¿Cómo funcionan nuestras emociones?

Escrito por Kenia Flores-Cárdenas y Ferran Padrós-Blázquez

Las personas somos seres emocionales, es decir, con cierta frecuencia experimentamos emociones como tristeza, miedo, ira, alegría, entre otras. En el presente artículo definimos y explicamos qué son y qué utilidad tienen las emociones; subrayamos que las emociones han tenido y tienen un gran valor adaptativo; y describimos tres componentes: valencia, activación y dominancia, que se han identificado en la emoción.

¿Qué es una emoción?

Una emoción puede definirse como una experiencia subjetiva-afectiva de alta intensidad y de corta duración, acompañada de reacciones en el organismo que experimenta una persona (también otras especies) frente a ciertos estímulos, los cuales motivan y preparan al individuo a realizar comportamientos que favorecen la adaptación frente a una situación. Es importante distinguir entre emoción, estado de ánimo y afecto. El afecto es un concepto que incluye la emoción y el estado de ánimo. Por otro lado, el estado de ánimo es un estado afectivo de media o larga duración, baja intensidad y no está relacionado con ninguna situación particular; en cambio, las emociones se caracterizan por ser de corta duración, muy intensas y por ser provocadas por una situación particular (por ejemplo, una excelente o una pésima noticia). Además, las emociones van acompañadas por una respuesta del organismo muy notable y de una expresión facial reconocible por otras personas.

También se han señalado otras diferencias referidas a la información que ambos tipos de afecto proporcionan. Las emociones informan sobre el entorno, por ejemplo, si hay un potencial refuerzo (algo apetitivo, deseable) o una posible amenaza; mientras que los estados de ánimo aportan información respecto a cómo nos encontramos («si estamos más o menos bien o mal»).

Emociones y supervivencia

Las emociones tienen un gran valor adaptativo, al respecto, Darwin en su teoría evolutiva subrayó que los seres vivos deben adaptarse a los cambios del entorno. En este sentido, el papel de la emoción es fundamental, debido a que propicia conductas que favorecen la supervivencia o la reproducción de nuestros genes.

Por ejemplo, los primeros homínidos formaron una estructura social donde un grupo se dedicaba a la recolección de alimentos, lo que trajo consigo una nueva organización social, ya que el grupo se establecía por periodos prolongados en ciertos lugares, pero también porque debían atender otras necesidades como la protección, el desarrollo y el cuidado de los congéneres, entre otras. Todo ello fomentó el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas vinculadas con la expresión e interpretación de las emociones.

Las emociones nos han servido para adaptarnos al mundo que nos rodea, es decir, si lo pensamos con detenimiento, las emociones son un gran mecanismo que nos guía a actuar de una manera que incrementa nuestra probabilidad de supervivencia o la de reproducirnos y, además, han estado presentes incluso mucho antes del inicio de la humanidad.

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¿Cómo están formadas mis emociones?

Se han distinguido tres dimensiones de la emoción:

 

La valencia afectiva, la cual puede ser apetitiva o aversiva en función de cómo evalúe la persona la situación (agradable o desagradable); de esta manera, la persona realizará conductas de acercamiento o de evitación, huida o protección.

 

La activación o arousal alude a la cantidad de excitación que la persona experimenta y frecuentemente se puede traducir en la energía que va a requerir para realizar conductas de acercamiento o alejamiento; esa energía es producto de la actividad metabólica y de la activación neuronal de nuestro sistema de motivación.

 

La dominancia, es la dimensión más reciente e implica la activación de ciertas áreas corticales que regulan funciones cognitivas más complejas, las cuales se desarrollaron en las últimas etapas de la evolución humana. La dimensión de dominancia hace referencia al grado de control que la persona percibe sobre su respuesta emocional frente a cierto suceso o estímulo, de modo que puede percibir que la emoción la controla o la desborda.

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Manejo o regulación emocional

El control absoluto de las emociones es prácticamente imposible, por ello, se habla de manejo o regulación de las emociones. La regulación emocional se refiere a la capacidad que tienen las personas para manejar las emociones de forma adecuada. Frecuentemente, cuando experimentamos una emoción frente a varios acontecimientos o circunstancias, reaccionamos de forma casi inmediata poniendo en marcha estrategias como «respirar profundamente», «contar hasta diez», recordar consignas internas, o hablar con algunas personas de confianza, esto con la finalidad de modificar nuestro estado emocional. Dichas acciones se pueden concebir como estrategias adaptativas de regulación emocional.

Es importante señalar que, aunque las emociones son esenciales para nuestro funcionamiento, después de un primer momento en el cual son de gran utilidad adaptativa, es deseable regular la emoción teniendo en cuenta que la prolongación excesiva de la misma (especialmente emociones negativas), puede tener consecuencias negativas. La regulación emocional se ha concebido como el conjunto de procesos a través de los cuales las personas influyen sobre la emoción experimentada (intensidad y duración) y el comportamiento que realizamos derivado de la misma, como lo describen Hervás y Vázquez (2006).

Lang (1995) sugirió que las emociones son disposiciones que guían nuestras acciones, las cuales están supeditadas a la interpretación de cada persona frente a las diferentes situaciones. Esto quiere decir que la manera en que reaccionamos ante cierta situación, lugar o persona, está relacionada con nuestra capacidad de regulación emocional, la cual aparece en la infancia y se sigue desarrollando hasta la vejez, por lo que aprender, desarrollar e implementar estrategias de regulación emocional, es esencial para poder obtener la información relevante que surge de experimentar la emoción y, posteriormente, es importante dejar que esta se diluya para no quedar atrapado en la misma.

Uno de los principales autores sobre la regulación emocional, distingue entre dos tipos de estrategias: Las que se centran en el entorno (o externo) y la que se enfoca en la emoción experimentada.

Las estrategias para la regulación emocional se consideran desadaptativas cuando no son eficaces respecto a modificar el entorno de manera que resulte favorable, por ejemplo, la persona se comporta de forma agresiva o se inhibe ante situaciones en que no es pertinente dicho comportamiento. También cuando las emociones o estados de ánimo negativos a medio o largo plazo se prolongan, aunque algunos de ellos pueden resultar funcionales a corto plazo. Por ejemplo, algunas personas utilizan la evitación, que consiste en tratar de no tener pensamientos o imágenes mentales desagradables. La supresión, que alude a que una vez se tienen en mente pensamientos o imágenes específicos la persona trata de eliminarlos; o implementan, la represión emocional que se refiere a los esfuerzos que hacen algunas personas por no experimentar emociones negativas, tal es el caso del consumo de sustancias de abuso, estrategias que en un primer momento pueden resultar «efectivas» (la persona se siente aliviada). Sin embargo, el abuso de las mismas acaba teniendo efectos perjudiciales en las personas, ya que incrementan, paradójicamente, la frecuencia de los pensamientos, imágenes y emociones negativas, pudiendo favorecer la aparición de trastornos mentales como ansiedad, depresión, entre otros.

Por otro lado, se puede hacer uso de estrategias adaptativas cuando dan lugar a comportamientos que son adecuados en el contexto en que se encuentra la persona, por ejemplo, un individuo actúa de forma asertiva en una situación donde sus derechos se vulneran, actuando de forma respetuosa con los derechos del otro y, al mismo momento, solicita que se restauren los propios. Respecto al manejo interno, la persona realiza acciones que reducen la intensidad y la duración de las emociones negativas (e incrementa las positivas), puede, por ejemplo, hablar con un amigo, analizar la situación o imaginarse escenas positivas.

Algunos autores conciben que la regulación emocional estaría situada entre dos polos desadaptativos. El polo de la ausencia de regulación o descontrol total se caracteriza porque la persona se deja llevar por los impulsos sin freno, se parece a lo que Freud denominó como Ello; como principal consecuencia, frecuentemente la persona experimenta estados emocionales intensos y cambiantes (predominando los negativos) que se relacionan con trastornos depresivos y algunos trastornos de personalidad. El otro polo se caracteriza por una tendencia excesiva a tratar de controlar las emociones (lo que llamó Super yo), lo cual se asocia a la experimentación de altos niveles de ansiedad y depresión a largo plazo. Situándose en la zona central, se encontraría la regulación emocional adaptativa.

 

  ¿Qué emoción predomina en tú caso?

Las emociones, incluso las negativas, son estados que hacen que nos predispongamos a realizar una acción que incrementa las probabilidades de supervivencia. Estas han tenido un papel fundamental en nuestra evolución y son una importante guía de nuestras acciones.

A lo largo de este escrito hemos visto cómo se conforman las emociones, qué funciones tienen y cómo pueden ser reguladas. En este sentido, se pueden identificar tres principales estilos de funcionamiento respecto al manejo de las emociones, a saber: la ausencia de regulación o desregulación total, la regulación afectiva desadaptativa (haciendo uso de estrategias que tienen efectos negativos a medio y largo plazo) y, por último, la regulación afectiva adaptativa. ¿Has pensado cual predomina en tú caso?

 

 

Para Saber más:  

Hervás G., Vázquez C. (2006). La regulación afectiva: modelos, investigación e implicaciones para la salud mental y física. Revista de Psicología General y Aplicada, 59(1-2), 9-36. https://www.researchgate.net/publication/235428353_La_regulacion_afectiva_Modelos_investigacion_e_implicaciones_para_la_salud_mental_y_fisica

 

Lang P. J. (1995). The emotion probe: Studies of motivation and attention. American Psychologist, 50(5), 372-385. https://doi.org/10.1037/0003-066X.50.5.372

 

Vila J., Sánchez M., Ramírez I., et al. (2001). El Sistema Internacional de Imágenes Afectivas (IASP): Adaptación Española, Segunda Parte. Revista de Psicología General y Aplicada, 54(4), 635-657. https://www.researchgate.net/profile/Sonia-Rodriguez-Ruiz/publication/233721592_El_Sistema_Internacional_de_Imagenes_Afectivas_IAPS_Adaptacion_espanola_Segunda_parte/links/550e7d710cf27526109dc706/El-Sistema-Internacional-de-Imagenes-Afectivas-IAPS-Adaptacion-espanola-Segunda-parte.pdf

 

Kenia Flores-Cárdenas. Estudiante de la Maestría en Psicología, Facultad de Psicología, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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Ferran Padrós-Blázquez. Profesor-investigador de la Facultad de Psicología, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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