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Año 11 /Noviembre - Diciembre/ No. 66 U.M.S.N.H.
oponible de la mano;
otro cambio se operó en
el genoma que modificó
ligeramente la cadera,
empujando nuevas liga-
duras de los músculos
que requerían una nueva
posición que, a base de
fisioterapia primigenia,
nos condujo a caminar
erguidos; otro cambio
condujo a expandir las
cuerdas vocales incre-
mentando la diversidad
de sonidos emitidos y
la combinación casi in-
finita de estos, al menos
comparado con los soni-
dos emitidos por otras
especies; otro cambio
nos dotó de la posibili-
dad de degradar los azú-
cares de leches distintas
a la nuestra —al fin so-
mos mamíferos, no lo
olvidemos— lo que nos
dio una fuente inespera-
da de energía.
Finalmente, otra
mutación le dio sentido
a todas las anteriores:
tenemos un cerebro más
desarrollado que otras
especies, capaz de reali-
zar nuevas conexiones neuronales, antes imposi- tió «olvidar» por un rato los terribles dolores de su
bles. Ese nuevo cerebro «imaginó» herramientas condición genética.
que suplieran nuestras limitaciones físicas y se en- Pero todo esto no tiene sentido si no pode-
contró con manos capaces de adquirir ese papel; mos comunicar nuestras nuevas y valiosas expe-
liberar las manos tiene sentido si se independizan riencias. La sofisticación del sonido generó un len-
del andar, de tal manera que aquellos monos capa- guaje preciso para comunicar lo aprendido, y como
ces de caminar erguidos por culpa de un muy dolo- lo aprendido era cada vez más complejo, el lengua-
roso defecto físico, pronto le encontraron ocupa- je fue haciéndose más sofisticado para represen-
ción, a la manera de Niccolò Paganini y su defecto tar todo lo que íbamos inventando. Comunicar lo
dactilar que lo llevó a lograr posiciones increíbles aprendido requiere nexos, más allá de los biológi-
sobre las cuerdas del violín, y que seguro le permi- cos, de manera que un cerebro capaz de imaginar
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