Depresión y Alzheimer ¿Coincidencia o convergencia?

Escrito por Silvia García y Christian Gabriel Toledo Lozano

Es frecuente que en la práctica clínica cotidiana nos encontremos con personas comúnmente de mediana edad y en mayor proporción mujeres que sufren depresión, siendo común que subestimemos este padecimiento e incluso que escuchemos frases como «échele ganas», «usted puede», «nada es para siempre», entre otras más, que solo generan mayor frustración y malestar en la persona afectada. Aquellos que presentan esta afección, además de tristeza, tienen otras alteraciones como pérdida del interés y reducción del disfrute de sus actividades, descuido de su aliño, cambios en el apetito y en el patrón del sueño, bajo nivel de energía, desesperanza, irritabilidad, minusvalía, culpa excesiva, entre otros, las cuales poco a poco impactan en el desempeño de sus actividades laborales, familiares, escolares, sociales y todas aquellas que realice la persona. Un aspecto del que frecuentemente se quejan estos pacientes es de tener «olvidos», el cual podríamos clasificar como benigno, ya que es habitual que al mejorar la depresión también mejore la cognición (esto es, la asimilación y procesamiento de la información mediante diversas funciones mentales); sin embargo, por todo lo que comentaremos a continuación, debemos ser más cautelosos respecto a esta aparente «benignidad».

 

Depresión con deterioro cognitivo

Un segundo grupo de pacientes, también en mayor proporción de mujeres mayores de 65 años, presentan deterioro cognitivo de tipo cortical donde, además de otras fallas relacionadas a la planificación, resolución de problemas, disminución del juicio, entre otras, el deterioro de la memoria es muy significativo; hay quienes pueden cursar en etapas tempranas este deterioro cognitivo con cuadros adicionales de depresión, por lo que no es infrecuente que se puedan manifestar ambos cuadros en una misma persona.

Un dato que en la práctica clínica nos ha llamado la atención, es que el primer grupo (solo depresión) frecuentemente suele llegar a la consulta quejándose, entre otras cosas, de sus olvidos —hasta un 40 % de las personas con trastornos depresivos lo llegan a describir como un problema importante que afecta su actividad cotidiana y, por ende, su funcionalidad—, en tanto que en el segundo grupo (depresión con deterioro cognitivo), la queja suele venir de las personas que cotidianamente conviven con ellos. Pero, ¿hasta qué punto estas dos enfermedades se vinculan o solo parecen coincidir?

Para responder esta cuestión, partamos de los hallazgos funcionales y anatómicos de ambos padecimientos. En la depresión se ha observado una disminución del grosor en la corteza del hipocampo, un área cerebral muy importante involucrada en la consolidación de la memoria, y alteraciones en sus conexiones con otras estructuras del cerebro, particularmente con el hipotálamo, la amígdala y el estriado ventral, lo que conlleva a una reducción en el metabolismo de la corteza dorsolateral y dorsomedial del lóbulo frontal y disfunción de los circuitos ascendentes serotoninérgicos, noradrenérgicos y dopaminérgicos. En el deterioro cognitivo por degeneración, que en el 90 % de los casos se debe a la enfermedad de Alzheimer, se inicia con el depósito de una proteína muy tóxica llamada beta amiloide en el hipocampo que, paulatinamente, va involucrando al resto del cerebro hasta afectarlo por completo, incluyendo los circuitos de diversos neurotransmisores como los relacionados con la serotonina, dopamina, noradrenalina y acetilcolina, esta última sustancia estrechamente relacionada con la memoria.

 

Relación de la depresión con la enfermedad de Alzheimer

En ambas patologías se ha encontrado un factor inflamatorio con un nivel variable de severidad y una atrofia en diversas estructuras del cerebro, con la fundamental diferencia de que en la depresión estos cambios son reversibles, siempre y cuando se trate adecuada y oportunamente, en tanto que en la enfermedad de Alzheimer, dichos cambios son progresivos e irremediablemente mortales.

Cada vez hay más evidencia respecto a que el hipocampo y sus conexiones son las áreas que se encuentran tempranamente afectadas en ambos padecimientos (con diversos niveles de afectación), coexistiendo la presencia del proceso inflamatorio ya mencionado, por lo que se aprecia que estas enfermedades tienen una conexión etiopatológica (relacionado a sus factores causales) común, o al menos una vinculación fisiopatológica cada vez más clara. Hay evidencias que apoyan esta propuesta, siendo la más contundente el riesgo aumentado que presentan las personas con depresión no tratada de padecer la enfermedad de Alzheimer en el futuro. De hecho, se ha descrito una condición clínica previa de este padecimiento llamada Deterioro Cognitivo Leve de Tipo Amnésico (DCLTA), dado que se ha observado una clara asociación con depresión de larga evolución que no fue tratada. Desde la perspectiva de la enfermedad de Alzheimer, estos pacientes en las fases tempranas suelen cursar con depresión que se había atribuido a una respuesta mal adaptativa de estos enfermos quienes aún se percatan de sus pérdidas cognitivas —entre ellas la memoria—, como habíamos mencionado. Sin embargo, también podría ser que los cambios en el hipocampo y otras estructuras cerebrales sean, al menos, corresponsables del trastorno del ánimo comórbido.

Una característica relevante del funcionamiento cerebral, es que presenta un cúmulo de circuitos neuronales interconectados y altamente especializados, los cuales son indispensables para las funciones cognitivas superiores. La plasticidad cerebral, que se refiere a los sucesos relacionados que permiten el incremento de las conexiones sinápticas y con ello la funcionalidad organizacional del cerebro, puede verse favorecida con un tratamiento efectivo para la depresión, donde se preserva la corteza del hipocampo de adultos mayores. No obstante, este beneficio, por el psicofármaco, desaparece en personas con deterioro cognitivo con enfermedad de Alzheimer, por lo que en este grupo de pacientes el tratamiento parece solo revertir los efectos de la depresión sin modificar la historia natural de la enfermedad neurodegenerativa.

La depresión no es un mal menor, es una constante que a la larga produce modificaciones funcionales y anatómicas en el cerebro, lo que obliga a un manejo especializado. En ambos escenarios, como podemos apreciar, diagnosticar y tratar oportuna y efectivamente la depresión, contribuye a mejorar la calidad de vida de los enfermos y, eventualmente, disminuye el riesgo de que los jóvenes deprimidos presenten la enfermedad de Alzheimer en el futuro.

 

 

Saber Más:

Demir E.A., Tutuk O., Dogan H. y Tumer C. (2019). Cap. 14. Depression in Alzheimer’s disease: The Roles of Cholinergic and Serotonergic Systems. In T. Wisniewski (Ed.), Alzheimer’s disease [223-236], Codon Publications. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK552148/pdf/Bookshelf_NBK552148.pdf

Mayo Clinic. (2019). Cuando la enfermedad de Alzheimer y la depresión van de la mano. https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/alzheimers-disease/in-depth/alzheimers/art-20048362?pg=2 

Rodríguez R.M., Martínez Santos A.E. y Rodríguez-González R. (2019). Depresión como factor de riesgo para la Enfermedad de Alzheimer: evidencias y papel de enfermería. Enfermería Global, 55, 612-627. https://doi.org/10.6018/eglobal.18.3.346711

 

Silvia García. Jefa de Servicio de Investigación Clínica, Centro Médico Nacional «20 de Noviembre», Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado, Ciudad de México.

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Christian Gabriel Toledo Lozano. Médico adscrito al Servicio de Investigación Clínica, Centro Médico Nacional «20 de Noviembre», Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado, Ciudad de México.

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