Lo que no mata, engorda: La resistencia de las plagas a los insecticidas

Escrito por Saúl Pardo-Melgarejo, J. Concepción Rodríguez-Maciel y Samuel Pineda-Guillermo

Cuando las personas escuchan la palabra resistencia, pueden percibir cosas diferentes. Para
algunos, este término se refiere a la capacidad de soportar lo agotador que puede resultar
participar en un evento deportivo. Otros podrían pensar en un concepto relacionado con
aguantar las dificultades de la vida. Sin embargo, en este artículo nos vamos a referir a la
resistencia de las plagas a los plaguicidas, explicándoles cómo surgen y se diseminan las
impresionantes capacidades de las plagas para desarrollar resistencia a insecticidas, sus
efectos adversos en el ambiente y en nuestra salud. Expondremos las medidas que el agricultor
debe ejecutar para prevenir o mitigar las consecuencias de este fenómeno evolutivo.
La resistencia a insecticidas
Hay un dicho popular que dice «Lo que no mata, engorda». Este dicho hace alusión al
hecho de que, si alguna persona consume o ingiere algún alimento de dudosa calidad o
procedencia y no le causa ningún daño, entonces fortalece su cuerpo. Cuando una plaga ya no
es controlada con aplicaciones correctas de plaguicidas, es de suponer que ha desarrollado
resistencia a esos insecticidas. El fenómeno de resistencia se define como «la falta de control
en campo de una población a la dosis originalmente efectiva debido a la selección de
caracteres genéticos heredables».
Melander, de la Estación Experimental Agrícola de Washington, publicó en 1914 el primer
caso de resistencia a insecticidas. Los revisores consideraron que el título de su manuscrito
debía modificarse, de lo contrario no lo publicarían, pues no existía evidencia alguna de que
una plaga fuera capaz de desarrollar resistencia a insecticidas. Es la razón por la cual su
trabajo se publicó con el título ¿Pueden los insectos volverse resistentes a las aspersiones? Ahí
se presentaron las evidencias objetivas de que la escama de San José, causada por
Quadraspidiotus perniciosus (Comstock), ya no podía ser controlada por el sulfuro de calcio; la
dosis comercial solo eliminaba el 10 % de esa plaga. Esta fue la primera alerta sobre la
existencia de capacidades extraordinarias en las plagas para sobrevivir a aspersiones
altamente tóxicas. Actualmente, según la base mundial de datos sobre casos de resistencia a
insecticidas en condiciones de campo que tiene la Universidad Estatal de Michigan, Estados
Unidos, en todo el mundo existen 17 861 reportes de resistencia a diversos insecticidas
en 628 especies de artrópodos plaga.
Pero, ¿cómo una población de organismos desarrolla resistencia?
En el ADN de los organismos están «escritas» las características genéticas del individuo.
Para fortuna de la existencia de la vida en la tierra, el ADN no es estático, pues experimenta
mutaciones que son fuente original de la variación genética que permite a los seres vivos
hacer frente a las fuerzas de la selección natural. Existen mutaciones que le permiten al
organismo llevar una vida «normal», a pesar de que el agricultor aplique una dosis de
plaguicida que mata a aquellos que no poseen esa ventaja. En subsecuentes generaciones
sometidas a las aplicaciones de estos agroquímicos, irán aumentando la frecuencia de

individuos resistentes hasta que se hace evidente, ya que la población es resistente. Sin
necesidad de hacer evaluaciones, el productor sin ambigüedad observa que el avance
implacable de la plaga devasta al cultivo. Pero ya es tarde para remediar el problema. Por
ejemplo, el acaricida bifenazate, que se recomienda a dosis de 1.0 kg/ha, no puede matar a
algunos individuos que, en condiciones de laboratorio, reciben el equivalente de 100 kg/ha.
Nadie en su sano juicio podría aplicar dicha cantidad, pero deja de manifiesto la impresionante
capacidad que tienen para vivir y reproducirse aún en presencia de aplicaciones de
agroquímicos.

Consecuencia de la resistencia de las plagas a los plaguicidas
«En la ignorancia sobre el combate químico descansa el uso irracional de insecticidas».
Esta frase es del segundo autor de este artículo, y hace alusión a que los principales problemas
del desarrollo de resistencia en una especie plaga, se debe al uso desmedido de los
insecticidas que conllevan a la incapacidad de mantener a las plagas a una densidad tolerable.
La resistencia a insecticidas es un fenómeno evolutivo que nos preocupa a todos:
agricultores, jornaleros y sociedad en general. Al agricultor le cuesta mucho dinero «controlar»
plagas resistentes a insecticidas. En México, se han tenido amargas experiencias al no poder
controlar las plagas resistentes debido a que el dinero ya no alcanzó. Esos fueron los casos de
la desaparición del algodonero en Apatzingán, Michoacán y en Tapachula, Chiapas. Por
este problema, la superficie sembrada de algodonero en el norte de Tamaulipas pasó de 450
000 ha a tan solo 200 ha. Dichas zonas agrícolas, que habían ocupado muchos jornales, se
empobrecieron por falta de fuentes de empleo.
En los últimos años, a consecuencia de la pandemia que ocasionó el coronavirus, el
aumento de precio en todos los productos fue significativo, y los productos químicos no fueron
la excepción, aun más, por el hecho de que son obtenidos del extranjero. Si un productor
gastaba 10 pesos para controlar a una plaga, a consecuencia de la baja eficiencia por la
resistencia al insecticida y la preocupación por controlarlo, se incrementaba a 20 pesos, pero
esos 20 pesos en los últimos dos años incrementaron a 60 pesos, amenazando la rentabilidad
del cultivo.
Enfrentarse a plagas resistentes incrementa el riesgo a la salud de las personas que
aplican los plaguicidas; los jornaleros deben ingresar a los campos de cultivo a realizar sus
actividades normales. En ese proceso, su cuerpo entra en contacto con el follaje tratado con
dosis de agroquímicos mucho más altas de las recomendadas. Tanto los que aplican los
productos químicos, como el resto de jornaleros, regresan a sus casas «cubiertos» de
residuos tóxicos. Así como llegan, abrazan a sus hijos, cargan a sus bebés, exponiéndolos a
un peligro mayor, pues son menores de edad que aún no tienen su sistema inmune
desarrollado. La exposición a plaguicidas en las mujeres lactantes, también puede exponer a
los bebés a sustancias tóxicas vía ingestión de leche materna.
No existe un sistema de vigilancia que alerte de la presencia de residuos peligrosos de los
alimentos que vienen del campo. Las personas que preparan los alimentos generalmente
los lavan antes de cocinarlos, pero en su mente está eliminar la suciedad propia de la
exposición al ambiente durante el transporte y el proceso de venta al consumidor. En
consecuencia, no se siguen las recomendaciones para que el lavado elimine los residuos
de plaguicidas. Los bebés, niños, ancianos y personas inmunocomprometidas, tienen más
riesgo de sufrir las consecuencias como leucemia, envejecimiento prematuro, reducción de la
cantidad y calidad de los espermas, entre otros.
Este problema también genera efectos adversos al ambiente, pues se incrementa el
riesgo de contaminación de los cuerpos de agua y de mortalidad de organismos no
blanco como los polinizadores. La vida tal como la conocemos no sería posible sin la
existencia y participación de los polinizadores, pero los plaguicidas están diezmando sus
poblaciones. A pesar de esta extensa lista de daños causados por los insecticidas químicos, su
producción global incrementó 11 % por año desde 1950, alcanzando 5 millones de toneladas en
el 2000.

¿Existen soluciones a la resistencia de las plagas a los plaguicidas?
La mejor forma de prevención del fenómeno de la resistencia en los organismos plaga
consiste en usar el Manejo Integrado de Plagas (MIP), que incluye esquemas de manejo de la
resistencia como la rotación de productos que no sean afectados por los mismos mecanismos
de resistencia y no aplicar más de dos veces por temporada, agroquímicos que tengan el
mismo modo de acción y evitar el uso de plaguicidas de amplio espectro. El MIP se apoya en
todas las alternativas que pueden integrarse en un escenario económico, social y
cultural como el combate químico, control biológico, control cultural, control etológico,
control mecánico.
En México, los investigadores del Instituto de Investigaciones Agropecuarias y Forestales
de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, del Instituto Nacional de
Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, y del Colegio de Posgraduados, realizan
diversas investigaciones enfocadas a prevenir, mitigar o revertir el fenómeno de la resistencia
de los artrópodos plaga. Por ejemplo, para el psílido asiático de los cítricos, una de las plagas
más importantes de la citricultura mundial, estas instituciones han desarrollado pruebas de
diagnóstico de resistencia que duran tan solo 30 minutos y no 30 días como se ha hecho en el
mundo.
Saúl Pardo-Melgarejo. Estudiante del Programa de Doctorado en Ciencias en
Entomología y Acarología del Colegio de Postgraduados. Montecillo, Texcoco, Estado de
México. Investigador Agrícola en el INIFAP-CIRPAC, Campo Experimental, Valle de
Apatzingán, Michoacán.
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J. Concepción Rodríguez-Maciel. Profesor-Investigador Titular, Posgrado en Fitosanidad-
Entomología y Acarología, Colegio de Postgraduados, Campus Montecillo, Texcoco, Estado

de México.
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Samuel Pineda-Guillermo. Profesor-Investigador, Laboratorio de Entomología Agrícola,
Instituto de Investigaciones Agropecuarias y Forestales, Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo. Morelia, Michoacán.
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