A ver, a ver... ¿Entonces, los jitomates son papas?

Escrito por Sabina Irene Lara Cabrera

Una de las actividades que hacemos los biólogos es clasificar a los seres vivos. Desde el principio de la civilización, las personas siempre hemos estado interesadas por los seres que se encuentran en nuestro entorno. En las comunidades rurales, por ejemplo, son grandes conocedores de muchos de los seres vivos con los que conviven diariamente, de allí que sepan para qué sirven, si se come o no, si son venenosos o no, en qué época del año se colecta, etc. Con el tiempo ha cambiado la manera de estudiar la vida, pues, inicialmente se pretendía «reflejar el arreglo divino» buscando la esencia de los seres vivos, misma que se creía era inmutable (no cambiaba); sin embargo, con Linneo, el gran botánico sueco, por ejemplo, hasta la intención de hacer de la biología una ciencia objetiva y repetible (como todas las ciencias) en el siglo XIX, se ha ido fortaleciendo hasta nuestros días.

 

La importancia de los nombres científicos

A la fecha, cerca de tres millones de seres vivos se han descrito con un nombre científico único y se ubican en una clasificación. Dar nombres no es tan simple como se pudiera pensar, ya que hay reglas estrictas que debemos seguir para lograr que sean únicos y universales, y que así los científicos en cualquier parte del mundo puedan identificar ese mismo organismo. Los nombres científicos se componen de dos palabras, la primera es el género y la segunda es el epíteto específico, por ejemplo, género Homo y el epíteto específico sapiens, pero deben estar juntos Homo sapiens y en letras itálicas o subrayadas, justo para distinguir que se trata de un nombre científico.

La nomenclatura moderna la ideó Carl von Linné (Carlos Linneo), un científico sueco del siglo XVIII. Su contribución fue importante por muchos aspectos, pero ahora destacaré dos: primero, logró homogeneizar la nomenclatura que antes era un poco caótica y, segundo, consiguió simplificarla, debido a que antes de Linneo, los nombres científicos podían ser de hasta 15 palabras en latín (el latín se conserva a la fecha).

Hoy en día los biólogos buscamos que la clasificación refleje las relaciones evolutivas, es decir, del ancestro con los descendientes, ya no buscamos una esencia inmutable, sino aquellos caracteres con valor evolutivo; esto poco a poco, resulta de la revisión de la clasificación de la vida.

Ahora bien, trabajamos con seres vivos que cambian, esto es que se modifican de una a otra generación, hay evolución; entonces, ¿por qué no habrían de cambiar también las clasificaciones conforme conocemos más de los seres vivos? En realidad, sí cambia la clasificación y la nomenclatura, así como nuestras concepciones. Un caso que me gusta mucho para ejemplificar esto, y se lo podrán atestiguar todos mis estudiantes, es el de la papa y el jitomate.

 

La papa y el jitomate: Parientes muy cercanos

Si pensamos en una papa, muy probablemente lo primero que nos vendrá a la mente es el tubérculo (un tallo modificado) que compramos en el mercado, ¿cierto?... Y si pensamos en un jitomate (no tomate), pensaremos en el fruto rojo carnoso que usamos en ensaladas, pico de gallo y demás. Habrá pocos que al pensar en una papa o en un jitomate, visualicen la planta completa. Pues, resulta que ambos están clasificados en la familia Solanaceae, familia de plantas con flores en la que también está el tabaco, tomate, chile, entre otras.

Aquellos que han visto las plantas de jitomate y papa me creerán que se parecen. Las únicas diferencias entre las dos, son la presencia de tubérculos en las papas, la coloración de los pétalos, el patrón de ramificación de las inflorescencias y la morfología de las anteras.

La papa tiene el nombre científico de Solanum tuberosum y el jitomate Solanum lycopersicum. ¿Cómo? ¿El mismo género?, y sí. La historia es interesante, en breve: Linneo nombró a los jitomates como Solanum lycopersicum en 1753, pero Miller en 1768 los nombró Lycopersicon esculentum, nombre que se usó por muchos años; cosa rara dado que en taxonomía tenemos la regla de prioridad, donde el nombre que se debe usar es el más antiguo y correctamente publicado, así que se debió usar el de Linneo. A la vuelta de los años, con cambios conceptuales y de evidencias para clasificar a los seres vivos se hace una filogenia del grupo, donde los jitomates se ubican al interior de la filogenia hermanos de las papas, es decir, incorporando conceptos evolutivos, se observa que las papas y los jitomates están cercanamente emparentados, los jitomates son papas, por así decir; además, como ya vimos, la prioridad es para Linneo.

Una vez que se conoce más sobre un grupo de seres y que se llega a la conclusión de que hay que hacer cambios nomenclaturales, entonces es momentos de considerar a los usuarios de esos nombres para adoptar el cambio, por una lado los biólogos y los taxónomos que, estando acostumbrados al cambio (dado que trabajamos con seres vivos), generalmente los aceptamos, aunque una clasificación nueva nos puede tomar algo tiempo en digerir. Pero, también están los usuarios no biólogos que utilizan los nombres, desde agricultores, mejoradores genéticos, jardineros y, en general, los amantes de las plantas, estos últimos, un público un poco menos afecto al cambio. Así que, en ocasiones, se pueden conservar nombres (nom. cons.), aunque sepamos que el nombre científico correcto es distinto. En este sentido, el nombre correcto de los jitomates es Solanum lycopersicum, pero el nombre conservado es Lycopersicon esculentum. No confundir, como mencioné, con los tomates, esos no son del género Solanum sino Physalis, pero esa es una historia para otra ocasión.

Para Saber Más:

«About the Solanaceae Family», Sol Genomics Network. https://solgenomics.net/about/about_solanaceae.pl

Peralta I.E. y Spooner D.M. (2000). «Classification of wild tomatoes: a review». Kurtziana, 28, 45-54. http://www.plantsoftheworldonline.org/taxon/urn:lsid:ipni.org:names:316947-2

Subramanian B., Gao S., Lercher M.J., Hu S. y Chen W-H. (2019). «Evolview v3: a webserver for visualization, annotation, and management of phylogenetic trees». Nucleic Acids Research, 47(1), W270-W275. (https://academic.oup.com/nar/advance-article/doi/10.1093/nar/gkz357/5494715)

Wu F. y Tanksley S.D. (2010). «Chromosomal evolution in the plant family Solanaceae». BMC Genomics, 11(182), 1-11. https://doi.org/10.1186/1471-2164-11-182 

Sabina Irene Lara Cabrera. Profesora e Investigadora de la Facultad de Biología, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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