Las redes sociales parecen ser la forma más perfecta y acabada del «panoptismo», en donde las personas pueden ser controladas si creen que están siendo observadas constantemente. El uso de las redes sociales lleva a una gran capacidad de obtener información muy precisa sobre cada uno de nosotros, por lo que estamos expuestos al conocimiento público, con un alcance de vigilancia colectiva. El sistema virtual es un espacio donde somos vigilantes y vigilados, desde cualquier dispositivo digital. Esto lo conocemos como «posición panóptica», creando una cultura en donde la visibilidad es poder que se relaciona con la aceptación social por parte de los que nos observan. En este artículo te expongo lo que ocurre con esa vaga sensación de esta aceptación social, perdiendo nuestra privacidad.
Palabras clave: panoptismo, redes sociales, visibilidad.<
Tania Avalos-Zetina Somos los primitivos de una nueva era, dominada por el «panóptico digital». Las redes sociales han cobrado especial relevancia al sustituir las interacciones personales por interacciones digitales dentro del esquema de la denominada «nueva normalidad». Michel Foucault sostiene que, dentro de la sociedad disciplinaria, se utiliza la visibilidad como herramienta de coerción social y el poder se ejerce en la medida que la sociedad se sepa observada y vigilada. Así, la estructura del «panóptico» funciona como un aparato de control social. No obstante, en la era de las redes sociales ocurre un fenómeno opuesto, el poder es ejercido por aquellos que son socialmente visibles a través de las redes sociales, lo que se traduce en un ejercicio de poder mediático, económico, político y social; en este aparato de control social la visibilidad es poder. En 1975, el filósofo francés Michel Foucault publicó el libro Vigilar y Castigar: Nacimiento de la prisión que, junto con otros escritos, cambió la forma de analizar el poder de las ciencias sociales. En esta obra se define la modernidad como una época caracterizada por la vigilancia y el control. Fue entonces cuando las estrategias para domesticar al sujeto alcanzaron su máximo refinamiento: instituciones como la escuela, el hospital, la fábrica y la prisión se perfeccionaron con el propósito de mitigar la diversidad humana y modelar individuos aptos para las actividades productivas. La finalidad última era encauzar a los individuos mediante la domesticación de su cuerpo, el dominio de su comportamiento y la contención de sus deseos hacia una vida enfocada primordialmente en la producción. Para garantizar el buen funcionamiento de la sociedad disciplinaria, era necesario que el individuo se supiera observado, que lo persiguiera el temor constante a que el vigilante tuviera conocimiento de sus actos, pues la conciencia de permanecer en un estado de visibilidad continua es la que lleva al individuo a ejercer el autocontrol, es decir, a aplicar sobre sí mismo las pautas de disciplina diseñadas para docilitarlo. Esto es, hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción. Michel Foucault, en 2002, se basó en el modelo del «panóptico» de Jeremy Bentham para explicar la sociedad moderna: la idea de un espacio carcelario en el que los presos quedaban expuestos siempre a la mirada de un guardián oculto en una torre de vigilancia, representaba una metáfora perfecta para aludir a una sociedad en la que la visibilización del individuo se revela como la más eficaz herramienta de coerción social; este dispositivo podía ser utilizado como máquina experimental para modificar el comportamiento humano, encauzar o reeducar la conducta de los individuos. Actualmente, es probable que el despliegue de las redes digitales de comunicación esté facilitando la forma más perfecta y acabada de «panoptismo». Desde que se empezó a reflexionar sobre cómo las nuevas tecnologías permiten la captura masiva de datos de los usuarios, se han desarrollado muchos intentos de teorizar sobre este fenómeno. Nunca había sido posible obtener información tan precisa sobre cada uno de nosotros, en ninguna otra época habíamos estado tan expuestos al conocimiento público. La importancia adquirida por los sistemas de reputación digital pone en evidencia el alcance de los nuevos mecanismos de vigilancia colectiva. El mundo contemporáneo ha transformado la arquitectura carcelaria del «panóptico» en un sistema virtual: las redes sociales, un espacio donde la mutua observación ha sido consensuada y los vigilantes piden ser vigilados. Desde la comodidad de cualquier aparato digital, cada individuo posee una posición panóptica, no hay un solo centro, sino que este se encuentra en todas partes a la vez: el vigilante vigila en la medida que es vigilado. Sin duda, esto se ha logrado construyendo una cultura mediática con una consigna aspiracional clara: la visibilidad es poder. Las redes sociales como Facebook, TikTok, Twitter, Instagram y YouTube, responden a esa necesidad, creando una sensación de valor a la vida que se obtiene con la aceptación social que se recibe por parte de aquellos que nos observan. Pero el costo ha sido alto, pues hemos tenido que sacrificar nuestra privacidad por una vaga sensación de relevancia y sentido de aceptación social. En internet, el control centralizado sobre los comportamientos ha ido perdiendo protagonismo en beneficio de formas de supervisión multitudinaria. Nuestro prestigio ya no deriva de instituciones formales, sino que está condicionado por la visión que los usuarios conectados en línea ofrecen sobre nosotros; nuestra reputación digital depende de las puntuaciones, de los comentarios recibidos sobre nuestras creaciones y del número de reproducciones en nuestros videos a través de las distintas redes sociales. En este mismo sentido, Juan Villoro, en 2016, aseveró que la comunicación en red ha permitido acceder en forma instantánea a numerosas fuentes informativas, beneficio decisivo para sociedades autoritarias o periféricas. Sin embargo, también ha traído conductas que rompen el trato cívico, produciendo un nuevo salvajismo al no entender las responsabilidades que comporta un sistema operativo novedoso, como es el caso del uso de las redes sociales. Cabe mencionar que se vuelve una situación peligrosa cuando las redes sociales sirven para comunicar antes de que el usuario pueda tomar conciencia de los contenidos que hace públicos. Un espacio donde millones de personas se integran al torrente de las redes sociales, confirmando que en la sociedad mediática nada importa tanto como ser visible —ser viral—, una época donde las redes sociales permiten que la intimidad se vuelva pública, dando testimonio de nuestra vida privada; en tanto que, el secreto, la ambigüedad, la discreción y las veladuras, formas esenciales de la comunicación, son sustituidos por la franqueza sin trabas de la transparencia, de acuerdo a lo descrito por Byung-Chul en 2013. Por lo anterior, podemos afirmar que las redes sociales que se usan cotidianamente son esencialmente panópticas. Al informar sobre lo que se está leyendo, haciendo o pensando, los usuarios quedan al descubierto ante las masas. Más aún, los usuarios optan por activar mecanismos de reporte automático que detallan el lugar preciso donde fue tomada una foto o desde donde se hizo una actualización de estado. Muchos activan estos mecanismos para obtener servicios basados en localización que les facilitará encontrar un restaurante cercano o recordar, posteriormente, donde fue tomada aquella fotografía. No obstante, el precio a pagar quizá sea demasiado alto, puesto que todos sus datos personales y sus rastros digitales están siendo almacenados en el servidor de alguna empresa, sobre el cual no tiene control el usuario. Al tener un historial completo sobre las actividades que realiza cada persona, se pueden aplicar técnicas de minería de datos para obtener relaciones no triviales y observar patrones de comportamiento, conocer preferencias de lectura, tendencias políticas, creencias religiosas, hábitos de consumo, personas frecuentadas y, por supuesto, determinar si alguien tiene tendencias contrarias a los gobiernos en turno. Quizá, lo más irónico es que nosotros mismos contribuimos de forma voluntaria —aunque inconsciente— a proporcionar información para que podamos ser vigilados tan minuciosamente. Byung-Chul Han, en 2013, refiere que las redes sociales son un presidio donde los reclusos construyen su propio encierro y se exponen en una especie de mercado panóptico en el que se venden y consumen intimidades. La sociedad de la transparencia implica la exposición de la intimidad, la confesión, el desnudamiento y la falta de distanciamiento. Está habitada por sujetos narcisistas, centrados en el «yo». A pesar de ser una sociedad de la información, no está garantizada ninguna verdad. Por el contrario, el exceso de información que generamos facilita el control y la vigilancia digital. Cada uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica en la medida que exponemos nuestra cotidianidad, inobservando sus consecuencias, poniendo en riesgo nuestra privacidad, seguridad e intimidad. El morador del «panóptico digital» es víctima y victimario a la vez. Las redes sociales se han convertido en una necesidad social. El confinamiento obligatorio propició hacerlas parte de nuestra cotidianidad para estudiar, trabajar o interactuar. No obstante, resulta paradójico que las redes sociales como herramienta eficaz para abrir espacios de libertad social y personal, estén contribuyendo al perfeccionamiento de la sociedad disciplinaria, haciendo posible la consolidación de un sistema de vigilancia distribuida con el que soñaría cualquier dictador, un sistema en el que todos permanecemos vigilados y en el que cualquier persona es susceptible de convertirse en un informante. El pensamiento de Michel Foucault y Byung-Chul Han, no es ajeno a nuestra realidad actual: la figura arquitectónica tradicional del panóptico ha evolucionado y ahora nos encontramos ante la presencia de un «panóptico digital» desde donde podemos ser observadores al tiempo que somos observados, mostrando solamente aquello que nos interesa que sea visible para los demás, dejando de lado la esencia de lo que realmente somos. Nos hemos dejado circundar por tecnologías aparentemente inofensivas, normalizando la intromisión a nuestra esfera de privacidad, entregando voluntariamente las llaves de acceso. De esta manera, resulta cuestionable dicha evolución digital, ya que genera la idea de que se tiene un espacio privado, cuando realmente toda la información es trazable mediante un rastro digital, aludiendo que el usuario es quien tiene el control. Los grupos sociales son cada vez mayores y aparentemente están más interconectados; no obstante, la cotidianidad demuestra que nuestra forma de vida está conduciendo al aislamiento individual y a ser cada vez más iguales. «En la era virtual, la vida ha quedado aún más lejos. Abismados en las pantallas, los esclavos despotrican para sentir que existen. Fascinados ante el espejo digital, se integran a la red donde todos se miran a sí mismos, reforzando sus cadenas» (Villoro, 2016). La idea original del «panóptico» continúa vigente hasta nuestros días, pero ahora muestra una variante digital: el poder es ejercido por aquellos que son socialmente visibles; la visibilidad en redes sociales representa un ejercicio de poder mediático, económico, político y social. En la era de las redes sociales, la visibilidad es poder.
Byung-Chul H. (2013). La sociedad de la transparencia. (R. Gabás, trad.). Herder Editorial. https://tinyurl.com/2cotm23e Foucault M. (2002). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores. https://tinyurl.com/2b73mrkg Villoro J. (2016). El narcisismo de los esclavos. Reforma. https://tinyurl.com/29ebpopu
Resumen
Estudiante del programa de Doctorado en Ciencias Jurídicas,
División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Morelia, Michoacán.
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El panoptismo y las redes sociales
Ser visible, ser viral
Control y vigilancia por el exceso de información
El panóptico y las redes sociales: visibilidad es poder
Año 13 / Número 78 / 2024
RECIBIDO: 16/06/2023; ACEPTADO: 29/11/2023; PUBLICADO: 31/01/2025