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U.M.S.N.H. Año 13/Marzo-Abril/ No. 74



                  El caso es que, en mi infancia, el río Lerma lle-  dos. Elaboré  mi  primer  intento y, de  verdad,  me
            vaba agua muy limpia y en él habitaba este pez, el     quedó un caldo muy rico, sin embargo, aún lejano
            cual era cosechado en este lugar y de allí y directo   de lo que comía en mi infancia. A mi familia le gus-
            a la cazuela. Era una delicia. Ya en la escuela secun-  tó mucho, pero yo sigo con la idea de recuperar el
            daria, en la ciudad de La Piedad, frecuentemente       sabor perdido; siento una enorme necesidad de re-
            nos escapábamos del «recreo» por una barda peri-       gresar al lugar donde alguna vez fui feliz.

            metral para ir al local de Don Pez a almorzar un rico        Me fui a la biblioteca y busqué algo para leer
            caldo michi.                                           mientras meditaba acerca de esa «pulsión» de bus-
                  Pues bien, en mi sueño, yo preparaba la de-      car esos sabores, esos recuerdos, como una especie
            liciosa sopa que le encantaba a mi familia. Ese día    de asidero personal: El caldo michi es tan solo uno
            me puse a buscar la receta en internet y en las re-    de  esos recuerdos  que  me  interesa  recuperar. Ya
            des sociales, encontrando variedad de opciones en      frente a los libreros, buscando alguno que me gui-
            cuanto a ingredientes, incluso citaban algunos que     ñara el ojo, me encontré con un pequeño libro que
            yo no recordaba en absoluto. Ninguna se parecía a      tenía unos meses esperando su momento y ¡Zas!,
            la que elaboraban en mi pueblo.                        llegó mi sorpresa en todos sentidos.

                  Por WhatsApp les pregunté a mis hermanos y             Los misterios de la taberna Kamogawa (Sa-
            todos fuimos, más o menos, reconstruyendo nues-        lamandra, 2023) es una novela de Hisashi Kashiwai,
            tra propia receta. Entonces, al día siguiente, me fui   y es el primer caso de una serie de ocho libros de
            al mercado a comprar los ingredientes para expe-       unos detectives, pero de la cocina. Justo lo que ne-
            rimentar: verduras, incluyendo tomatillo de milpa,     cesitaba. Este libro trata de una agencia de investi-
            chayote, papa,  zanahoria, calabaza,  cebolla,  ajo,   gadores gastronómicos formada por un padre (Na-
            chile ancho,  orégano, chile chipotle, manteca de      gare), una hija (Koishi), un gato (Hirune), una madre

            cerdo, una cabeza de carpa y, desde luego, el pes-     muerta y una escondida taberna en Kioto (Kamo-
            cado que no encontré, pues el bagre de río está a      gawa). Un  lugar  humilde,  sin  rótulo  en  la  puerta,
            punto de desaparecer del río Lerma.                    sin llamar la atención, sin que nadie sepa que allí se
                  En su lugar, me tuve que conformar con ba-       encuentra uno de los mejores y más cosmopolitas
            gre de mar, otra especie parecida, aunque de estero    cocineros  de  la ciudad.  Dicen que  los verdaderos
            (Ariopsis platypogon) que, si bien le da un sabor un   paraísos siempre están en esos lugares sin nombre,
            poco parecido, nunca iguala al sabor de mis recuer-    como en esta historia, donde los comensales llegan














































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