Hace poco tuve la oportunidad de trabajar con niños y jóvenes de la costa michoacana y de la ciudad de Morelia, y descubrí que muchos de ellos tenían una inquietud: ¿qué maravillas existirán en las profundidades del mar? y ¿cómo llegamos a descubrirlas? A lo largo de la humanidad no hemos sido los únicos que nos hemos preguntado lo mismo.
Personajes como Aristóteles, Alejandro Magno, Jacques Yves Cousteau, Giovanni Borelli, y cientos de hombres y mujeres, motivados por esta inquietud y por su pasión por explorar las profundidades de tan enigmáticos sitios, diseñaron diversos artefactos para la exploración marina.
Hasta finales del siglo XIX se creyó, al menos dentro de la cultura occidental, que no existía vida alguna en los mares profundos, sin siquiera poder imaginar la gran diversidad de especies y paisajes que ahí podemos encontrar.
Conforme el conocimiento científico y el desarrollo de la tecnología avanzó se desarrollaron instrumentos más precisos y útiles para la exploración marina, como los equipos de buceo, submarinos, radares, imágenes satelitales, buques, etc. Esto permitió que una gran variedad de especies marinas fueran descritas y nombradas, lo que brindó mucho más claridad a las profundidades del mar, y por supuesto al mundo natural que nos rodea.
Más profundo que nunca
La exploración de las profundidades de los océanos como tal no se desarrolló hasta mediados del siglo XX, pero a lo largo de la historia diferentes culturas hicieron un esfuerzo para poder descender a las profundidades del mar.
Tal es el caso de los griegos, quienes se sumergían en los mares para poder pescar corales y esponjas; Aristóteles, describe una especie de campana invertida, llamada, “lebeta” que retenía aire dentro, permitiéndoles respirar mientras estaban sumergidos.
Entre algunos de los personajes que desarrollaron instrumentos y herramientas para sumergirnos en las profundidades del océano, podemos nombrar al italiano Giovanni Borelli quien diseñó, en 1680, la escafandra de Borelli, la cual consistía en un sistema de respiración mediante tubos conectados a una bolsa de aire; el aire se purificaba por condensación en otro tubo antes de ser desechado.
En 1819, el alemán Augustus Siebe, desarrolló un traje para buzo, el cual consistía en un casco de metal unido a una chaqueta de cuero impermeable. El casco tenía una válvula por la que entraba el aire a través de un tubo desde la bomba hasta el casco; Siebe, perfeccionó en 1837 el traje.
Diferentes sistemas de respiración fueron desarrollados y perfeccionados en los años consecuentes, hasta llegar al año 1943, donde el explorador francés Jacques Yves Cousteau en conjunto con Emile Gagnan, comenzaron una revolución en lo que respecta a la exploración de las profundidades marinas, esto debido al diseño de un dispositivo de respiración que otorgaba a los buzos autonomía de respiración.
No sólo se diseñaron sistemas de respiración, sino diversos vehículos de inmersión. Por ejemplo, en 1861, Narcís Monturiol demostró que la navegación submarina podría ser una realidad; Monturiol fue el primero en crear un submarino perfectamente operativo, el cual nombró“Ictíneo”, aunque por falta de financiamiento, el Ictíneo fue embargado y desmantelado.
Posteriormente, en 1903, los italianos fabricaron un submarino llamado “Pino”, el cual podía descender hasta los 150 m; para 1959, una empresa estadounidense llamada “Reynolds Metal Company”, diseñó el primer submarino de aluminio, bautizado como “Aluminaut” y que llegó a descender hasta los 5,000 m.
Un año después, el físico sueco Auguste Piccard, diseña un batiscafo (una pequeña embarcación sumergible) llamada “Trieste”, la cual fue capitaneada por su hijo, Jaques Piccard, quién descendió a uno de los sitios más enigmáticos y profundos de la tierra: La Fosa de las Marianas. Esta inmersión alcanzó los 11 km, la máxima profundidad a la que los seres humanos han podido descender.
Laboratorios submarinos
Los seres humanos no sólo buscamos la forma de descender a grandes profundidades, sino que también nos intrigó la manera de permanecer en las profundidades marinas por tiempos más prolongados.
El primer intento por lograr esta meta, se llevó a cabo en 1962, con el diseño de una “casa” submarina, llamada “Precontinent I”, en la cual vivieron, por una semana y a 10 m de profundidad, dos investigadores: Albert Falcó y Claude Wesly. Este experimento demostró que con los elementos necesarios era posible sobrevivir y trabajar en las profundidades.
En 1964 se colocó en el océano Atlántico, frente a las Bermudas y a 58 m de profundidad, el “SeaLab I” (un laboratorio submarino), ocupado por cuatro buzos que permanecieron ahí durante 10 días. El objetivo de este laboratorio era fotografiar y filmar las profundidades marinas y la vida que ahí habita.
A finales de los años sesenta, en la Isla de Saint Jonh, 4 investigadores pasaron 59 días en una vivienda-laboratorio submarino llamado “Tektite”; un año después se realizó una segunda inmersión en el “Tektite” a 30 m de profundidad.
El desarrollo de estas estaciones submarinas ha avanzado considerablemente y ahora los investigadores pueden permanecer dentro de estas estaciones durante varios meses. Actualmente, diversos países como Alemania y República Checa, han realizado investigaciones para establecer estaciones marinas en las profundidades del mar.
¿ Y en México…?
En México, la exploración de las profundidades marinas se ha llevado a cabo por las investigaciones de diversos institutos y universidades en el país y en el extranjero; todas estas investigaciones nos han permitido explorar y descubrir los mares profundos mexicanos.
En 1892, se recorre por primera vez parte de la región oceánica de México, a través del buque de investigación “Albatros”. En esta expedición se lograron realizar muestreos a más de 4,000 m de profundidad.
En 1978 y 1979 un grupo de investigadores mexicanos, estadounidenses y franceses exploraron la dorsal oceánica en México a través del submarino estadounidense “Alvin” y el francés “Cyana”, con inmersiones de hasta 2,700 m de profundidad. En estas expediciones se encontraron algunos organismos como los “gusanos gigantes”, camarones, medusas y almejas gigantes.
En esos mismos años, el buque “Glomar Challenger” exploró la Cuenca de Guaymas, a profundidades de hasta 2,010 m. Esta cuenca se encuentra en el Pacífico frente a las costas de Manzanillo y cuenta con ventilas hidrotermales, las cuales son fisuras que se encuentran en el piso oceánico y de ellas salen grandes cantidades de agua caliente que contiene minerales, por lo que a veces estos chorros de agua pueden tener color, los cuales depende del tipo y la cantidad de minerales que tiene.
Investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México realizaron expediciones a bordo del buque oceanográfico “El Puma”, que pertenece a la misma universidad. El objetivo de estas expediciones fue explorar las profundidades del océano Pacifico, cerca de las Islas Revillagigedo, lo que nos permitió descubrir el gran potencial científico y económico que este sitio tiene, ya que podemos encontrar grandes cantidades de minerales en esta zona.
Más recientemente se descubrió, en el 2013, un volcán submarino activo. El volcán se encuentra frente a Cabo Pulmo, en Baja California Sur, en la boca del Golfo de California, y tiene una profundidad de más de 2,300 m. El ambiente alrededor del volcán es tan caliente que podría incluso derretir plástico o quemar madera; para poder conocer un poco más este volcán, los investigadores sumergieron un submarino con brazos robóticos que les permitió recolectar muestras de piedras y sedimentos que el volcán ha arrojado.
Este tipo de investigaciones, en México y en el mundo, nos han permitido visualizar los paisajes que podemos encontrar en las profundidades marinas, pero también nos han permitido descubrir la vida que habita en estos sitios.
¡Tan cerca y tan lejos!
A pesar de los grandes avances científicos y tecnológicos que nos han permitido sumergirnos a grandes profundidades, se ha explorado muy poco de las profundidades marinas, tan sólo conocemos el 5% de las mismas.
Es cierto que aún falta mucho trabajo por hacer en cuanto a la exploración de los mares profundos en México, pero los esfuerzos por explorar estas zonas siguen en aumento, y tal vez en algunos años podamos llegar a conocer tan maravillosos y enigmáticos sitios, de forma que podamos conocer los tan importantes recursos biológicos y geológicos que las profundidades marinas guardan, y que así podamos sumar esfuerzos para conservar los mares mexicanos y sus recursos.
Saber más
Low Pfeng, A. y Peters Recagno, E.M. (2014). “La frontera final: el océano profundo”. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC-SEMARNAT). https://www.researchgate.net/publication/290392150_La_Frontera_Final_El_Oceano_Profundo
Hernández-Urcera, J. y Guerra, A. (2014). “La vida en las grandes profundidades”. Dentra Médica. Revista de Humanidades. 13(1). Pp. 34-48. http://www.dendramedica.es/revista/v13n1/02_Vida_grandes_profundidades.pdf
Cifuentes Lemus, J.L., Torres García, M. del P., y Frías, M. (1997). “El océano y sus recursos. I. Panorama oceánico”. Fondo de Cultura Económica. http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/ciencia2/02/html/oceano1.html
Alejandra Álvarez Gutiérrez, egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales, en la Universidad Nacional Autónoma de México, Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad Morelia.
Agradecimiento a la M.C. Ana Claudia Nepote G. por la asesoría y a CONACYT – FORDECYT – SICDET del Gobierno del estado de Michoacán, por el apoyo brindado.