¿Coágulos en COVID -19?

El 2020 quedó registrado en la historia moderna de la humanidad como «el año de la pandemia». El COVID-19 es una enfermedad a la que muchos le temen ¡Qué digo le temen… le tememos! Y es que en México diez de cada 100 personas contagiadas presentan un cuadro grave de síntomas. Lejos del cuadro característico de una infección de vías respiratorias que asemeja un catarro —en algunos casos graves—, en el COVID-19 se pueden llegar a formar coágulos en los pulmones, tema que te presentamos en este artículo. Si, esos mismos coágulos que impiden que sangremos y podamos sanar cuando nos cortamos con un cuchillo o cuando nos raspamos las rodillas al caer de una patineta, ahora se forman a causa de un virus.

SARS-CoV-2: El enemigo mundial

Una vez que estamos en contacto con el coronavirus SARS-CoV-2 se pueden presentar tres escenarios distintos. En el primero la persona no presenta síntoma alguno, lo que lo clasifica como asintomático, aunque es capaz de infectar a otras personas. En el segundo escenario, de tres a siete días después se haber sido infectado, comienzan a aparecer alguno o varios de los signos típicos de la enfermedad como tos, dolor de garganta, fiebre, dolor de cabeza, dolor de cuerpo, pérdida del olfato y/o del gusto, cansancio, por lo que es un paciente sintomático leve. En este panorama, los síntomas continúan durante el periodo que dure la infección y se tratan con medicamentos para controlarlos, si no se agravan, no es necesaria la hospitalización.

Finalmente, el tercero de los escenarios muestra el lado más desolador de la enfermedad. Aquí se incluyen a los pacientes que presentan síntomas graves, es decir, aquellos que muestran un ataque al estado general, incapacidad para ponerse de pie por sí solos y fuertes problemas para respirar, en este último caso se puede llegar a requerir que la persona sea asistida con oxígeno o en casos muy graves intubada para mantener la respiración con ayuda de una máquina llamada ventilador.

 

Al defenderse, el cuerpo se ataca a sí mismo

La presentación grave de la enfermedad es consecuencia, principalmente, de la exagerada inflamación del cuerpo y en particular de los pulmones. La lucha librada al interior del cuerpo para defenderse contra este virus hace que el organismo active su ejército de defensa llamados leucocitos. Al ser llamados a la batalla, estos soldados generan una serie de factores que atraen a más miembros del batallón y los motivan a luchar. Los estragos de la cruzada se ven reflejados en una inflamación de las vías respiratorias. De manera paralela, el cuerpo no es consciente de que en su intento por defenderse comienza a atacarse a sí mismo.

Esta inflamación descontrolada favorece que los pulmones se llenen de agua (edema pulmonar). El líquido en estos órganos, aunado a lo inflamado, dificulta aún más la respiración, ya que parte del espacio que antes era ocupado por aire, ahora está invadido por agua. Como si lo anterior no fuera suficiente, esta descontrolada defensa lleva a un daño en los vasos sanguíneos que llevan sangre a los pulmones y en la alteración de los procesos de coagulación de la sangre, que finaliza con la formación de coágulos en las venas o arterias localizadas en el pulmón, impidiendo que la sangre pueda circular y agravando el estado general del paciente. Además, estos pequeños coágulos pueden viajar con el flujo de la sangre a través del cuerpo y afectar otras regiones u órganos.

Formación de un coágulo sanguíneo. Tomado de Moake, J.L. (2020). «Cómo coagula la sangre». Manual MSD. https://www.msdmanuals. com/es/hogar/trastornos-de-la-sangre/coagulaci%c3%b3n-de-la-sangre/c%c3%b3mo-coagula-la-sangre

Pero ¿Qué es un coágulo y quiénes participan en la coagulación?

Junto a los soldados encargados de defender al cuerpo —los leucocitos y las células que transportan el oxígeno (eritrocitos) —, en la sangre también circulan las plaquetas. Estas pequeñas células se encargan principalmente de cerrar las heridas ocasionadas al cortarnos o rasparnos. Su función es formar un tapón que impida la pérdida de sangre a través de la herida. Este tapón lo establecen con la ayuda de alrededor de hasta trece colaboradores llamados factores de la coagulación. Estos componentes se activan unos a otros de manera secuencial lo que finaliza en la formación de una malla de proteína (malla de fibrina) que da estabilidad y sostén al tapón formado por plaquetas; al producto final se le llama coágulo o «trombo».

Al proceso que mantiene la sangre fluyendo en las venas y arterias se le conoce como hemostasia, que es un mecanismo altamente regulado y cualquier pérdida en su equilibrio representa un grave problema de salud para el cuerpo. Si los procesos de regulación fallan, pueden ocurrir dos cosas:

 1) La persona puede sufrir pérdida de sangre descontrolada (hemorragia)  

2) Pueden formarse coágulos sin que exista ninguna lesión que necesite ser cerrada (trombosis).

Trastornos de la coagulación en COVID-19. Tomado de Cano-Méndez A.F. y Cruz-Burgos J.M. (2020). https://www.facebook.com/Know.pow14/photos/a.108563357504740/119434566417619/?type=3&theater

¿Coagulación descontrolada en COVID-19?

Cuando los primeros pacientes graves de COVID-19 ingresaron a las unidades de cuidados intensivos en los hospitales de Asia y Europa, el personal de salud observó algo peculiar en los estudios de sangre: alteraciones en algunos valores relacionados con la coagulación.

Los especialistas notaron que uno de los factores indispensables en la formación de la malla que da sostén al coágulo —el fibrinógeno— estaba constantemente elevado. También observaron que los productos que aparecen una vez que el coágulo ha sido eliminado —en un intento del organismo por controlar el desastre—, se encontraban muy elevados (dímeros D). Paralelamente, otro factor se elevaba considerablemente, este componente asemeja una larga cadena y aparece cuando las venas o arterias son lesionadas. Este elemento se conoce como factor de von Willebrand y participa atrapando plaquetas motivando la formación de coágulos. Estos datos confirmaban al equipo de salud que en alguna parte del cuerpo se estaba orquestando la formación descontrolada de coágulos.

Semanas más tarde se confirmaron las hipótesis. Los pacientes graves por COVID-19 presentaban coágulos en los pulmones. Aunado al estado de inflamación de estos órganos, los pacientes graves se encuentran postrados en una cama por periodos largos, otro factor que favorece la formación de coágulos, ya que la circulación sanguínea se ve entorpecida.

Pero no todo son malas noticias. El equipo médico comenzó con la administración de medicamentos que tienen como objetivo inhibir la formación de coágulos, entre ellos la heparina o el rivaroxaban. Los resultados de la aplicación de estos medicamentos, a la par de los otros fármacos, les han otorgado a los pacientes un mejor pronóstico.

Al tratarse de una nueva enfermedad que tomó por sorpresa al mundo entero, del COVID-19 cada día conocemos nuevas cosas. Mantener de manera estricta las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades de salud, es sin duda alguna la mejor opción para disminuir el riesgo de contagio. De la misma manera, el mantener una dieta balanceada y en particular realizar ejercicio de manera constante, ayuda a la circulación sanguínea y mantiene sano nuestro sistema de coagulación contribuyendo también a fortalecer nuestro sistema de defensas. Cuidemos de nosotros, de nuestras familias y de nuestra comunidad.

 

Para Saber más: 

Connors, J. y Levy, J. H. (2020). COVID-19 and its implications for thrombosis and anticoagulation. Blood, 135(23), 2033-2040.

https://doi.org/10.1182/blood.20200060000

 

Connors, J. y Levy, J. H. (2020). Thromboinflammation and the hypercoagulability of COVID-19. Journal of Thromb Haemost, 18(7), 1559-1561.

http://www.sah.org.ar/pdf/covid-19/bibliografia_14849.pdf

O´donell, J. (2020). COVID-19 coagulopathy in Caucasian patients. British Journal of Haematology, 189(6), 1044-1049.

https://doi.org/10.1111/bjh.16749

 

Rabi, F. A., Al Zoubi, M. S., Kasasbeh, G. A., Salameh, D. M. y Al-Nasser, A. (2020). SARS-CoV-2 and Coronavirus Disease 2019: What We Know So Far. Pathogens, 9(3), 231-244.

https://doi.org/10.3390/pathogens9030231

 

Alan Fabricio Cano-Méndez. Estudiante del Programa Institucional de Doctorado en Ciencias Biológicas, Laboratorio de Hemostasia y Biología Vascular, Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas «Dr. Ignacio Chávez» de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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Martha Eva Viveros-Sandoval. Profesora e Investigadora en el Laboratorio de Hemostasia y Biología Vascular, Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas «Dr. Ignacio Chávez» de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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