La ciencia de la ciencia ficción

Escrito por Horacio Cano Camacho

«He visto cosas que nadie creería… Estallar naves en llamas más allá de la nebulosa de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». Este es el monólogo del replicante Roy Batty en una de las escenas más memorables del cine. La película Blade Runner, de donde lo tomamos, está basada libremente en el libro clásico de la ciencia ficción ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick; sin embargo, este pasaje no se encuentra en la novela, ni en el propio guion de la cinta, fue una improvisación del actor Rutger Hauer.

Roy Batty es un replicante, una especie de máquina biológica, construida en el laboratorio y programada para realizar cierto tipo de actividades, incluyendo tener una vida muy corta. Los replicantes hacen todo lo posible por imitar a los humanos, ya que tienen recuerdos, fotos de familia, sienten ira, tristeza, amor, algo que en teoría no debería suceder, porque son una creación humana destinada a cumplir su cometido y a desaparecer. Él, junto a otros de su tipo, se rebelan contra este destino por lo que son cazados por los humanos para «retirarlos». Al morir, pronuncia este discurso como una forma de expresar su apego a la vida y el triste fin de la misma.

Si revisamos el monólogo con ojos de astrónomo, no tiene sentido, puesto que la Puerta de Tannhäuser no es un cuerpo celeste, ni existen los famosos rayos C, ni en el espacio las naves estallan en llamas; sin embargo, ese pasaje ha trascendido a la película, al propio actor y a la historia que lo inspiró para instalarse en la cultura popular. A mí me llevó a buscar información sobre la nebulosa de Orión, la dichosa puerta de la que habla y a reflexionar sobre nuestra responsabilidad ética con las creaciones humanas. No estamos hablando de ciencia, estamos en el dominio de la ficción.

Según Isaac Asimov, «la ciencia ficción es esa rama de la literatura que trata de la respuesta humana a los cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología». Es una literatura formada por narraciones en las que el elemento determinante es la especulación imaginativa: ¿Qué sucedería si…? Es eminentemente especulativa ya que, junto a nuevas alternativas en el mundo de las ideas, incorpora el «sentido de lo maravilloso», la inevitable sorpresa del lector ante los nuevos mundos, personajes y sociedades que el género propone. La especulación y la maravilla son los dos rasgos constitutivos del género, mientras que la fabulación y la reflexión son su mundo.

El género exige de sus creadores una extraordinaria capacidad para manejar con coherencia las situaciones y entornos creados. Hay que inventar un mundo, hacerlo plausible y después, ser coherente con ello.

Los «padres» de la ciencia ficción son los británicos Mary Shelley y H.G. Wells y el francés Julio Verne. El nombre se lo dio el escritor y editor Hugo Gernsback en la revista Amazing Stories (Historias Maravillosas), en 1926. La palabra ciencia, en la denominación, refleja el interés inicial por analizar las consecuencias que los cambios, descubrimientos científicos y tecnológicos, producen o van a producir en los individuos y organizaciones sociales. Pero mucha atención, la ciencia ficción no es, ni pretende ser ciencia.

En la actualidad, el género se ha extendido al análisis de hipótesis que corresponden a la historia, psicología, sociología, antropología, además de las ciencias físico-naturales. Son precisamente las maravillas de la ciencia ficción las que atraen a los jóvenes que se interesan fácilmente por su temática y contenido, encontrando en sus contactos con la ciencia ficción, motivos de diversión al tiempo que suscitan una reflexión original y prometedora. Además, brindan una oportunidad dorada para interesarlos en la verdadera ciencia e impacto (el real) que esta y su hija putativa, la tecnología, pueden tener en la sociedad.

El libro La ciencia de la ciencia ficción: cuando Hawking jugaba al póker en el Enterprise, de Manuel Moreno Lupiáñez y Jordi José Pont (2019, Shackleton ediciones), es una manera divertida de acercarse a la ciencia desde las películas, cómics y otros recursos de la cultura popular clasificados dentro del género de la ciencia ficción, aun cuando varios de ellos son realmente parte del género fantástico.

Moreno Lupiáñez y Pont, son dos astrofísicos connotados y aficionados de la literatura fantástica y la ciencia ficción, reconocidos como grandes divulgadores en el medio universitario. Tienen otro libro que también recomiendo de manera definitiva —aunque es muy difícil de conseguir por estas tierras—, titulado De King Kong a Einstein: La física en la ciencia ficción (1999, Libros Ilustrados, Núm. 44). Estos autores saben de lo que hablan, en los dos universos: la ciencia y la ficción.

De cualquier manera, nos muestra el vínculo estrecho entre ciencia y ficción al que me referí en párrafos anteriores, ya que la ciencia, la verdadera, frecuentemente aporta elementos útiles para el desarrollo argumental de las obras de ficción. Los directores o los guionistas buscan una base argumental o una justificación con cierto nivel de fundamento. A veces se toman licencias que no tienen lugar en la ciencia, ni siquiera como posibilidad.

¿Puede haber vida inteligente en la superficie de una estrella de neutrones? ¿Podemos llegar a las estrellas que distan varios años luz de nuestro sistema solar? ¿Es posible mandar un mensaje al pasado modulando un haz de taquiones? ¿Puede desarrollarse una inteligencia artificial con la personalidad de Sigmund Freud o de Albert Einstein? ¿Podemos construir un “replicante” que supere en inteligencia, fortaleza y habilidades al humano? La respuesta a estas preguntas es un rotundo ¡No!, pero, el hecho de que la ciencia nos niegue estas posibilidades, no impide que sea factible especular sobre ellas u otras parecidas.

En este libro, y como una forma de acercarnos e interesarnos en la ciencia, comparten protagonismo ilustres científicos junto con personajes tan ficticios como Darth Vader, E.T., Spiderman o Godzilla. A lo largo de los capítulos, los autores nos invitan a plantearnos si son posibles «las acrobáticas piruetas del Halcón Milenario», las carreras supersónicas de Flash Gordon, o los fenómenos temporales que se producen en Miller, el planeta que aparece en el film Interstellar.

La ciencia ficción, además de ser un apasionante entretenimiento, es también una manera idónea de aprender las leyes de la ciencia, aunque solo sea por la cantidad de veces que no las respetan los guionistas de Hollywood. Con este pretexto, podemos pasar tardes muy divertidas mirando nuestras películas favoritas del género, al tiempo en que encontramos —con esta guía, por ejemplo, o de manera libre— las conexiones a temas científicos, las posibilidades tecnológicas, o lo que se está trabajando al respecto… Y claro, los posibles errores.

Será, sin duda, otra manera de ver el cine, un cómic o una serie de televisión y usarlo como un recurso de aprendizaje. La ciencia de la ciencia ficción es un libro muy recomendable para todos, pero especialmente para los profesores que buscan recursos menos solemnes para enseñar lo que deben. Este libro está disponible en papel y en su versión de libro electrónico… ¡Fácil de conseguir!

 

Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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