Seguramente alguna vez viste documentales de Sudamérica en los cuales mostraban a uno de los animales más representativos de este continente: el capibara, una criatura del tamaño de un cerdo mediano, de hábitos acuáticos y vegetarianos. Es similar a un hipopótamo, pero sólo superficialmente, pues el capibara ¡es un roedor! y no cualquiera, sino el más grande del mundo y un pariente más o menos cercano de los cuyos o cobayos.
Estos animales llegan a medir 1.3 m de largo y pesan hasta 90 Kg; tienen un cuerpo robusto, tres dedos en las patas y cuatro en las manos. En vez de uñas sencillas como las nuestras, tienen algo similar a cascos y sus dedos están unidos por membranas, poseen pelo corto de color café, orejas pequeñas y redondas, un hocico alto y dientes que nunca dejan de crecer. Como otros roedores, son animales sociales que viven en familias de hasta 100 individuos.
Su hábitat siempre está ligado al agua; viven en bosques de galería (zonas donde crecen árboles y arbustos dependientes de un cuerpo de agua), pantanos, manglares, llanuras de inundación y lagos. Y su dieta la compone vegetación de estos entornos, como plantas acuáticas y pastos que crecen en las llanuras inundadas.
En la actualidad los capibaras se encuentran representados por dos especies: Hydrochoerus hydrochaeris (“cerdo de agua” en griego) el capibara común que se distribuye en casi todos los países de Sudamérica, con excepción de Chile e Hydrochoerus isthmius (“cerdo de agua del istmo”) el capibara menor, que habita únicamente al sur de Panamá y al norte de Colombia y Venezuela. Aunque en la actualidad los capibaras están restringidos a Sudamérica, en el pasado estos peculiares animales habitaron Norteamérica.
Entre hace 9 y 4 millones de años se produjo un evento biológico muy importante de intercambio de flora y fauna entre Norte y Sudamérica, el “Gran Intercambio Biótico Americano”. Durante la parte final de este evento, los capibaras (como subfamilia) ingresaron a Norteamérica. Aún se desconoce si vía istmo de Panamá (por tierra) o Antillas (por agua).
Los fósiles nos muestran que los capibaras existieron en México y sur de Estados Unidos, desde hace al menos 3.6 millones de años y hasta hace unos 10,000 años, en unas épocas conocidas como Plioceno y Pleistoceno. Pero los capibaras que habitaron en México no eran de las mismas especies que los modernos. Uno de los más antiguos fue Neochoerus cordobai (“Cerdo nadador de Diego A. Córdoba”) que habitó hace 3.6 millones de años en lo que hoy es Guanajuato y que estaba acompañado de una especie aún no descrita formalmente. Seguido de Phugaterium dichroplax (“bestia en fuga de placas bifurcadas”), un capibara hocicón cuyos restos han sido descubiertos en sedimentos de Sonora que datan de hace 2.3 millones de años. Y el más común, Neochoerus aesopi (“Cerdo nadador de Esopo”) que era un pariente muy cercano de los actuales capibaras de Sudamérica, sólo que era hasta un 30% más grande y podía pesar hasta 170 Kg, un verdadero gigante. Esta especie habitó Sonora, Zacatecas, San Luis Potosí, Jalisco, Estado de México, Puebla, Chiapas, Guanajuato y Michoacán.
Salvo contadas excepciones como el lago de Chapala, los sitios fosilíferos donde se le encuentra no albergan lagos ni otros cuerpos de agua permanentes. Entonces ¿por qué había capibaras? Porque en la remota prehistoria estos sitios eran lagos, deltas y sistemas fluviales estables; una suerte de Amazonas norteamericano, pero menos exuberante.
Pero ¿qué tiene de importante que hayan existido estos animales en Norteamérica? Su presencia como fósiles nos indica condiciones y ecosistemas muy distintos a los actuales. Y su ausencia actual nos indica que los cambios climáticos bruscos pueden llevar a la extinción a especies abundantes y exitosas como éstas.
En México, algunos sitios que otrora, tuvieron capibaras como Térapa, Sonora pasaron de ser exuberantes planicies de inundación con amplia vegetación a áridos deltas desérticos. Otros sitios, aún albergan cuerpos de agua, pero no tan extensos y definitivamente no con las condiciones propicias para mantener poblaciones de roedores semiacuáticos.
Los últimos capibaras mexicanos vivieron refugiados en el centro del país, donde los grandes lagos fueron su último bastión, antes de extinguirse hace unos 10,000 años, por cambios climáticos naturales. Su desaparición es una advertencia sobre lo que puede ocurrir con especies similares y sus ecosistemas. Un recordatorio de que los capibaras del sur también están en riesgo.Para los paleontólogos es de vital importancia comprender los cambios climáticos acontecidos en el pasado, para poder proporcionar conocimientos que ayuden a prevenir extinciones y que nos ayuden a identificar las especies más sensibles a estos cambios. Los capibaras norteamericanos no son sólo una curiosidad, son una herramienta en la conservación, testigos mudos de un mundo que ya no está y vaticinios de uno que está por desaparecer. Hagamos caso de las voces del pasado para poder preservar el presente.
Saber más
Moreira, J. R., Ferraz, K. M. P., Herrera, E. A., & Macdonald, D. W. (Eds.). (2012). Capybara: biology, use and conservation of an exceptional neotropical species. Springer Science & Business Media.
Joaquín Eng Ponce; Estudiante de licenciatura en la Facultad de Biología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Roberto Díaz Sibaja; Estudiante del Programa Institucional de Doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.