¿Por qué soñamos lo que soñamos?

Escrito por Erwin Rogelio Villuendas González

Los sueños constituyen uno de los fenómenos cotidianos más fascinantes, porque todos soñamos y porque escapan a una explicación fácil. Son una especie de estado especial de la actividad mental que tiene lugar mientras dormimos y de los que no sabemos más que lo que recordamos al despertar. Sobre este tema tan interesante versará este artículo en el cual describo, de manera breve, lo que los investigadores han logrado conocer de este fenómeno del que aún hay muchas cosas por descubrir.

Cuando se trata de sueños

Considera la siguiente situación: encuentras a un amigo por la calle y lo primero que te dice es que acaba de hablar con su abuela, que murió hace unos años, y que mientras platicaban le preparaba aquel platillo que tanto le gustaba, pero no en la cocina, sino en un parque, usando como utensilios lápices y desarmadores. Sería un poco extraño, ¿no? Tal vez pensarías que ese amigo ha perdido la razón, o que algo no está funcionando bien. Ahora imagina que te platica exactamente lo mismo, pero precedido por un «Anoche soñé que…». Nada extraño habría allí. Cuando se trata de sueños, no hay reglas. Todo se vale. En un sueño una persona puede ser varias personas a la vez, las cosas pueden ocurrir y no ocurrir al mismo tiempo, ¿las leyes de la física? Estas quedan abolidas, al menos mientras dure el sueño.

El tema de los sueños ha fascinado a la humanidad a lo largo de la historia. En El palacio de los sueños, el escritor albanés Ismail Kadare, imaginó un pueblo en el que se daba tanto valor a los sueños, que los ciudadanos estaban obligados a acudir a una oficina a relatar lo que habían soñado; una especie de burocratización de los sueños. Si te parece muy alejado de la realidad, piensa en el valor premonitorio que en ocasiones le seguimos dando a los sueños: una persona sueña que se encuentra con alguien más y días después se encuentran. ¿Cómo se explica? No tenemos una explicación completamente satisfactoria, aunque eso no quiere decir que no exista una. Pero antes de saber a qué se debe este fenómeno que de entrada puede parecer tan extraño, tenemos que hablar un poco sobre qué ocurre cuando soñamos.

 

 ¿Qué diferencia hay entre dormir y soñar?

Los humanos pasamos alrededor de la tercera parte de la vida durmiendo. Piensa que si llegas a vivir 90 años, habrás pasado más o menos 30 años con los ojos cerrados mientras duermes. Este tiempo cambia entre las distintas especies, puesto que hay las que duermen poco y las que duermen mucho. Esto depende, entre muchas otras cosas, de la actividad que realiza cada animal mientras está despierto (lo cual implica un gasto de energía) y de su relación con los otros animales con los que comparte un hábitat (los depredadores duermen más que los depredados). Algunos animales han llegado a soluciones tan extrañas como estar siempre despiertos, al menos con la mitad del cerebro. Además, a lo largo de la vida nuestras necesidades de sueño también cambian. Seguro has notado que mientras los bebés pueden pasar dormidos gran parte del día, conforme crece necesita dormir menos, pero esto no tiene que ver con que los adolescentes quieran dormir menos.

El sueño, entonces, es un estado en el que ocurren varios cambios respecto al estar despierto: los más evidentes son que dejamos de ver, en parte porque cerramos los ojos, y dejamos de movernos porque hay una parte del sueño en la que nuestros músculos pierden el tono, precisamente para descansar. Mientras estamos en ese estado a veces soñamos y, cuando lo hacemos, tenemos la extraña experiencia de estar viviendo algo como si estuviéramos despiertos, pero sin que eso esté sujeto a las reglas de la verosimilitud. Es decir, los sueños no tienen la obligación de parecerse a la realidad. A los sueños también se les llama ensoñaciones, término que es más preciso, pero menos común.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando soñamos?

Aunque hay muchas cosas sobre los sueños que aún no conocemos, en la segunda mitad del siglo pasado se desarrollaron varias herramientas de investigación que nos han permitido conocer muchas cosas sobre el sueño, por ejemplo, podemos estudiar la actividad eléctrica del cerebro gracias a la electroencefalografía. Sabemos también que cuando dormimos atravesamos por varios ciclos, cada uno con diferentes etapas. En otras palabras, más que dos estados posibles (dormido vs. despierto), hay una especie de continuo con niveles; cuando estás «somnoliento», ¿estás dormido o despierto? Y aquí ocurre algo en muchos sentidos paradójico: la etapa de sueño más profunda, que se conoce como fase MOR (Movimientos Oculares Rápidos), es una etapa en la que la actividad eléctrica del cerebro se parece mucho a la que tiene lugar durante la vigilia.

La fase MOR se consideró por mucho tiempo como aquella en la que ocurrían los sueños. Hace algunos años se realizaron experimentos en los que, a través de un electroencefalógrafo (aparato que registra la actividad eléctrica del cerebro), se vigilaba a personas dormidas y (cruelmente) se les despertaba en diferentes etapas del sueño. Se encontró que cuando se les despertaba en la fase MOR, era más probable que refirieran haber estado soñando algo. Ahora sabemos que en realidad los sueños pueden ocurrir en diferentes etapas del sueño, y que algunas de sus características se relacionan con la etapa del sueño en la que tienen lugar: los sueños de la fase MOR suelen ser más vívidos que los que ocurren en las fases No MOR. Algunos investigadores han considerado que los movimientos oculares que caracterizan esa fase, podrían ser movimientos «de exploración» durante la ensoñación, pero hay datos que no apoyan esta teoría por el hecho de que los movimientos oculares que caracterizan a la fase MOR también se presentan en personas con ceguera congénita.

Entonces, sabemos que los sueños o ensoñaciones pueden ocurrir en distintos momentos del sueño, pero ¿Por qué los sueños tienen ese contenido tan extraño y de dónde obtienen su «materia prima»?

 

¿Cómo se construyen los sueños?

El estudio del contenido de los sueños resulta complicado por varias razones. Lo que sabemos sobre los sueños es a partir de lo que las personas relatan al despertar, en consecuencia, no hay manera de verificar en qué medida estos relatos reflejan el contenido real de lo que se soñó. En otras palabras, el relato de un sueño toma forma a partir de lo que la persona recuerda (su memoria influye) y es una reconstrucción que se hace utilizando el lenguaje (su uso de la lengua también influye).

Una de las primeras estrategias que se usaron para estudiar los sueños fue a través de los diarios de sueños, en los que las personas escribían una narración sobre lo que recordaban haber soñado. Esta es una técnica que se sigue usando, aunque con algunos elementos modernos, ya que hay herramientas informáticas a través de las cuales la persona «platica» lo que soñó tan pronto como pueda, y esto en cierta manera disminuye el efecto de la memoria y del paso por la escritura.

Una de las teorías más conocidas sobre el contenido y la función de los sueños es la de Sigmund Freud. En su artículo «La interpretación de los sueños», propuso que el contenido de los sueños reflejaba deseos de los cuales la persona no era consciente, y que muchas veces tenían un contenido sexual. A partir de esta teoría, se considera que los sueños serían una especie de puerta a lo inconsciente y, por lo tanto, tendrían un gran valor en un proceso de psicoterapia en el que se busca que la persona haga conscientes esas partes de sí misma que no conoce.

En otros ámbitos de la psicología se ha estudiado más que una función de los sueños, por ejemplo, cuáles pueden ser fuentes de información identificables en la vida cotidiana de las personas. Se sabe, en particular, que el tono emocional general de los sueños puede ser, en cierto modo, una continuación del tono emocional en la vigilia: una persona que está sujeta a un nivel alto de estrés mientras está despierta, puede tener sueños en los que predomina la ansiedad; esta especie de continuidad del estado emocional también puede tener lugar de una manera «complementaria» cuando alguien que experimenta una situación que le genera ansiedad, tiene un sueño que resulta un remanso de tranquilidad.

Entre las fuentes de información que se han identificado, se encuentran desde variables fisiológicas (como el funcionamiento de sistemas autónomos del cuerpo), hasta variables psicológicas (como personalidad, género, experiencias pasadas, recuerdos, preocupaciones, etc.). Hubo incluso quien investigó en qué medida la información presentada durante el sueño podría incorporarse al contenido de este (seguro alguna vez te ocurrió que la alarma del despertador se convirtió en tu sueño en el timbre de tu colegio). Aunque no se ha encontrado gran cosa, al parecer sí se puede incorporar información externa, pero en función de muchas otras variables que experimentalmente no se han logrado controlar.

La especulación sobre la construcción de los sueños no proviene exclusivamente de los investigadores en los campos de la medicina, la psicología y la antropología (entre otras). El escritor mexicano, Hugo Hiriart, en su libro Sobre la naturaleza de los sueños, propone una teoría que incorpora mucho de lo que sabemos sobre los sueños y propone algunas explicaciones que bien merecen ser tomadas en cuenta. Para Hiriart, hay una semejanza entre el contenido de los sueños y el discurrir de una conversación (o el discurrir del pensamiento). Piensa en una conversación típica entre amigos: se comienza hablando del clima, de allí se pasa a una anécdota relacionada con la salud de uno, de allí a algo que otro vio en las noticias, de allí a una anécdota relacionada con la televisión, de allí a un plan que alguno quiere proponer, etc. A ninguno nos parece que haya caos allí, porque hemos presenciado cómo se pasaba de una cosa a otra, pero si quitamos los elementos que conectan las historias, tenemos una lista de cosas que en apariencia no tienen relación, como las cosas con las que se construyen los sueños.

Aunque los especialistas no han logrado un consenso sobre la manera en que el cerebro «construye» un sueño, sí sabemos que muchas regiones de la corteza continúan «funcionando», en cierta medida, como en la vigilia, mientras que otras prácticamente no lo hacen. Cuando estamos despiertos, el curso de nuestro pensamiento depende de recuerdos de todo tipo («almacenados» en las regiones posteriores de la corteza cerebral) y de una especie de director que los trae a la mente, los organiza y les da sentido (depende esencialmente de la actividad de los lóbulos frontales). En el sueño, estas últimas estructuras están en cierto sentido inactivas, lo cual explica por qué el contenido puede ser tan extraño y en apariencia desorganizado. En ciertas enfermedades psiquiátricas, como en la esquizofrenia, se sabe que la función de los lóbulos frontales también está comprometida, lo cual podría explicar por qué el pensamiento de estos pacientes parece tan desorganizado, y por qué en cierta medida asemeja al contenido de un sueño.

Prueba construyendo tu propio sueño

La experiencia de soñar sabiendo que estás soñando tiene un nombre: sueño lúcido. En algunos casos, en los sueños lúcidos la persona no solo se da cuenta de que está soñando, sino que puede manipular el contenido del sueño a voluntad. No es lo que haremos aquí, pero sí podemos inventar una historia que tenga forma de sueño, para ello, necesitas lápiz y papel. En un lado de la hoja haz una lista de diez palabras, la condición es que cada una tenga alguna relación con la siguiente, por ejemplo, si tu primera palabra es «Árbol», la segunda podría ser «Manzana», la tercera «Rojo», etc. Una vez que tengas esa lista, del otro lado de la hoja haz una nueva lista, también de diez palabras, pero esta vez la condición es que cada una de ellas comparta algo de su forma con la siguiente, no del significado, sino de la forma. Por ejemplo, ambas palabras pueden tener el mismo número de letras, rimar, comenzar con la misma letra, etc. Procura cambiar el criterio para cada pareja de palabras. Una vez que tengas las diez palabras, vuelve a la primera lista. Ahora se trata de que construyas una historia en la que vayan apareciendo las palabras en el orden en el que están en tu lista; harás lo mismo con la segunda lista. Lo más probable es que la primera historia sea convencional, mientras que la segunda sea extraña, como un sueño. ¿Cuál es la explicación? Cuando dormimos (o cuando estamos somnolientos) el lenguaje no funciona igual, pero ese es tema para otro artículo.

 

Para Saber Más: 

De Koninck J. (2012). Sleep, dreams, and dreaming. En C. M. Morin & C. A. Espie (Eds.), The Oxford handbook of sleep and sleep disorders (pp. 150-171). Oxford University Press. https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780195376203.013.0009

 

Hiriart H. (1995). Sobre la naturaleza de los sueños. México: Era. https://www.edicionesera.com.mx/libro/sobre-la-naturaleza-de-los-suenos_80257/

Hobson A. (1995). El cerebro soñador. México: Fondo de Cultura Económica. https://fce.com.co/producto/el-cerebro-sonador/

 

Erwin Rogelio Villuendas González. Facultad de Psicología, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán.

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