La Ciencia en el Cine

No mires arriba

Escrito por Horacio Cano Camacho

Adam McKay, guionista y director de No mires arriba (Don't Look Up, EUA 2021) jamás imaginó el éxito de su película, que ha conseguido llegar a sectores que tradicionalmente se mantienen alejados de la cultura popular, los científicos y los académicos. El propio director ha explicado que se trata de una reflexión en torno a la respuesta de los dirigentes mundiales y la propia sociedad ante una catástrofe anunciada, en este caso el cambio climático global, mismo tema que disfrazó como el “probable” choque de un cometa contra el planeta. La película se decanta por una sátira política que por momentos pierde de vista el objetivo central -declarado- en una cinta que privilegia escenografías llenas de estrellas y un “humor” peculiar, muy yanqui.

La crítica especializada la ha tratado muy mal, mientras el público la ha favorecido, sin duda. A mi me gustó a medias. Tienen buenos momentos, mezclados con pasajes muy planos y referencias muy obvias a personajes reales, lo que por momentos puede sonar a panfleto partidario. Sin embargo, creo que si atina a abrir cierto debate sobre la respuesta social a una crisis, y claro, nos deja mal parados. Así que vale la pena verla y pasar una tarde palomera y reflexionar un poco sobre nuestra conducta ante anuncios catastróficos (cambio climático, pandemias, resistencia a los antibióticos, desertificación, inmigración, etc.).

Lo que ha llamado más la atención es la respuesta de los sectores ligados a la academia, en donde el mundo se divide, tal como en la actitud hacia los gatos, en odiadores y encantados, sin medias tintas. He leído elogios y diatribas por igual y desde los ángulos más diversos, desde análisis filosóficos, sociológicos,  hasta de astrónomos especialistas en el tema que trata, que intentan explicar la probabilidad de tal catástrofe. Por supuesto hay quien la ve como un producto de la mercadotecnia capitalista, hasta quien encuentra una obra premonitoria…

Que un meteorito o algún otro cuerpo celeste se impacte con la tierra no es nada descabellado, de hecho, en la historia del planeta han ocurrido tales fenómenos de manera recurrente, algunos incluso han estado involucrados en cosas como el origen del agua, grandes extinciones y aunque sigue siendo discutido, tal vez el origen de muchas moléculas orgánicas que luego dieron origen a la vida misma. Desde luego, tales impactos son cotidianos, algunos han sido registrados por la historia reciente y la gran mayoría de cuerpos pequeños son incinerados por el rozamiento con la atmósfera terrestre.

La película trata de un piedra de tamaño significativo, como para ser “detenida” como otros objetos de dimensiones menores. A decir de los astrónomos, esto es muy posible, aunque poco probable en el tiempo cercano. Asumamos, como lo hace la película, que hay un objeto que escapó de la vigilancia constante y repentinamente se descubre que viene directo a nosotros y lo hace a tal velocidad que todos los cálculos apuntan que un un lapso de unos meses nos dará de lleno. Los especialistas han propuesto una serie de posibilidades teóricas para defendernos de tal impacto y la agencia espacial de los EUA hace unos meses lanzó un artefacto destinado a estrellarse contra una de estas piedras (para nada un peligro) de manera experimental, sin embargo, es claro que en la actualidad difícilmente podríamos hacer algo y menos con un tiempo tan corto.

La vigilancia de “objetos cercanos a la tierra” con posibilidades de encontrase en el recorrido de nuestro planeta, resulta crucial. Sobre todo para darnos el tiempo de articular alguna respuesta. Y la película analiza esta situación, con un tiempo de reacción muy corto. Este es el centro de la historia que nos presentan: Una estudiante de doctorado, Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), trabajando en su tesis en un observatorio de la Universidad de Michigan, descubre un cuerpo de esos y calculando su masa (como la del monte Everest) y su órbita, se da cuenta que viene directo a encontrarse con nosotros, lo que será una catástrofe que terminará con la vida en el planeta. Se lo comunica a su tutor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), un astrónomo de “medio pelo”, sin un gran historial académico y sobre todo, alejado de las élites científicas y más aún, del poder político del que gozan algunos académicos. Este repite los cálculos y se da cuenta lo que se nos aproxima.

El profesor hace lo que todo científico honesto haría, da cuenta a la agencia espacial, encargada de cualquier asunto con la investigación espacial, incluyendo el estudio de cuerpos que tienen posibilidades de cruzarse con nosotros, pero la directora de la NASA, una endodoncista, es incapaz de entender las dimensiones del problema, hasta que el científico responsable de la dirección de “protección planetaria”, el del doctor Oglethorpe (Rob Morgan), un científico olvidado y sin relevancia ni peso político alguno, repite los cálculos y cobra conciencia del hecho. Este hace hasta lo imposible para conseguir una reunión de urgencia con el “máximo liderazgo” del país, la presidenta Orlean (Meryl Streep) a través de su servil hijo y jefe de gabinete, Jason (Jonah Hill).

Aquí inicia el verdadero nudo de la sátira. Asumamos que el choque con un cometa deja de ser una posibilidad remota para convertirse en una temible realidad, ¿cuál sería la respuesta del gobierno de la mayor potencia económica, industrial, científica y cultural del mundo? El cine nos ha acostumbrado a que los presidentes (as) toman el mando, responden de manera adecuada, incluso se montan en naves para combatir extraterrestres, se reúnen con sus homólogos del mundo y asumen el liderazgo…

Pero en la cinta que presentamos, sucede todo lo contrario y de hecho, lo más cercano a la realidad: no hacen nada, ni siquiera lo entienden. Sus preocupaciones son “de este mundo”, electorales, políticas y económicas, y antes que salvar a la tierra, intentan salvar sus proyectos personales. Y sucede que no solo no les hace caso a los descubridores, los censuran para no afectar las elecciones próximas.

Bien, los políticos no lo entienden, pero la prensa libre y líder del mundo sí. El novio de Kate Dibiasky, periodista él mismo, les consigue un presentación en el programa de mayor audiencia del país, una oportunidad de oro, ‘The Daily Rip’, un animado programa matinal presentado por Brie (Cate Blanchett) y Jack (Tyler Perry). El programa en cuestión está dirigido a “volver amable lo complejo”, digerir las noticias y presentarlas al público de manera tersa y simpática. Y así reaccionan los periodistas, minimizan y banilizan la noticia, después de todo, ¿a quién le interesa escuchar sobre catástrofes?, el público, por otro lado, reacciona como se espera, trivializa todo, responde con memes y chistes y simplemente ignora el problema y dedica su atención al divorcio de unas estrellas del espectáculo. Este pasaje además muestra con toda crudeza un hecho muy cercano a la realidad, la incapacidad de los expertos para comunicarse con el gran público y el desinterés de grandes sectores de la sociedad sobre temas científicos y sobre este problema quiero centrarme un momento.

Existe la idea generalizada en el campo de la ciencia (cuando existe alguna idea al respecto) de que la sociedad puede cambiar de opinión por la fuerza de los hechos… que proporcionar más y mejor información a la gente mejora su opinión y su toma de decisiones: Una mejor información científica disipa las concepciones erróneas. Entre los científicos ”creemos” que presentar hechos científicos e informes de expertos influye en la opinión pública y puede modificar sus actitudes frente a temas complejos como la pandemia, el calentamiento global o la biotecnología…

Contrario a lo que cabría esperarse, ante el avance vertiginoso del conocimiento científico en varias áreas, la respuesta de varios sectores de la población es el negacionismo. Por ejemplo, el efecto positivo y la seguridad de la vacunas contra Covid ha sido más que evidenciado, entonces por qué la resistencia, en particular en los países con un mayor índice educativo y mayor nivel de vida. ¿Se trata simplemente de falta información o falta cultura científica?

Yuval Noah Harari, sociólogo e historiador ha comentado que “Es probable que bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia resulte contraproducente”. En la película eso pasa: a los medios no les interesa la noticia, ni siendo catastrófica, los científicos son incapaces de salirse de su guión pensado para expertos y el público ni dimensiona la tragedia que se nos viene encima ni le interesa reflexionar sobre ello. Vivimos en lo que Guy Debord la “sociedad del espectáculo”: una simulación de experiencias y relaciones que crean una realidad vacía donde los medios son el fin y no existe nada más allá de los medios. La verdad no es lo importante, sino la percepción que la gente, dirigida por los medios, tiene de lo que es “la verdad”. Así que la sociedad se preocupa de lo que los medios le dictan que se preocupe. La realidad es analizada por el espectáculo con el fin de convertirla en productos de consumo y la sociedad formará una imagen de esa realidad, en la que no importa la realidad “real”.

Se han realizado algunos intentos serios de comprender este fenómeno en relación con temas científicos. La revista Nature publicó el trabajo “Oponentes extremos de los alimentos modificados genéticamente saben menos pero piensan que saben más” Philip M. Fernbach y col. en donde muestran que en un estudio realizado sobre los alimentos basados en productos transgénicos en una muestra de 500 norteamericanos, mas del 90% se opuso a su consumo. Esta convicción difiere del 90% de los científicos a los que se les preguntó lo mismo. Y de manera sorprendente, aquellos que se opusieron con más empeño al consumo de OGM creían saber más que otros acerca del tema y, aun así, obtuvieron las peores notas en pruebas de conocimientos sobre …los OGM. Los mismos resultados fueron obtenidos en estudios similares en Francia y Alemania. Cuando se cambió de área, resultados similares se obtuvieron con el tema de vacunas y suplementos vitamínicos.

Otro estudio publicado en la revista Science demuestra que las mentiras son capaces de llegar a más gente y más rápido que la verdad. El trabajo se llevó en un periodo de 2006 a 2017 sobre 126,000 historias tweeteadas por 3 millones de personas, 4.5 millones de veces encontrando que en las redes sociales (por ejemplo), las “mejores mentiras” son capaces de involucrar a un mayor número de personas que nunca es alcanzado por ninguna verdad y lo hacen a un ritmo varias veces superior.

La pregunta es ¿por qué? En el análisis de los “sentimientos” que se expresan en las distintas cadenas de rumores, probaron que en las cadenas falsas aparece más el sentimiento de sorpresa y esperanza, mientras que en las cadenas verdaderas aparece mas el de tristeza.

En la película que nos ocupa se ve este problema, interesa más la vida intima de la estrella rutilante que el destino planetario y los medios, y los políticos simplemente explotan este fenómeno. De hecho, fuera de la fábula que vemos en pantalla, la respuesta del gobierno norteamericano al cambio climático global, este si nada de ficción, ha sido tomada con cálculos políticos, ideológicos y económicos. Del entorpecimiento a las acciones globales de los demócratas a la negación de los republicanos, pero ni unos ni otros han hecho nada significativo a pesar de que fue la instalación científica de su país quien primero advirtió del fenómeno y es quien más ha dedicado recursos, económicos y humanos a estudiarlo.

La pandemia de Covid-19 no ha merecido una respuesta diferente. El gobierno de Donald Trump primero la ignoró, luego la minimizó y finalmente pasó a buscar culpables ideológicos con los resultados catastróficos a la vista de todos. Lo mismo pasó con la mayoría de los gobiernos occidentales. Con las vacunas no ha sido diferente: los cálculos políticos y económicos dirigen el control de la enfermedad.

Pero ¿qué hace la comunidad científica y los expertos ante este panorama? Claramente estamos ante un problema muy serio: es claro que no sabemos comunicarnos, nos cuesta romper las barreras del poder y aún más, a muchos científicos ni siquiera les interesa comunicarse con la sociedad, eso es cosa de otros, parecen decir, pero ya vimos cual es el interés de los medios, los llamados, según estos científicos, a crear conciencia de los problemas que nos aquejan.

Y esto se ve muy bien, aunque caricaturizado en No mires arriba. ¿Cómo podemos enfrentar a la civilización del espectáculo? ¿realmente podemos y debemos? El calentamiento global, sin lugar a dudas es la mayor amenaza actual a la sobrevivencia de la civilización y la naturaleza, la propia pandemia tiene muchos elementos para observar las consecuencias de no asumir esta amenaza, de manera que urge que reflexionemos en la academia y en la sociedad sobre la comunicación pública de la ciencia.

Los hechos citados (incluyendo lo ridiculizados en la película) implican la necesidad de una forma distinta de comunicar la ciencia a la población ajena a los claustros científicos o tecnológicos. Para lograr una comunicación efectiva requerimos contextualizar muy bien nuestro mensaje y nuestro lenguaje, y analizar debidamente la (aparente) dicotomía emociones y empatía vs datos y hechos objetivos, y creo que la cinta que ahora nos ocupa es un buen pretexto para reflexionar sobre este tema. Así que mi recomendación, a pesar de las carencias de la historia, el abuso de varios estereotipos sobre los científicos y los estudiantes de ciencias (que no de los políticos) y el humor un tanto predecible, vale la pena verse y ponerse a pensar un rato. No es un documental ni un estudio serio, es en todo caso un producto de la sociedad del espectáculo, pero lo podemos usar para la reflexión.

 

Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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