Nuestra historia comienza hoy con una decisión. Nos encontramos frente al pasillo de jugos de un supermercado tratando de decidir que jugo de naranja comprar. Nuestra conciencia ambiental nos dice que busquemos el producto que tenga un menor impacto medioambiental, y aunque el jugo orgánico es un poco más caro, tomamos la decisión de llevarlo. Nos sentimos felices de impactar menos al medio ambiente y nos tomamos el jugo sin culpa.
Un par de semanas después volvemos al mismo pasillo, pero esta vez en lugar de un solo jugo orgánico hay veinte opciones distintas, todas presumiendo su bajo impacto al medio ambiente. Nos sentimos abrumados, pues no sabemos qué decisión tomar. ¿Tu qué harías?
En el mercado de productos moderno, esta decisión es algo cotidiano. Tal vez no se trate de jugo de naranja, tal vez sean las verduras de la semana, el arroz, los frijoles y hasta la ropa. Todo lo que consumimos tiene diferentes maneras de ser producido y diferentes etiquetas para indicarlo. La mayoría de nosotros, simplemente elegimos el que más nos gusta o el de menor precio, pero aun cuando queremos escoger productos amigables con el ambiente, esto no es sencillo. Y es que la moda de los productos verdes ha inundado a todas las compañías, mismas que nos ponen etiquetas amigables con el ambiente, empaques biodegradables, imágenes de animales felices y hasta latas que pueden ser usadas como macetas.
Queda una gran incógnita entonces
¿Cómo sabemos qué comprar para reducir nuestro impacto ambiental?
Justamente de eso se trata este artículo, desde cómo se producen los alimentos, como se almacenan, transportan, como llegan a tu hogar y como se desechan, el impacto de los productos en el medio ambiente es una larga cadena de procesos y para entender cuál es la mejor opción, debemos estudiar cada uno de ellos. Esto ha dado pie en una rama moderna de estudio, interfaz entre ciencia e ingeniería, que se conoce como análisis de ciclo de vida.
Una ciencia de productos moderna para un mundo globalizado
El análisis de ciclo de vida es un método para estimar el impacto ambiental a lo largo de la vida de un producto. Se dice a lo largo de la “vida” porque se toma en cuenta todas las etapas, no sólo su producción sino desde la obtención de materia prima, manufactura, distribución, uso/consumo y manejo de residuo.
Continuando con la historia del jugo de naranja, en el que estamos decididos a entender el proceso del análisis del ciclo de vida. Para ello contactamos a la empresa que lo vende para preguntarles sobre cada parte de la producción. Así nos enteramos que las naranjas que utilizan fueron producidas en Brasil en un sembradío orgánico que no usa plaguicidas, fungicidas o fertilizantes inorgánicos. Hasta aquí vamos muy felices.
Ciclo de vida del jugo de naranja, Fuente Marco Miranda-Ackerman
Pero luego nos enteramos que las naranja fueron exprimidas, deshidratadas, congeladas, enviadas a México por barco y en nuestro país se reconstituyeron y se empaquetaron en el envase de “tetrabrick”. Esto no puede ser muy bueno, pues el gasto energético de transportar las naranjas semejantes distancias es altísimo. Y además nos cuentan que la producción de un empaque de este tipo, requiere de aluminio, cartón y polietileno, que no solo necesita mucha energía, sino que además no se puede reciclar y tarda cientos de años en descomponerse.
Ups… nuestra felicidad se ha ido y ahora estamos consternados, pues el jugo que creímos tenía un bajo impacto en el ambiente, parece no ser así.
Lo mismo sucede con los demás productos
En la época moderna la producción, procesamiento, empacado y venta ocurren en distintos lugares del mundo, y los artículos viajan por barco, avión, tren y camión, de un lugar a otro con el fin de minimizar el costo total de producción. Esto nos ha permitido vivir una era de acceso a bienes que nunca antes se había vivido, pero a un costo ambiental importante. Aquí en México tenemos kiwis de Nueva Zelanda, piñas de Brasil, uvas de Chile, Maíz de Estados Unidos, por mencionar algunos.
Otro factor cultural importante es la tendencia mundial hacia el modelo de consumo occidental. Donde se exige tener acceso a todos los productos, todo el año, en todas partes. Cuando antes se consideraba una restricción imposible superar el querer consumir mango fresco en invierno en México, ahora se trae mango del hemisferio sur (Australia) para poder abastecer demanda todo el año. Sin duda esto tiene grandes consecuencias ambientales que pocas veces se toma en cuenta al momento de seleccionar nuestros productos.
Además, para poder conservarlos se les dan múltiples transformaciones: deshidratación, congelamiento, empacado al alto vacío, enlatado, entre otras, que también requieren de energía y recursos del ambiente. Uno de los recursos consumidos en los procesos de transformación de alimentos es el agua. Este recurso, vital para la vida y los ecosistemas, es extraído a tasas muy superiores de las sostenibles. Entonces no solo se trata del agua con el que se regaron las huertas de naranjas de nuestro jugo, pero también la que se usó para producir los empaques, lavarlos y reconstituirlos.
Finalmente, para poder venderlos se necesita colocarlos en un empaque como cartón, plástico, vidrio y hasta unicel, mismo que necesita de otra cadena completa de procesamiento y que genera un desecho más o menos contaminante dependiendo de que esté hecho. Entonces, para comprender realmente el impacto de un producto, se necesita analizar el costo energético y de recursos de cada proceso.
En el caso particular del jugo de naranja, investigadores de la Universidad de Toulouse y el Colegio de Michoacán llevaron a cabo un estudio para evaluar el costo ambiental de su producción hasta el anaquel, medido como equivalentes de emisiones de dióxido de carbono. Sus resultados, publicados en la revista Environmental Managment (2017), mostraron que el costo ambiental de producir el empaque representa más del 50% del impacto de todo el proceso de producción y distribución del jugo, mientras que las prácticas agrícolas orgánicas o convencionales representan menos del 5%. En otras palabras, en términos ambientales el consumir un jugo orgánico o uno producido en medios agroindustriales es prácticamente el mismo si vienen en un empaque de “tetrabrick”. Aun las diferentes transformaciones tienen un impacto pequeño en comparación… y yo que era tan feliz con mi jugo orgánico.
Este sencillo ejemplo, muestra como el analizar y vender únicamente una parte del producto (como fue producida la naranja) no necesariamente quiere decir que es más benéfico para el ambiente –Claro que los productos orgánicos tienen otros muchos beneficios para la salud humana, pues no acumulan toxinas como su contraparte agroindustrial, pero ese es otro tema-.
Entonces, en el caso particular del jugo de naranja y prácticamente de cualquier líquido envasado (leche, jugos, purés), lo más importante es centrarnos en el tipo de empaque que tienen.
Etiquetas verdes: moviéndonos a reducir el impacto ambiental.
Esto nos lleva de vuelta a nuestra pregunta inicial ¿Entonces como sabemos que producto es mejor con el medio ambiente? Existe una nueva tendencia en los productos para proveer información al consumidor, conocida como etiquetas verdes.
La idea central es el tener etiquetas que rápidamente provean de información sobre distintos aspectos del impacto ambiental del producto. Dos ejemplos son las etiquetas que proporcionan su huella de carbono o su huella de agua. La de huella de carbono busca informar al consumidor de cuento impacto ambiental medido en emisiones de CO2 equivalentes, tuvieron que producirse para llevar el producto a nuestras manos. Mientras que la huella de agua nos informa de la cantidad de agua que se invirtió para fabricar tu producto favorito.
Volvamos entonces al caso de nuestra decisión sobre cómo elegir un jugo de naranja. Esta vez, en lugar de fijarnos en su origen orgánico, somos consumidores informados que sabemos que el mayor impacto ambiental se encuentra en el empaque. Revisamos las etiquetas verdes y así podemos elegir el jugo que requiere la menor cantidad de agua y de CO2 para su elaboración.
Esta vez sí estamos seguros que se trata del más amigable con el medio ambiente. Estas etiquetas poco a poco van convirtiéndose en un nuevo requerimiento por el consumidor exigente.
«Está en nuestras manos cambiar los productos de los supermercados: no diseñándolos, pero si comprando productos de manera informada y exigiendo se provea de dicha información en los empaques»
Alianza del Pacífico (09-01-2019). Guía de Etiquetas para un Consumo Sustentable. Recuperado de: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/313773/Guia_de_Etiquetas_para_un_Consumo_Sustentable.pdf
SEMARNAT (09-01-2019). ECO-ETIQUETADO para huella de carbono (CO2) y huella hídrica (H2O) para productos y servicios en México. Recuperado de: http://www.semarnat.gob.mx/sites/default/files/documentos/fomento/documentos/2014/eco-etiquetado-brochure.pdf
Martínez-Rodríguez, M., Mayorga-Pérez O., Vera-Martínez M. y García-Morales M. (2018). Eco-etiquetado y productos verdes: Desarrollo y competitividad. Revista Tecnología En Marcha, 31(2), 87-97. https://doi.org/10.18845/tm.v31i2.3626
D. en C. Guillermo Murray-Tortarolo, Cátedra CONACyT comisionado al Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Morelia.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
D. en C. Marco A. Miranda-Ackerman, Cátedra CONACyT comisionado al Colegio de Michoacán, Centro de Estudios en Geografía Humana-Centro de Innovación y Desarrollo Agroalimentario de Michoacán.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.