La Ciencia en el Cine

Biohackers

Escrito por Horacio Cano Camacho

Hoy les voy a recomendar una serie palomera, de esas para verse cuando no encontramos otra cosa de mejor calidad o estamos hasta el cepillo del encierro. No es mala si nos limitamos a pasar el rato, tiene, de hecho, una buena factura. Los escenarios (salones, laboratorios, equipos) son espectaculares y me gustó la caracterización y el ambiente universitario, tal vez por nostalgia. Sin embargo, plantea una visión que me choca: la ciencia como creadora de monstruos.

Entonces, ¿por qué la recomiendo? Nos guste o no, muchas personas sacan los «conocimientos» sobre ciencia y tecnología de los que les presenta la televisión, el cine y, últimamente, las redes sociales. Y lo podemos ver en las opiniones de muchos sobre las vacunas o la tendencia a creerse cualquier teoría de conspiraciones, científicos siniestros y todo un conjunto de ideas muy sesgadas sobre la ciencia.

En particular la Biología es víctima de este tipo de equívocos. A pesar de que desde la antigüedad se puede dar cuenta de trabajos sobre la medicina y la descripción de otros seres vivos, la Biología como ciencia es relativamente reciente. Especialmente, el planteamiento de la teoría de la evolución y el surgimiento de la genética a fines del siglo XIX, marcan el despegue de esta ciencia (siempre complicada).

A diferencia de otras disciplinas como la física, química, geología, etc., la Biología ha tenido que levantarse contra una gran muralla ideológica porque «le disputa el poder» a un Creador (cualquiera que este sea), y en esta serie se encargan de repetírnoslo a cada rato.

La serie trata (o eso pretende) un tema que poco a poco está cobrando actualidad y sobre el que deberíamos estar muy informados con la finalidad de no caer en errores y terrores, y aquí creo que el programa no contribuye mucho, y menos si pensamos que es un thriller dirigido a los jóvenes. Por ello lo traigo a estas páginas, ya que, sin duda, muchos pueden incrementar aún más sus confusiones en torno a la Biología.

Biohackers es un thriller alemán pensado en un público joven, escrito y dirigido por Christian Ditter y estrenado apenas en el mes de agosto en la plataforma Netflix. Se trata de una serie de seis capítulos sobre la historia de Mia (Luna Wedler), una joven con un trágico pasado familiar marcado por la muerte de sus padres y hermano gemelo. Mia se traslada a vivir a Friburgo, en la Universidad del mismo nombre, con el propósito de estudiar medicina. Se inscribe como optativa en la clase de biología sintética de una muy famosa científica, la Dra. Lorenz (Jessica Schwarz), una mujer que ha logrado importantes contribuciones a la genética y la biología molecular, pero de una arrogancia y ambición que cae mal desde el primer minuto.

Poco a poco nos vamos enterando de que Mia no entró por el interés científico, que hay algo en el pasado que la vincula, para mal, a la Dra. Lorenz, además de que Mia parece responder a un interés más allá de lo académico. En fin, ese es el escenario inicial. El director de la serie ha declarado a la prensa que para crearla se inspiró en una serie de conversaciones con sus amigos «biólogos», quienes afirmaron que no había un tema que les inspirara tanto terror como la biología sintética (no el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, las pandemias, la desigualdad en el mundo, el resurgimiento de los nacionalismos extremos), de manera que quiso mostrarnos la realidad de esta práctica.

Resulta curiosa esta declaración, porque la serie de lo único que no habla es de biología sintética. En realidad, es una confusión de conceptos, líneas, términos tomados de muchas disciplinas actuales de la Biología. Es increíble que el escritor y director no se asesoró de verdaderos científicos, pero sí por militantes anticiencia, como parece ser el caso, ya que confunde y enreda mucho las cosas (o realmente era ese el objetivo).

Y esa es la parte peligrosa de la serie. Si fuera el cuento de Cachirulo, con castillos de cartón y princesas y hadas vestidas con ropa de la primera comunión, resultaría fácil darse cuenta de la broma, pero como ya lo dije, la serie tiene buena factura y está plagada de términos «científicos», pero sacados totalmente de contexto, lo que en un auditorio no versado, claramente crea confusión y miedo.

Decía que a la Biología le ha costado mucho avanzar en la aceptación social; mientras se dedicaba a describir bichos y flores, todo iba bien. Pero meterse a estudiar su evolución, composición, estructura y las leyes que rigen estos sistemas ya es otra cosa. La Biología ha demostrado la unidad y composición de los seres vivos y ha probado que realmente somos entidades químicas capaces de evolucionar y autosostenernos, y esto expulsa la necesidad de un Creador, o como Richard Dawkins lo expresa, de un relojero, y a la religión e ideologías esto no les gusta nada.

Desde el surgimiento de la Biología, esta ha sido atacada por tal razón. La teoría de la evolución ha sido combatida por los grupos fundamentalistas porque pone en el dominio de las fuerzas interiores de los propios seres vivos el surgimiento de las especies, el cambio que opera en ellos y ¡¡horror!!, pone a los humanos en el mismo nivel de los hongos o los helechos. La biología molecular fue atacada porque «reducía» al nivel del comportamiento de las moléculas la explicación de fenómenos muy complejos, y demostraba que la vida podía ser entendida si comprendemos la física y la química detrás de este fenómeno.

Cuando surgió la posibilidad de alterar mínimamente estos mismos fenómenos, a través de modificaciones de la causa última de todo proceso biológico, los genes, rápidamente se le acusó de «jugar a ser Dios», es decir, usurpar un dominio exclusivo del Creador.

Vamos a comentar algunos de los equívocos, voluntarios o no, de la serie en cuestión. Mia, la protagonista de la serie, comienza a estudiar medicina y se inscribe en un curso de biología sintética con una famosa investigadora del campo: desde allí la cosa se pone complicada. Esta disciplina constituye una síntesis de muchas otras áreas muy complejas. Para empezar, entrarle a esta área significa que tenemos un dominio muy bueno de química, bioquímica, biología celular, microbiología, genómica, transcriptómica y un amplio etcétera, de tal manera que uno supondría que cualquier estudiante que entre a este curso, ya ha acreditado todos los anteriores, así que mínimamente uno esperaría que se trate de un curso para estudiantes avanzados.

Podríamos suponer que simplemente se trata de charlas de actualización, pero la cosa se pone complicada cuando la profesora les exige manipular seres vivos y proponer soluciones a enfermedades incurables ¡a los alumnos de nuevo ingreso! El «emprendimiento» llevado al exceso… La profesora incluso les pide tirar sus libros y crear soluciones desde cero en una materia, por naturaleza, integradora del conocimiento. Imaginemos que llegamos con un grupo de chicos de la prepa y les decimos: Para mañana traigan una propuesta de la cura al cáncer de colon; ustedes preparen un anticuerpo contra el Covid y ustedes de atrás, fabriquen un mosquito nuevo, que no exista en la naturaleza. Los que no lo hagan, están reprobados… ¡Ah!, y no quiero, ni por asomo, que busquen nada en los libros ya que son obsoletos al día siguiente de imprimirse, tienen que crear desde cero. ¡Como si la ciencia no se soportara en el conocimiento previo, incluyendo al que termina por derrotar!

El trabajo en el laboratorio, de cualquier área requiere disciplina, conocimiento y habilidades, y en la serie, cualquiera hace «modificaciones genéticas» a cualquier cosa, hasta con enseres de cocina y sin estudio y planificación previa, solo deseándolo y poniéndose manos a la obra. Y aquí hay un segundo problema, sembrar la idea de que la biotecnología molecular es cosa de trabajar en la cocina de la casa, que podemos hacer transgénesis, clonación animal o CRISPR/Cas (técnica de edición genética aún en desarrollo pero con gran potencial) o crear nuevas especies en la sala, en el bar o en donde sea.

De hecho, hay una escena de lo más chusca. Mia, que se la pasa en fiestas, bares, reventones al aire libre y nunca estudia –como ninguno de los otros protagonistas– el único momento donde argumenta que tiene que estudiar para el día siguiente, su enamorado la convence que se vayan a drogar y ya «verán» al otro día, y es que fue invitada a una fiesta donde les dieron mariguana modificada con la proteína verde fluorescente para que brille en la oscuridad. La proteína verde fluorescente (GFP) es producida por la medusa Aequorea victoria, que emite fluorescencia en la zona verde del espectro visible. Se usa como marcador o gen reportero. Cuando queremos saber en qué tejido o situación particular se expresa un gen, a las regiones regulatorias de tal gen se les coloca un marcador fácil de seguir y luego se les enfrenta al inductor para el que se supone dan respuesta. Luego se puede observar en qué tejidos y condiciones se expresa, mirando a través de microscopios. Con modificaciones genéticas se logró extender la paleta de colores al rojo, azul, naranja, etc., con lo cual se tiene un instrumento de seguimiento genético muy poderoso.

En la serie, las plantas de mariguana expresan la proteína por todos lados, incluso se transfiere a las manos de los chicos o sus rostros como si se tratara de harina y van dejando huella por todos lados, que ellos a su vez tocan. ¿A quién se le ocurriría poner GFP en las hojas de una planta y luego sacar los brotes y fumarlos? A unos adolescentes, desde luego. ¿Con qué finalidad? Ninguna, solo «divertirse». De dónde la sacaron y en dónde hicieron esa modificación no importa, cualquiera lo puede hacer en la cocina de su casa, según la serie.

Las proteínas fluorescentes, entre las cuales se encuentra la GFP, son muy versátiles y se utilizan en diversos campos como la microbiología, ingeniería genética, fisiología, e ingeniería ambiental. Su desarrollo fue tan importante que mereció el Premio Nobel en 2008 para Osamu Shimomura, Martin Chalfie y Roger Y. Tsien por el desarrollo de esta tecnología.

Permiten ver procesos previamente invisibles, como el desarrollo de neuronas, la diseminación de las células cancerosas, o la contaminación de agua con arsénico, por mencionar algunos usos. Con la obtención de proteínas de muchos colores, las complejas redes biológicas pueden ser marcadas diferencialmente, lo que permite visualizar la biología celular en acción. Pero eso no es biología sintética.

Mia se liga en la primera hora de clase a Jasper (Adrian Julius Tillmann), auxiliar de la profesora Lorenz y le sonsaca secretos de la investigación de su jefa, dos días después de iniciar el curso, ya es su auxiliar de investigación (creo que la famosa científica no tienen para pagarle a técnicos expertos ni contratar posdoctorados, es decir, científicos formados). Jasper no es un posdoc, ni siquiera un técnico o un estudiante de posgrado, es un chico «listo» de la licenciatura que tiene la confianza absoluta de la investigadora, incluso esta le tolera que se duerma en clase, o que se lleve los experimentos a su casa.

Así nos enteramos que Jasper está diseñando mosquitos para que sean más eficientes para diseminar enfermedades y lo hace en un remolque afuera de su casa, sin medida alguna de bioseguridad y nada más porque sí. ¿A quién se le ocurriría fabricar moscos que transmiten virus de manera más eficaz? Ya lo adivinaste, ¡a un adolescente! Y ¿Por qué? ¡Por diversión! Además trabaja en su propia casa con virus terroríficos, capaces de matar a una persona en poco tiempo y lo hace sobre la mesa de su remolque, en donde no existen ni campanas de flujo laminar, mi equipos de presión reducida, vaya, ni guantes, ni nada remotamente parecido a lo que dictan las normas.

Podríamos, si nuestros prejuicios raciales nos han convencido, suponer que los chinos no cumplan ninguna norma y hacen todo sobre las rodillas, porque son chinos y por lo tanto sucios, ilegales y les importa un cacahuate la humanidad, pero ¿En el corazón de la civilizada Europa alguien está haciendo moscos mortíferos en la cochera de su casa y además con el visto bueno de una prestigiada investigadora? La justificación de Jasper es absurda, pues dice que lo hace por diversión, porque es «muy listo» y para saltarse las normas burocráticas de la Universidad.

En el mismo sentido actúa la profesora que tiene un laboratorio muy avanzado de biología molecular en su casa, lugar donde hace «diabluras» que la Universidad no permitiría, como inyectarle genes a Jasper para «curar» su mal de Huntington, por ejemplo. No importan los protocolos de investigación que dictan que un caso aislado es anecdótico y no tienen valor para la ciencia y además lo hace a escondidas. Pero claro, la investigadora es tan mala, que mantiene con vida a Jasper para que este se encargue del trabajo sucio. El argumento de la profesora Lorenz es igualmente tonto, en la Universidad corre el riesgo de que la molesten, incluso que algún hacker le «robe» información, entonces traslada a su casa los experimentos y allí no hay técnicos ni apoyo colectivo, solo Jasper, un estudiante que además tienen corea de Huntington ¿En dónde se ha visto eso? Las odiosas compañías farmacéuticas son más responsables y tienen laboratorios ultramodernos y de lo más regulados.

Los estudiantes (que ya dijimos que no estudian) hacen cualquier experimento, por sofisticado que sea, en la cocina de su casa, en el antro, incluso en sus propios cuerpos. Hay un personaje que, faltaba más, es china, Chen-Lu (Jing Xiang), otra alumna de la Universidad pero de Biología, que es experta en CRISPR y edita y hace cualquier modificación que quiera en el instante y sin siquiera conocer mínimamente las secuencias y procesos que le encargan. Inyecta genes (eso dice que es CRISPR) o proteínas (eso también, según la serie es CRISPR) y obtiene cualquier resultado que desee, como sintetizar anticuerpos en unos minutos, recoger del piso una gotita de un «anticuerpo» y luego inyectarla a unas células que sacó quién sabe de dónde, sin saber siquiera si son la línea celular adecuada para el fin que persigue (ni siquiera tiene una incubadora y las condiciones mínimas de esterilidad), para obtener un frasco completo de anticuerpos media hora después, sin proceso alguno de purificación, ni equipo, ni conocimiento previo de lo que está haciendo (claro, ya lo dijo la Dra. Lorenz, el mundo es de los osados, de los que renuncian al conocimiento previo), pero Chen-Lu es china, si quiere caer en clichés.

Y claro, esos anticuerpos se usarán un rato después para inyectarlos a pacientes del hospital. Comienzo a creer que los europeos son infinitamente más descuidados que los chinos…

Y así cada personaje que hace «biología sintética» (en realidad sería, toda distancia guardada, biología molecular), es una caricatura. Unos bobos irresponsables que gozan haciendo cirugías en su propio cuerpo sin siquiera esterilizar el material (uno se inserta imanes en el vientre, dedos, cabeza…), bebiéndose (o fumándose) la GFP y cuanta cosa tienen a mano o de promiscuos sexuales. Es decir, son unos irresponsables, locos e imbéciles: justamente la imagen que la serie en realidad quiere proyectar de la ciencia, en particular, de la Biología.

Por contraste aparece un personaje que es el único cuerdo, maduro y con ética. Se trata de Niklas (Thomas Prenn), amigo y compañero de casa de Jasper, un estudiante de sociología y militante anti biología sintética (casualmente) y enamorado de Mia (una semana después de conocerla ya está perdido por ella y más que dispuesto a ponerle el cuerno a su amigo sin pena alguna) a la que ayudará en su cruzada contra los malvados genetistas.

¿Y qué crees? La serie además es pirata. Sí, el proyecto de los malos se llama Homo Deus, casualmente como el libro del historiador israelí Yuval Noah Harari, en donde plantea la brecha que se está abriendo entre varios sectores de la población por su acceso a la tecnología, en particular hacia aquellas que mejoren la salud y en extremo, que puedan mejorar su cuerpo al transformarlo mediante las nuevas tecnologías. Hay varios errores en este texto que se comprenden por la formación del autor; sin embargo, la tesis central de la desigualdad futura es muy interesante. Efectivamente, estamos viendo que ya existen varios tratamientos experimentales contra el cáncer, la diabetes, incluso la Covid basados en anticuerpos monoclonales, que son inaccesibles para todo el mundo, salvo unos pocos privilegiados, pues cuestan miles y hasta millones de dólares cada uno. Lo podemos ver en el tratamiento para Covid usado con el presidente Donald Trump al que se le aplicaron estos, aún sin recibir autorización sanitaria y en dos días lo teníamos de nuevo organizando un golpe de estado.

Pero mientras Harari hace un estudio serio sobre las consecuencias de dejar en manos privadas estas tecnologías que persiguen solo el lucro, en la serie las ponen en manos de adolescentes bobos y ponen a los científicos que «supuestamente» desean masificar las técnicas, como unos monstruos. Una forma de hacerlo, sería usar fondos públicos para la investigación, para que los resultados sean de dominio público. Por el contrario, los científicos (la científica realmente, solo es ella) de la serie son unos monstruos y le esconden a la propia Universidad lo que hacen, con quién sabe qué fines, lo cual es un contrasentido que el escritor de la serie no se tomó el tiempo en meditar.

Por supuesto que una serie como esta pretende captar al auditorio y venderle un producto, no hacer o divulgar ciencia; no obstante, con estos temas se puede construir una muy buena historia, incluso muy crítica con esta área de la ciencia. Pueden, de manera muy imaginativa, si se esfuerzan un poco, hablar sobre las responsabilidades éticas de los científicos, las consecuencias de hacer un mal uso de estas herramientas, inclusive armar una muy buena película de fantasía. Incluso hablar de transhumanismo o el mismo biohacking. Por el contrario, decidieron convertirla en un panfleto anticientífico más y no se tomaron el tiempo para estudiar, simplemente tirarnos un royo a sabiendas de que es mentira.

Y ese es precisamente el problema de muchos «militantes» que anteponen sus creencias, odios y superchería a cualquier evidencia o a los datos técnicos, creando con ello toda una corriente de malos entendidos, miedos y desinformación: así precisamente se ha diseminado las teorías conspirativas, las ideas de que en las vacunas hay fetos abortados o que los chinos simplemente crearon un virus que luego «se les escapó», a pesar de que la evidencia abrumadora apunta en otros sentidos. Es lo triste de estas series, que con tantos recursos para hacer algo más digno, desperdicien el tiempo del auditorio. En fin, véanla, a pesar de mi enojo, se las recomiendo. En casa nos divertimos mucho localizando las tonterías que una tras otras nos va mostrando en la serie, y como digo frecuentemente, mientras las compañías de transgénicos o las grandes farmacéuticas tengan «enemigos» como estos, pueden dormir tranquilas.

 

Horacio Cano Camacho, Profesor Investigador del Centro Multidisciplinario de Estudios en Biotecnología y Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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