ARTÍCULO
La querelle. Preludio del feminismo moderno
Carlos Salvador Rodríguez-Camarena
Resumen
Las mujeres fueron excluidas de la vida política durante el Renacimiento y la Modernidad. A pesar de los avances teóricos y filosóficos de la Ilustración, las mujeres fueron sistemáticamente relegadas y excluidas de los derechos de ciudadanía. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, documento fundante de los derechos modernos de libertad e igualdad, excluyó a las mujeres. La «Querella de las mujeres» puede considerarse como el inicio del proceso filosófico sobre la naturaleza de los sexos y las relaciones entre hombres y mujeres; en esa querella participaron mujeres intelectuales y escritoras. A pesar de los cambios en el arte, la ciencia y las instituciones políticas durante el Renacimiento y la Ilustración, no hubo un replanteamiento de las visiones tradicionales con respecto a las mujeres y su papel en la sociedad. El breve artículo concluye que la marginación de las mujeres en el desarrollo de la ciudadanía pone de manifiesto las contradicciones del modelo liberal de ciudadanía y las limitaciones del proyecto ilustrado y liberal.
Palabras clave: Exclusión, feminismo, marginación.
RECIBIDO: 20/06/2024; ACEPTADO: 23/11/2024;
PUBLICADO: 18/07/2025
El desarrollo de la ciudadanía a partir de la ilustración y del proceso revolucionario francés es un caso paradigmático que muestra las paradojas y los límites del modelo liberal de ciudadanía. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789, es el documento fundante de los derechos modernos de libertad e igualdad y la construcción del modelo de ciudadanía que ha permeado en el mundo occidental. No obstante, las mujeres fueron excluidas de los derechos de ciudadanía sobre la base de una diferencia sexual natural y en una rígida separación entre privado y público, dicotomía que no se consideraba solo horizontal sino jerárquica. La naturaleza era reclamada como origen de la reclusión de las mujeres en el mundo privado. La mujer no podía ser considerada una persona libre, característica esencial para obtener la ciudadanía, por depender del hombre en su rol ya de madre, esposa, o hija, y sin derecho a la propiedad.
El aparente universalismo de la Declaración de los Derechos del Hombre, en realidad, excluyó a las mujeres y transformó los principios liberal-democráticos en un privilegio masculino, y al contrato social en un acuerdo exclusivo entre hombres.
La polémica sobre la naturaleza de los sexos y las relaciones entre hombres y mujeres
Esta controversia empezó mucho antes de la era moderna. Durante los siglos XVI y XVIII, esta discusión se intensificó y dio lugar a lo que se conoció como la «Querella de las mujeres». Podemos encontrar un precedente en la disputa iniciada por Christine de Pizan, la esclarecida precursora del feminismo del siglo XV, sobre el Roman de la Rose del siglo XIII. En su obra,La Cité des Dames, Pizan expone sus ideas feministas, sobre todo, respecto a la igualdad de capacidades intelectuales entre hombres y mujeres; atribuye la subordinación de la mujer a la diferencia en la educación.
La querelle se extendió a lo largo del siglo XVI, con la participación de notorias intelectuales y escritoras como Margarita de Navarra, Arcángela Tarabotti, Lucrezia Marinella, Louise Labé y María Zayas, así como de fervientes defensores del feminismo como François de Billon, Cornelius Agrippa y Guillaume Postel. En el siglo XVII, figuras como Marie de Gournay, erudita en artes y ciencias y considerada la primera gran feminista de ese siglo, continuaron esta tradición. Todos estos personajes compartían con Christine de Pizan la idea de que la desigualdad educativa era la principal causa de la diferencia entre hombres y mujeres. El movimiento de las «Preciosas», que resistió el oscurantismo y la misoginia prevalente durante el reinado de Luis XIV, representó la rebelión de las mujeres contra los antiguos prejuicios en la segunda mitad del siglo XVII.
Defensores y detractores de los derechos de la mujer debatieron a través de numerosos y diversos escritos sobre temas como el matrimonio, el amor ideal, la moral doméstica y social, la maternidad y la educación. Al igual que en el Renacimiento, la Revolución científica no solo desilusionó las expectativas de las mujeres, sino que también ofreció una nueva base fisiológica para las ideas tradicionales sobre la subordinación femenina, sin aportar pruebas científicas como las que se exigían en otros debates científicos.
Algunos esfuerzos, como el de Poullain de La Barre en su obra De l'Égalité des Deux Sexes, influenciaron poco en la evolución de la ideología racionalista de su época. Incluso, los trabajos de los pensadores ilustrados, defensores de la igualdad entre hombres y mujeres, resultaron ser menos progresistas. En realidad, tanto el Racionalismo como la Ilustración, mostraron una notable ambigüedad sobre los derechos de la mujer. Fueron muy pocos los filósofos que aplicaron el pensamiento sobre la igualdad a las mujeres. Los argumentos biologicistas, junto a los adelantos de las ciencias naturales, reemplazaron las antiguas justificaciones teológicas para la inferioridad femenina, y las atribuyeron a las leyes de la naturaleza. Las teorías de Aristóteles y Galeno sobre las mujeres siguieron prevaleciendo entre los científicos, mientras que las cosmologías de otros campos científicos fueron cuestionadas.
Los argumentos que atribuían la desigualdad entre los sexos a diferencias en la educación tuvieron menos peso. Las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, en teoría universales, en realidad excluyeron a las mujeres, aunque dieron un nuevo impulso al feminismo, cuyos escritos florecieron en la Francia revolucionaria. La polémica entre igualdad y diferencia, y los conflictos entre feminismo y antifeminismo, no se limitaron solo al ámbito intelectual, sino que también encontraron tierra fértil en los procesos revolucionarios francés y americano. La Revolución francesa fue el campo donde se desarrollaron las nociones de individuo, ciudadanía y democracia, pero que excluyó a las mujeres y puso en entredicho el proyecto universalista y democrático que fundamenta la sociedad contemporánea.
Las mujeres de la nobleza
Desde el siglo XVI y hasta el siglo XVIII, las mujeres de la aristocracia y la realeza adquirían el control sobre las tierras de sus esposos al quedar viudas. Además, tenían el derecho de heredar el trono legítimamente. El hecho de tener mujeres gobernantes generó un intenso debate con respecto a la capacidad femenina para ejercer el poder. Las damas de la nobleza encontraron nuevos roles; además de sus trabajos en las cortes, también destacaron en otros quehaceres en las Bellas Artes (la música, la danza, el canto), e incluso se involucraron en las nuevas corrientes de pensamiento. A su creciente influencia política le añadieron un prestigio intelectual, fomentado por la posibilidad de acceder, durante los siglos XV y XVI, a la cultura y a la formación académica.
La producción literaria femenina experimentó un notable aumento en comparación con la Baja Edad Media. Es cierto, aún hoy día, que rara vez se les menciona en los libros de historia. Pero hubo prestigiosas pintores y retratistas en las cortes europeas, aunque ciertamente eran menos numerosas que los hombres y enfrentaban mayores dificultades para obtener reconocimiento; sin embargo, estas oportunidades fueron menguando con el tiempo. Por ejemplo, en el siglo XVII, resultaba complicado acceder a la formación como pintoras; era prácticamente imposible que las aceptaran en las academias. Su educación dependía del apoyo que encontrasen en sus familias. No se produjeron grandes beneficios educativos a las mujeres, porque el humanismo, destinado a preparar a las personas para ocupar puestos de autoridad y liderazgo, se enseñaba exclusivamente en colegios masculinos.
Las mujeres en la Ilustración
Del siglo XV al XVIII, el mundo experimentó transformaciones significativas en áreas como el arte, la ciencia y las instituciones políticas. Durante este período, surgieron nuevos interrogantes sobre la humanidad, sus habilidades y su posición en el universo, y se desarrollaron innovadores métodos de pensamiento, observación y experimentación. A pesar de esto, tales cambios no se tradujeron en un replanteamiento de las relaciones de género ni en una reconsideración de las visiones tradicionales sobre las mujeres. No obstante, el papel de las mujeres en la esfera pública creció notablemente durante los siglos XVII y XVIII, al punto de referirse a este periodo como el siglo de las mujeres. A excepción de Poulain de la Barre, cuyos trabajos tuvieron poco impacto en su tiempo, la filosofía del siglo XVII no alteró la percepción tradicional de la mujer.
De igual manera, el Siglo de las Luces no trajo cambios significativos en cuanto al rol de las mujeres. A pesar de su activa participación en logros literarios, artísticos y científicos, no hubo un renacimiento ni una revolución científica que incluyera de manera directa a las mujeres, y la Ilustración no fomentó una revolución de igualdad para ellas. Aunque se proclamaba la igualdad natural entre todos los seres humanos, incluyendo a plebeyos, nobles, esclavos, judíos, negros e indígenas, las mujeres quedaron excluidas de estas reivindicaciones. La cuestión femenina generó divisiones entre los filósofos y reveló las limitaciones del proyecto de emancipación del racionalismo.
La mayoría de los pensadores ilustrados, al igual que los revolucionarios y legisladores franceses de finales del siglo XVIII, sostenían la inferioridad femenina y la relegación de las mujeres al ámbito doméstico como una ley natural y pilar del orden social, resaltando una de las mayores paradojas de la modernización social y tensiones del pensamiento liberal. Uno de los debates más intensos entre los filósofos ilustrados fue la disputa sobre las raíces de la desigualdad de género: el biologicismo contra el culturalismo. Así, el comienzo de la era moderna demostró que la lucha por los derechos y la emancipación de las mujeres no se reducía simplemente a una lucha de clases, como muchos teóricos y movimientos políticos han propuesto a lo largo de los siglos.
Para concluir, las mujeres estuvieron marginadas durante el Renacimiento y la Modernidad; nunca tuvieron la posibilidad de ser tratadas en igualdad de circunstancias que los varones, lo que pone de manifiesto las profundas contradicciones del humanismo y del proyecto ilustrado y liberal. A pesar de los significativos avances teóricos y filosóficos de la Ilustración, las mujeres continuaron siendo sistemáticamente relegadas, lo que demuestra que la verdadera igualdad estaba aún lejos de ser alcanzada.
Carlos Salvador Rodríguez-Camarena. Profesor e investigador, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Morelia, Michoacán.
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