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Año 12 /Julio-Agosto/ No. 70 U.M.S.N.H.
una base que nos guía en la vida. ble: si veo un perro, efectivamente, tengo una idea
El ser humano (y tal vez otros animales tam- exacta de ese perro en mi pensamiento y no de otra
bién) piensa que el universo o la realidad (esa multi- cosa diferente.
tud de cosas con las que se enfrenta cotidianamen- A partir de varias perspectivas teóricas (prin-
te, incluidos otros seres humanos y otras formas cipalmente, dentro de las neurociencias, o las cien-
vivientes) es algo que puede leerse, es decir, algo cias que estudian el funcionamiento del cerebro, y
que puede dotarlo de sentido. El contacto con los la semiótica, o la disciplina que se encarga del estu-
objetos materiales ofrece un conocimiento, al pa- dio de los signos en una cultura), se ha descubierto
recer, inmediato: podemos, por ejemplo, calcu- que esto no es así: si veo un perro, construyo algo
lar el peso de una piedra, suponer su textura o su en la mente que «parece» ser ese perro, pero que,
dureza, etc., con solo verla. Pero, ¿es realmente en definitiva, no lo es. ¿Esto quiere decir que vivi-
que tenemos acceso a un conocimiento directo de mos en una realidad aparte, llena de distorsiones
esta manera descrita?, ¿esto pasa únicamente con como en un sueño? No, definitivamente, no.
la materialidad?, ¿qué decir de la virtualidad en la Para tratar de salir de este laberinto, debe-
que se presenta parte de la realidad actual? Resul- mos empezar por hablar de nuestros sentidos.
ta obvio que no podremos responder plenamente Existen ciertos rangos en los que funciona cada
a cualquiera de las tres preguntas, sin embargo, una de esas ventanas a la realidad. Dentro del es-
trataremos de proponer una posible salida un tanto pectro electromagnético (el conjunto de todas las
satisfactoria. radiaciones de energía), por ejemplo, se encuen-
Por varios siglos, existió una afirmación que tra un pequeño fragmento en el que opera nues-
cubrió gran parte del conocimiento occidental; tro sistema visual. La luz se dispersa en diferentes
se trata de la frase latina (aunque se usó desde el longitudes de onda (distancia entre un pico y otro
tiempo de los filósofos griegos antiguos) «Veritas de una onda). Así, los rayos ultravioleta, en el ex-
est adaequatio rei et intellectus». Su interpretación tremo inferior del espectro, circundan una longitud
nos habla de que la verdad («veritas») consiste en de onda de 10-8 metros y los infrarrojos, en el ex-
una concordancia («adaequatio») entre el objeto tremo superior, van de 10-4 a 10-3 metros. El ojo
(«rei») percibido (por cualquier sentido) y el pensa- humano solo puede percibir frecuencias entre
miento o idea («intellectus») de ese mismo obje- 4 y 7 metros. Notemos que queda fuera mucho
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to; en otras palabras, si vemos un perro, tendremos que no podemos ver. Lo mismo pasa con el resto
una idea que es exactamente igual a ese perro y, de los otros sentidos: no pueden funcionar fuera de
por lo tanto, asumiremos tener un acceso directo y ciertos límites restringidos. Esto nos coloca en una
verdadero con la realidad. Parece ser un argumento situación en la que no podemos percibir todos los
prácticamente irrefuta- detalles de los elementos de la realidad.
En correspondencia con lo anterior, nuestra
capacidad cognitiva (de pensamiento), aunque pa-
rece impresionante, también se encuentra dentro
de determinados cercos: no podemos saber todo
de algo. Claro que esas fronteras no son definiti-
vas, pues con el paso del tiempo se expanden y, por
supuesto, se contraen. Si lo anterior fuera poco,
debemos pensar que las teorías del conocimien-
to, científicas o de otra índole, solo son aproxima-
ciones acerca de su campo de estudio: no hay una
teoría que aborde con plenitud algún aspecto de
la realidad, fenómeno natural, filosófico, etc.
Estos primeros argumentos atentan contra la
anterior máxima latina.
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