flavonoides como quercetina debe ser frecuente, y aún más, en aquellos casos donde hay una gran producción de radicales libres como es el caso de la obesidad y enfermedades relacionadas.
¿Cómo incrementar la ingesta de quercetina en la dieta?
1.Incrementa el consumo de frutas y verduras en tu dieta de tres a cinco piezas de frutas por día y al menos un plato de verduras por día. En general, la quercetina es el flavonoide que se encuentra en la mayoría de estos alimentos, siendo los que más cantidad aportan las zarzamoras, moras azules, frambuesas, guayabas; y otras fuentes como cebollas, espinacas y brócoli. Éstas tienen bajo índice glucémico en comparación a otras fuentes, y aportan buena cantidad de fibra.
2.Incluye como parte de tu dieta una taza diaria de hojas de té o infusiones como hoja de guayaba. Éstas también contienen quercetina y muchos más antioxidantes.
3.Varía tu dieta y compleméntala con diversas fuentes. Hay muchos componentes en los demás alimentos que también actúan en pro de tu salud, tal es el caso de la fibra, los probióticos, las vitaminas, los minerales y otros polifenoles.
4.No excedas el consumo creyendo que estos compuestos curarán tu enfermedad. Si bien sirven como coadyuvantes de las enfermedades crónicas, altas dosis de estos componentes pueden repercutir en tu salud, aún cuando sean compuestos encontrados en la naturaleza y que nuestro cuerpo los procese como si fueran un fármaco.
Martínez-Flórez S., González-Gallego J., Culebras J. y Tuñón M.ª J. (2002). Los flavonoides: propiedades y acciones antioxidantes. Nutrición Hospitalaria, XVII(6):271-278.
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Karen F. Tena Rojas, estudiante del Programa Institucional de Doctorado en Ciencias Biológicas, Opción Biotecnología Alimentaria de la Facultad de Químico Farmacobiología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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Héctor Eduardo Martínez Flores, Profesor e Investigador de la Facultad de Químico Farmacobiología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
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