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El año anterior inició usted con apoyos externos un proyecto de investigación relacionado con estudios sobre sismos ocurridos en el pasado en la región de Michoacán y sus efectos arqueológicos ¿qué le significa esto en su desarrollo como científico?

Es uno de los temas que más me han apasionado: hacer estudios del pasado involucrando más a nuestras culturas precolombinas que muchas veces las hemos dejado al margen de la ciencia. Me apasiona más porque cada vez que voy descubriendo cosas de los sismos pasados, me doy cuenta de que ellos ya tenían una concepción muy precisa de los sismos, y de ahí que mi proyecto se haya orientado hacia la Arqueosismología.

El proyecto trata de ir a buscar esos sismos que no hemos encontrado todavía, de los que no sabemos nada, para evitar que en el futuro pudiera decirse algo así como “esto nunca había pasado aquí en la región”. Porque hubo sismos muy violentos en Michoacán. Se dice (por ejemplo) que a Morelia no le pasaría nada porque está sobre roca, y es todo lo contrario, estamos conociendo de grandes sismos como los que ocurrieron aquí en la falda de La Paloma, donde se asentaron gente de la cultura pirinda, fueron sismos que causaron destrucciones y de los que quedaron enormes cicatrices a lo largo de esa loma. Los restos de los pirindas que los vivieron se encuentran bajo los escombros de los derrumbes generados por aquellos terremotos.

Si fuéramos a Tzintzuntzan, a su vez allá se encuentran testimonios de que las grandes culturas de Mesoamérica ya desarrollaban técnicas parasísmicas. Allí, en la zona del lago de Pátzcuaro, en la construcción de sus pirámides, para las bases de Tzintzuntzan, de Ihuatzio y de Pátzcuaro, tenían una técnica, que nosotros estamos llamando “engatillado”, para prevenir los sismos, sobre todo de los movimientos horizontales.

Fueron grandes concepciones de aquellas culturas que aquí nos precedieron. Ahora que, yendo más lejos, hacia el Distrito Federal, a Teotihuacán o a la región Maya… pues llegamos hasta el 2012 en que nos están diciendo que el quinto sol va a desaparecer por un gran terremoto.

Yo creo que todas estas son enseñanzas, no lo son para hacernos temer que en este 2012 vaya a desaparecer el mundo. Más bien, son legados que nos fueron dejando las culturas precolombinas para el estudio de los sismos y para la integración de nosotros mismos a este contexto de nuestra geología. Creo que esto es la parte más importante del legado de los mayas, de los mexicas y de todas las culturas precolombinas que nos dejaron un conocimiento muy profundo.

Yo simplemente estoy descubriendo aquellos sismos del pasado y quiero decir: Esto, sí ha ocurrido en el pasado, no una vez, sino dos, tres y posiblemente hasta cuatro veces con magnitudes muy superiores a lo que nuestras generaciones han visto. Es así que mi proyecto me apasiona muchísimo y yo creo que resultará también en evitar que se llegase a decir, sobre todo por autoridades: “esto nunca había pasado en Michoacán”.

¿Cómo nació en usted el deseo de ser científico?

Fíjese que esa pregunta me la han hecho y muchas veces no he sabido que responder. Yo provengo de una familia normal en Zitácuaro, mi padre nos enseñó a cultivar, a dedicarnos a ver la tierra, mis abuelos igualmente. De pequeño, la verdad nunca pensé que yo me fuera a dedicar a ser científico, afortunadamente mi padre y mi madre tuvieron la visión de decirme “no, tú debes de continuar estudiando”.

De esta manera, la parte científica me viene a nacer hasta que finalizaba mi carrera. Allá por el octavo semestre, mis profesores, que eran gente muy preparada que regresó del extranjero, fueron quienes me iniciaron a tener inquietud por la investigación.

Así, a partir del momento en que terminé mi carrera y que no conseguía trabajo (no tenía ningún padrino en aquel momento como sucede, en muchas ocasiones en México, malamente), ocurrió que en un pequeño congreso conocí al que era entonces el agregado cultural de Francia en México, quien escuchaba una ponencia que presenté como estudiante y me ofreció una beca para estudiar en Francia. Se abrió frente a mí un horizonte para lo que no estaba acostumbrado: el hecho de salir de México, por cuatro, cinco años.

La forma en que mis padres me habían hecho ver la vida no era la de un científico, como normalmente ocurre con los científicos que son hijos de científicos. Mi nacimiento en la ciencia ocurrió en la parte final de mi carrera de Geología, la que al iniciarla me di cuenta que esa era mi pasión: la Geología. Entonces, cuando me fue ofrecida una beca para hacer un doctorado en Francia, me dije: es mi oportunidad para adentrarme más en los estudios científicos.

En Francia, donde estuve un buen tiempo, mis profesores fueron grandes investigadores como el Prof. J. Auboin, uno que cimienta la Geología en el mundo, y el Dr. Javier Le Pichon, Marc Tardy . Todos ellos me enseñaron a llevar una investigación en forma muy estricta, muy crítica, muy ida hacia delante. Yo creo que esto último es algo que debemos transmitir a los jóvenes.

Yo no soy un científico que nace como muchos otros, yo nací en lo que es mi piel, en el color de la tierra.

¿Qué otras experiencias tuvo usted allá en Francia, en cuanto al desarrollo de su preparación superior?

Tuve muchas, la primera fue que mis profesores me adentraron en la Geología alpina, un escenario que yo no conocía y que ellos con sus conocimientos, su estricto control académico y el no abandono de sus estudiantes me enseñaron poco a poco a llevar un tema de investigación con pasión.

Me decían: “Víctor, un científico de primer mundo es bueno, pero un científico de América Latina es más bueno” y yo les preguntaba por qué, y respondían: “cuando ustedes traen las bases científicas las traen fuertes, pero aparte traen la parte sentimental”, y añadían que esto último muchas veces se olvida (en el primer mundo).

A México regresé luego de obtener mi doctorado y traté de abrir puertas, toqué aquí y allá y… no tuve muy buena suerte durante 6 a 8 años. Debí irme nuevamente de México, ahora a Italia, donde el profesor Sergio Pasquaré me abre las puertas de la Universidad de Milán, y con quien me quedé por 3 años como profesor asistente, primero haciendo un posdoctorado y después como su asistente.

Allá descubrí el mundo de los volcanes, que ahora junto con los sismos me apasiona. En esto hay una estrecha relación para México: México sin volcanes y sin sismos, no es México. Los mexicanos tenemos que convivir con los sismos y con los volcanes. No debemos temerles, debemos prepararnos, el gobierno debe hacerse responsable… y nosotros debemos integrarnos, porque insisto, el progreso de la ciencia en Michoacán está integrado a nuestros escenarios geológicos.

Sumado a los reconocimientos que ha recibido por su actividad profesional, en Michoacán le han sido otorgadas dos distinciones cívicas: la Presea Generalísimo Morelos y la Presea Suprema Junta Nacional Americana ¿Qué le significan?

Recuerdo las palabras que escribí y que leí cuando me honraron con la Presea Generalísimo Morelos. Yo insistí mucho en que debíamos de voltear hacia la Universidad Michoacana (en aquel momento no habíamos alcanzado los niveles que ahora tiene). Yo decía entonces que la presea me la dieron juntamente con una universidad privada, pero para mí, hubiera sido mejor haberla recibido junto con la Universidad Michoacana.

Dije en esa ocasión que el apoyo a la universidad pública, a la educación, debe ser prioritario. Yo no estoy en contra de las universidades particulares, pero estoy más a favor de la investigación y de la educación públicas. Y esta es la parte que más me preocupa: Me honraron muchísimo, pero mi preocupación es que lleguemos a darle más prioridad a una universidad privada que a una universidad pública.

El momento que estamos viviendo ahora, como universidad y como país, es sumamente crítico, porque no estamos confiando en la investigación, en la educación. Ahora esa situación es un lastre para México y en el momento que recibí esos reconocimientos, eso era mi preocupación: no estamos apoyando a la educación en México como debe de ser.

Uno de los lastres son los sindicatos… que en verdad están afectando mucho a la educación en México. Yo creo que a ellos y a sus aliados se debe, históricamente, juzgarlos por el mal que le están haciendo a la educación en nuestra nación.

¿Cómo fue hace 18 años su ingreso a la Universidad Michoacana?

Yo había estado fuera del país por circunstancias que no busqué, pero que poco a poco se fueron ajustando y que resultaron en una experiencia que yo no había considerado en mi formación. Regresar a México, a Morelia, constituyó, familiarmente hablando, mi proyecto de vida.

Regresé a la Universidad Michoacana con un proyecto académico concreto: llegar a desarrollar las Ciencias de la Tierra en esta Universidad. Ahora, en esto, el grupo de Ciencias de la Tierra que estamos aquí es muy sólido, tenemos ya un posgrado en Ciencias y Planificación Territorial.

Creo que hace 18 años yo no hubiera querido alcanzar más metas que las que he alcanzado hasta ahora. La inquietud de competitividad la debemos tener todos los científicos. La parte crítica de la ciencia es la que nos hace avanzar y… avanzar. Si no hay crítica en la ciencia, no hay ciencia.

Los 18 años que me ha albergado la Universidad Michoacana, para mí han sido cruciales en el desarrollo de Ciencias de la Tierra, y al decir esto hablo de todos mis compañeros aquí, tanto de los de Metalurgia como de los del Departamento de Ciencias de la Tierra. Veo como poco a poco hemos ido cimentando el proyecto que decidimos desarrollar a nuestra llegada hace 18 años.

¿Cuáles son sus gustos personales, sus aficiones?

Mi gusto personal es estar con mi familia, disfrutar conviviendo con mis hijas y con mi esposa, quienes me han enseñado amar; y si estoy solo, una de las cosas que más aprecio es tener un buen libro y escuchar buena música. Estos son mis grandes encuentros conmigo mismo y grandes momentos de reflexión.

Me gusta también correr, corro mucho, camino. No obstante que mi profesión requiere caminar, prefiero venir a la Universidad caminando que en carro, lo disfruto mucho, me encuentro conmigo mismo, es muy importante para mí.

Víctor Hugo Garduño Monroy, Es Doctor en Geología Estructural, Profesor-Investigador del Instituto de Investigaciones Metalúrgicas del departamento de Geología y Mineralogía, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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