ARTÍCULO
Tu derecho a la educación media superior
Rocío Elizabeth Salgado-Escobar
Resumen
Es relevante advertir algunos puntos ciegos en el diseño, discurso y operatividad de la política y normatividad para la educación de las y los jóvenes, particularmente, del tipo media superior (bachillerato). Es importante el reconocimiento de las diversas y diferenciadas condiciones en que se es joven según el género, la edad, el origen o la condición social y económica, aspectos que históricamente entraman relaciones de poder dentro y fuera de la institución escolar. Otro elemento fundante del derecho a la educación es la participación juvenil, sobre todo en contextos de vulnerabilidad, donde no opera solo por decreto, sino que convoca voces y responsabilidades juveniles y comunitarias para la transformación de la cultura escolar y la realidad social.
Palabras clave: derecho a la educación, juventud, participación.
RECIBIDO: 20/06/2024; ACEPTADO: 23/11/2024;
PUBLICADO: 18/07/2025
Tu derecho a la educación en bachillerato
Uno de los objetivos de la agenda mundial y nacional es garantizar el derecho a la educación en condiciones de igualdad, sin importar tu género, edad, el lugar donde vives o la escuela a la que asistes. En 2012, el Estado mexicano asumió constitucionalmente el compromiso de garantizar la educación media superior, estableciéndola como el último nivel obligatorio. Desde entonces, ha habido un aumento significativo de personas que ingresan al bachillerato, así como de opciones educativas que se ofertan en más de 30 subsistemas que ofrecen distintos planes y programas de estudio en veinte mil escuelas públicas en modalidades escolarizada, no escolarizada, a distancia o mixta en territorios urbanos y rurales.
Estas brindan opciones para cursar un bachillerato propedéutico, cuya función es formativa y propedéutica en distintas disciplinas científicas, tecnológicas y humanísticas, que permiten incorporarte a la educación superior o puedes prepararte para el ingreso al sector productivo, ya que algunos bachilleratos son bivalentes y proporcionan una formación tecnológica en la que puedes obtener un título de técnico profesional.
Bachillerato, ¿qué se requiere para garantizar la no deserción?
Actualmente, la oferta educativa media superior es amplia; sin embargo, de cada cien personas que inician su trayectoria escolar, solo un poco más de la mitad logra concluir el bachillerato. Pareciera que este nivel es el embudo de las trayectorias educativas; así que no resulta ocioso preguntarnos por los puntos ciegos que aún existen entre las políticas para garantizar el derecho a la educación y la experiencia escolar, particularmente, en jóvenes entre 15 y 17 años quienes concentran las cifras de abandono escolar. Si bien, bajo un enfoque de derechos, el Estado ha procurado la disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y adaptabilidad, como las cualidades y obligaciones del derecho a la educación, de acuerdo a lo establecido por Tomasevski en 2004, estas no operan solo por decreto, sino que adquieren sentido y contenido a partir de las condiciones de vida y experiencia escolar.
En materia de política educativa, se ha procurado la disposición y cobertura de planteles, múltiples modalidades y el otorgamiento de becas. Particularmente en contextos desfavorecidos y alejados del país, se implementaron opciones a distancia o mixtas como el telebachillerato comunitario, que en el caso del Estado de México, ha favorecido el acceso e incremento de la matrícula escolar a través de infraestructura educativa ya disponible en las telesecundarias o bien, adaptando espacios disponibles en las localidades: delegaciones municipales, comedores, clínicas en desuso, convocando la participación comunitaria para construir material y simbólicamente la escuela, tratando de resarcir las desigualdades sociales y de género que atentan contra la dignidad humana y merman el derecho a la educación.
Perspectiva de la juventud y participación
Cabe apuntar que, no obstante, el esfuerzo de las comunidades educativas, la mayoría de estos planteles aún operan con importantes carencias de infraestructura que llegan a afectar los procesos de enseñanza aprendizaje, pues difícilmente cuentan con laboratorios, bibliotecas, computadoras, acceso a internet e incluso agua, además de la falta de garantías laborales de la planta docente; a lo que se agrega la ausencia de una perspectiva de juventud tanto en la escuela como en las políticas educativas.
La perspectiva de juventud se propone como un elemento crítico para el análisis de las acciones encaminadas hacia y con jóvenes a partir de la revisión contextualizada de la noción de juventud, reconociendo que el género, la edad y el origen social se imbrican y norman de manera diferenciada y porosa, la relación entre mujeres y hombres, jóvenes y adultos, en los diversos contextos geográficos y culturales en los que se dinamizan mecanismos, códigos de poder y agencia al interior de distintos espacios sociales, en este caso, me detendré en la escuela.
Desde hace más de una década, distintas encuestas nacionales, estatales y estudios regionales, apuntan la falta de recursos económicos y la necesidad de trabajar como las principales causas por las que los jóvenes dejan la escuela, en una latente vulnerabilidad social que se entrama en una acumulación de desventajas económicas y escolares que limitan sus itinerarios y experiencias escolares, al tiempo que les descapitalizan socialmente e insertan en circuitos de informalidad, migración o captación del crimen organizado, además de la sensación de un futuro anticipado.
Empero, la salida de la escuela no solo es una cuestión macro estructural, se va liando en el cotidiano escolar en el ámbito de las relaciones con profesores y pares en el día a día, así como en procesos pedagógicos, condiciones materiales y toma de decisiones en distintas esferas y dinámicas de la vida escolar (reglas, uniformes y apariencia, uso del tiempo libre y espacios escolares, entre otras), y otras que rebasan los aprendizajes curriculares y se insertan en ámbitos de la acción social, política, democrática, cultural y ambiental.
En ese sentido, el derecho a la educación difícilmente opera y se ejerce prescriptivamente, convoca una cultura crítica, democrática y participativa de las juventudes. De hecho, uno de los objetivos de la Nueva Escuela Mexicana es el fortalecimiento de corresponsabilidades que impulsen transformaciones sociales dentro de los planteles educativos y las comunidades que históricamente han sido más que receptoras de escuela, la habitan, la simbolizan, la significan, construyendo proyectos abiertos a partir de la circulación de saberes y protagonismos, de conocimientos y acciones que favorecen la interculturalidad y el sentido de pertenencia.
Las juventudes de sectores desfavorecidos ejercen su derecho a la educación desde la participación y capacidad de acción-creación con pares, profesores, familias y comunidad en favor de una transformación social que, en ocasiones, inicia con lograr el acceso a un plantel educativo, el cual no siempre es de su elección, sino su opción ante las distancias, los gastos, las condiciones familiares y las exigencias escolares. La disponibilidad y accesibilidad están determinados también por las condiciones geográficas y capitales económicos, cognitivos o culturales que concretan la aceptabilidad y adaptabilidad individual, familiar y comunitaria de los servicios educativos.
Actualmente, una de las directrices de la política educativa es el reconocimiento de las necesidades y condiciones reales del estudiantado que insta a una perspectiva de juventud para reconocer las experiencias y la viabilidad de sus demandas desde el género, edad, origen social y configuración cultural. Así también, implica reconocer su capacidad política y transformadora en sus propios contextos con miras a trascender etiquetas desacreditadoras como jóvenes pobres, rurales o vulnerables, las cuales llegan a invisibilizar condiciones estructurales de precarización que, en múltiples casos, contrastan con las maneras genuinas y creativas en que las juventudes evidencian la impostergable tarea de hacer escuela no solo para jóvenes, sino con jóvenes, asumiendo que la educación es un derecho fundante de otros como la participación y la justicia.
Educación para todas y todos, sin dejar a nadie atrás
Para avanzar hacia una Educación para todas y todos, sin dejar a nadie atrás, como lo ha propuesto la Agenda 2030, resulta inaplazable potenciar las experiencias escolares, educativas y sociales de las juventudes quienes, de distintas maneras y recursos, demandan mejoras en la infraestructura de sus planteles y el acceso a nuevas redes de comunicación e información; el fortalecimiento de aprendizajes en el tiempo escolar y profesores mejor preparados y comprometidos que escuchen lo que sienten y piensan. También, más tiempo y espacios para dialogar sobre la vida escolar, aprender artes y desarrollar actividad física.
Si bien, en la educación media superior, se han establecido Progresiones de Aprendizaje que constituyen un Marco Curricular Común, cabe subrayar que actualmente este tiene la cualidad de ser flexible y abierto para incluir y valorar las diferentes realidades y contextos de las juventudes, poniendo especial interés en las poblaciones vulneradas. Un desafío ya no es curricularizar conceptos como diversidad, interculturalidad o democracia, sino darles contenido y sentido desde la propia experiencia escolar y social del estudiantado, ejercitando el respeto al otro, a las ideas, la discrepancia y las minorías, fomentando la participación y convivencia.
Educación media superior: Un derecho humano con avances en la legalidad
En las aulas, las redes y otros espacios públicos, las juventudes enfatizan la comunicación y la participación como una continua demanda para el acompañamiento pedagógico, la interacción con docentes y entre pares, así como en fortalecimiento del tejido comunitario, esto en favor del derecho a la educación y la construcción de una escuela más cercana que escuche y potencie la construcción de lo común.
Particularmente en los contextos desfavorecidos del sur del Estado de México, el derecho a la educación históricamente se sostiene en la corresponsabilidad intergeneracional de las comunidades educativas que, de manera creativa y solidaria, hacen frente a situaciones precarias y emergentes. Empero, es un buen momento para valorar las estrategias seguidas, fortalecer y potenciar las que han de permitir la continuidad educativa en nuestro tiempo, así como el ejercicio pleno de un derecho humano en el que se ha avanzado en materia legal, cobertura y diversificación de modalidades; pero que aún se ve limitado ante las condiciones diferenciadas en que juventudes acceden a la escolaridad, en espacios en donde además de la mejora en las instalaciones, demandan procesos educativos fundados en el reconocimiento y la participación ciudadana, en cuanto no solo consumen, sino que producen experiencia escolar, comunitaria y social.
Para que el derecho a la educación pase de una afirmación normativa-discursiva de la política educativa a un ejercicio, resulta fundante colocar en su complejidad una perspectiva de juventud que transforme la mirada de la política, la escuela y otras instituciones con respecto a la autonomía y emancipación juvenil donde la participación es un enclave contra las relaciones de poder que invisibilizan o menosprecian en su interior los pronunciamientos y las propuestas de las juventudes que dan lugar a direccionalidades abiertas para la alteridad y el convivir.
Rocío Elizabeth Salgado-Escobar. Docente e investigadora del Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México, División Académica Tejupilco. Chalco de Díaz Covarrubias, México.
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Magendzo A. (2001). El derecho a la educación: una reflexión desde el paradigma crítico y la educación en derechos humanos. Educación:Una Cuestión de Derecho, 73-89. http://www.cifedhop.org/Fr/Publications/Thematique/thematique9/Magendzo.pdf
Tomasevski K. (2004). Indicadores del derecho a la educación. Revista Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 40, 341-388. https://www.corteidh.or.cr/tablas/r08064-11.pdf