Entre sonidos de dos mundos: los tarascos en la época colonial

Escrito por Antonio Ruiz Caballero

Un antiguo documento de principios del siglo XVIII cuenta que, cuando se celebró en Pátzcuaro la coronación del rey de España Felipe V, hubo grandes fiestas. Entre repiques de campanas, pirotecnia y algarabía de la gente, se realizó una procesión en la que desfiló un personaje importante llamado don Miguel de Urbina, indígena tarasco –como se les conocía entonces a los p’urhépecha–, quien personificaba al último cazonci o rey de los tarascos, Tangaxoan Tzintzicha, dando a entender que su corona había sido entregada desde el siglo XVI al rey español. El cortejo de don Miguel iba acompañado con música: por un lado, había ciertos músicos que tocaban instrumentos de origen europeo como las trompetas, los clarines y las chirimías (un antiguo instrumento de viento de origen árabe, antecedente del actual oboe); por otro lado, aquellos músicos que tocaban los instrumentos “que en su antigüedad practicaban en reverencia de sus príncipes”, es decir, instrumentos prehispánicos.

La importancia de este documento consiste en que nos cuenta cómo, casi doscientos años después de la conquista, los tarascos aún tocaban sus antiguos instrumentos, pero también habían adoptado ya como propios aquellos otros que habían traído consigo los españoles. 

Instrumentos prehispánicos p’urhépecha

Documentos más antiguos, como la Relación de Michoacán escrita poco después de la conquista, contienen imágenes de algunos de los instrumentos que se tocaban en Michoacán antes de la llegada de los españoles. También los diccionarios de esa época, como el que escribió el fraile franciscano Maturino Gilberti, mencionan algunos de aquellos instrumentos: caracoles, conocidos en lengua tarasca como puuaqua; ciertos instrumentos de viento parecidos a las trompetas, llamados pungacutaqua; flautas o cuiraxetaqua; sonajas, conocidas como tiamu axuni vecahchaqua; cascabeles, llamados cuiningata; o las quiringuas, que eran instrumentos de percusión hechos de tronco de madera ahuecado, que se tocaban con palos o baquetas, entre otros.

A cualquier instrumento musical se le conocía en lengua tarasca como tauengua. Es imposible saber cómo sonaba aquella música, pues aparentemente no existía una notación musical prehispánica, y ningún europeo registró por medio de su escritura musical lo que escuchaba. Sin embargo, cuando se hacen sonar los ejemplares que aún conservamos, podemos comprobar que muchos de ellos imitaban sonidos de la naturaleza, y pensamos que podrían tener usos y significados de carácter mágico-religioso. El canto era también muy importante para la sociedad tarasca, y desde entonces debió ser conocido como pirekua; se considera que estaba íntimamente unido al baile, llamado varaqua en su lengua, practicado generalmente en honor de los antiguos dioses.  

Y otros instrumentos llegaron

Al llegar a Michoacán en el siglo XVI, los sacerdotes cristianos reclutaron niños y jóvenes tarascos para enseñarles la música religiosa europea, con el objetivo de que los apoyaran en la enseñanza de la doctrina, en la celebración de las ceremonias cristianas (especialmente la misa, las Horas Canónicas y los rituales de los sacramentos) y el aumento de la devoción.

Otros documentos coloniales también contienen imágenes de los primeros objetos sonoros europeos que fueron traídos a Michoacán o construidos aquí. Es muy interesante ver en los vocabularios de la época cómo los frailes, junto con los cantores y sacristanes tarascos, buscaron asignar nombres en las lenguas indígenas a los instrumentos y a otros elementos de la música europea. Al canto llano o gregoriano, por ejemplo, le llamaron hurimbeti pirekua, que se traduce como “canto recto o derecho” aludiendo quizá a que se cantaba con una sola línea melódica; mientras que al canto polifónico le llamaron thaporo pirekua, término que se puede traducir como “canto a cuatro voces”.

Asimismo, es interesantísimo comprobar que les llamaron Castillanapu tauengua a todos los instrumentos de cuerda (arpas, laúdes, vihuelas, monocordios); ese término se traduciría como “instrumento de Castilla”, y es interesante porque en tiempos prehispánicos, hasta donde sabemos, los tarascos no tenían instrumentos de cuerda, de allí que el término aluda a su origen castellano.

Para otros objetos sonoros europeos quizá no se encontraron equivalentes en la lengua tarasca; por ejemplo, la campana aparece como tal en los diccionarios, pero también se alude al material con que estaba hecha, por lo que aparece como tiyamu campana o “campana de metal”. Lo mismo sucede cuando se alude a las trompetas de origen europeo, pues se les llama tiyamu pungacutaqua o “trompetas de metal” para diferenciarlas quizá de las trompetas prehispánicas hechas posiblemente de materiales perecederos, como la madera. 

«Todos estos términos son interesantes porque reflejan la mezcla entre elementos sonoros y palabras de dos culturas diferentes, la tarasca y la europea, en el momento en que el cristianismo se estaba convirtiendo poco a poco en la religión dominante, y la cultura europea se difundía por toda la Nueva España, impregnando de sonidos viejos y nuevos la vida festiva y cotidiana de todos los habitantes de estas tierras» 

Este artículo está basado en

RUIZ Caballero, Antonio, Música y cultura sonora para una cristiandad india: los tarascos en el Obispado de Michoacán, 1525-1701, Tesis de Doctorado en Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 2018. 

Referencias

GILBERTI, Maturino, Vocabulario en lengua de Mechuacan, Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, Fideicomiso Teixidor, 1997.

Pirekua. Canto poco conocido, Pedro Márquez Joaquín (coord.), Zamora, Mich., El Colegio de Michoacán, Consejo para el Arte y la Cultura de la Región P’urhepecha, 2014.

NAVA L., E. Fernando, El campo semántico del sonido musical p’urhépecha, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1999.

RODRÍGUEZ López, José Rafael, Organología y organografía en la Relación de Michoacán de fray Jerónimo de Alcalá. Una aproximación etnomusicológica al pictograma michoacano, Tesis de licenciatura en etnomusicología, Universidad Nacional Autónoma de México, Escuela Nacional de Música, 2011.

Antonio Ruiz Caballero, es Doctor en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México; y profesor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.