El tamaño importa. Por alguna razón –que quizá evoque los primeros montajes de esqueletos de dinosaurios en museos-, los tamaños de las criaturas prehistóricas siempre son uno de los datos que cualquier persona curiosa siempre pregunta primero al enterarse de un nuevo hallazgo paleontológico. “Oye y ¿cómo cuánto medía?” o “¿Y cómo cuánto pesaba?” son preguntas mucho más frecuentes que “¿Y cuál es su importancia biológica?” o “¿Qué nuevo conocimiento aporta este hallazgo?”.
Este interés genuino podría también estar relacionado a nuestra pasión por los monstruos. Relatos de bestias gigantes están presentes en el imaginario de casi todas las culturas del planeta y éstos anteceden al descubrimiento de mayoría de las criaturas del registro fósil, por lo que se les ve como producto de la intrínseca y poderosa imaginación humana. Sin embargo, algunos gigantes parecen estar directamente vinculados al hallazgo fósil.
Tal es el caso de los míticos 'Quinametzin' de los toltecas y mexicas, que probablemente surgieron como producto de la interpretación de osamentas de mamut y otros proboscídeos, encontradas de forma regular en el Valle de México. Los fósiles de dinosaurios en China aún hoy son vistos –y vendidos- como “huesos de dragón”. Y es que, aunque el mamut del Valle de México era mayor que cualquier especie de elefante moderno y a pesar de que los “dragones” chinos representen los restos de animales mayores que cualquier criatura doméstica, no se acercan ni de broma a la talla de los colosos entre los animales.
El único grupo de animales actuales que puede 'competir' por el puesto de los animales más grandes, es el de las ballenas. Algo importante antes de proseguir. En la jerga común, “grande” implica longitud (largo total, altura total, altura a la cruz, etc.), pero en biología, “grande” se expresa en función de la masa (gramos, kilogramos, toneladas). Así que cuando los paleontólogos se refieren a un animal grande, se están refiriendo a que está entre los más “gorditos”.
Entonces ¿cuáles es el animal más grande que haya vivido? Se trata de una especie presente en aguas mexicanas, la ballena azul. Este poderoso cetáceo –con sus más de 110 toneladas- pesaba más del doble que el grueso de los dinosaurios gigantes. Pero las ballenas “hacen trampa”, pues es más fácil soportar la masa corporal en el agua que en tierra firme. O lo que es lo mismo, uno es más liviano en el agua que en tierra. Por ello, la mayoría de los dinosaurios titánicos no pudieron crecer a masas que superaran a la ballena azul (aunque más de un 50% no es para nada una cifra despreciable).
Lo que los dinosaurios tienen –y las ballenas no- es el récord en cuanto a los animales más largos y altos que la tierra haya albergado. Todos ellos son saurópodos (popularmente conocidos como “cuellos largos”). Pero, proporcionar una lista certera de los dinosaurios más largos es complicado. Esto se debe a varios factores como que los restos de los más grandes son muy fragmentarios, provocando que en la mayoría de los casos “sólo” se estimen sus dimensiones máximas a partir de parientes cercanos más completos. Otra razón es que –increíblemente-, muchas de estas criaturas eran juveniles cuando murieron y no conocemos la talla máxima de los adultos. Finalmente, estimar qué tan alto podría ser un dinosaurio se complica ya que tenían cuellos largos con muchas vértebras, de los que aún no conocemos con certeza su grado de flexión máxima. Sin embargo, tenemos una idea más o menos clara de quiénes son los titanes.
El más largo y pesado fue el anficelias (Amphicoelias fragillimus), un animalito del Jurásico tardío (152 Ma) que alcanzaba unos 58 metros de largo y pesaba entre 100 y 120 toneladas. Era casi tan pesado como una ballena azul, ¡pero del doble de largo! El problema de anficelias reside en su naturaleza fragmentaria. Por ello, algunos paleontólogos prefieren colocar en el trono al Argentinosaurus huinculensis del Cretácico tardío (95 Ma), que con sus 36 metros de largo y de 60 a 88 toneladas de peso, era el equivalente de una ballena azul ¡pero en tierra!
Con todo, el “lagarto argentino” no es el más alto, ese puesto lo ocupa el Sauroposeidon proteles del Cretácico temprano (115 Ma), con 14 m de altura. El problema de este “lagarto rey de los mares” es el mismo que el de anficelias, es muy fragmentario. Por ello el puesto del más alto lo ocupa Giraffatitan brancai del Jurásico tardío (152 Ma), que con sus 9 metros de altura en postura relajada, podía verte a la cara mientras estuvieras en la ventana de un tercer piso. Como éstos, hay más colosos dormidos esperando a ser encontrados.
Recientemente se publicó el hallazgo de una especie gigante en Argentina (Dreadnoughtus schrani) que con unas 59 toneladas, demuestra que aún hay gigantes esperando a ser descubiertos. En México tenemos la posibilidad de encontrar un verdadero coloso. El último titán norteamericano vivió en los estados vecinos de Texas y Nuevo México hace 65.5 millones de años. Su nombre es Alamosaurus sanjuanensis y alcanzaba poco más de 30 metros de largo y pesaba casi lo mismo que el argentinosaurio. En el pasado se le atribuyeron dimensiones menores pero resultó que los fósiles más grandes conocidos de la especie eran de juveniles que aún no paraban de crecer.
Este dinosaurio podría estar representado ya en México por restos descubiertos en el noroeste de Chihuahua que aún no son descritos formalmente. Sin duda, el futuro nos depara más sorpresas en lo que toca a los únicos y verdaderos titanes de la naturaleza, los saurópodos gigantes.
Roberto Díaz Sibaja es estudiante de doctorado. Laboratorio de Paleontología, Facultad de Biología, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.