Las estrellas no solo están en el cielo

Escrito por Rosario Redonda-Martínez

Es común que al escuchar la palabra estrella, pensemos en un cielo nocturno despejado con millares de estrellas, habrá incluso quién piense en el sol, pero ¿por qué no pensar en las estrellas que habitan entre nosotros? Y con ello no me refiero a celebridades de la farándula o ídolos deportivos, sino a un grupo particular de plantas que crecen en el jardín e incluso las banquetas, son las asteráceas o compuestas que nos brindan flores de colores, algunas se arreglan en forma de estrellas, pero además son las estrellas del campo y de nuestros jardines.

 

Pero ¿qué son las compuestas y por qué se llaman así?

Para empezar, son plantas con flores de la familia Asteraceae, la de mayor número de especies en el mundo, con más de 24,000 y México es uno de los principales centros de diversidad de esta familia, ya que aquí existen más de 3,000 especies nativas, esto sin contar aquellas que están por descubrirse. Se denominan compuestas porque desarrollan inflorescencias que parecen flores, las cuales se conoce como cabezuelas, capítulos o pseudantos, que contienen decenas o cientos de flores diminutas; en la periferia de la cabezuela se disponen las flores femeninas o neutras, que muchos piensan son pétalos, aunque su función es atraer a los polinizadores; las flores centrales son más pequeñas y bisexuales, éstas son las que producen frutos ¿sorprendido?

El nombre de esta familia de plantas puede ser un dilema, Asteraceae o Compositae ¿cuál es el correcto? Considerando las normas del Código Internacional de Nomenclatura Botánica (ICNB, por sus siglas en inglés), se estipula que los nombres de las plantas deben estar en latín y en el caso particular de nombres familiares, éstos incluyen la terminación -aceae, por ello el nombre correcto para la familia de las compuestas es Asteraceae, derivado del término latino Aster, que significa estrella. Compositae es un nombre conservado que no se apega a las normas del ICNB, pero puede utilizarse.

Hay cosas que suceden hasta en las mejores familias y las asteráceas no son la excepción, tienen integrantes guapos, inteligentes, bonachones, famosos, santurrones, borrachines y también una que otra oveja negra, aunque como ocurre con la gente, la personalidad que desarrollen dependerá del trato o en este caso, del uso que se les dé.

Primero hablaremos de algunos “guapos” de la familia, donde encontramos especies ornamentales principalmente margaritas (Chrysanthemum sp.), crisantemos (Chrysanthemum sp.), liátride (Liatris sp.), vara de oro (Solidago sp.), mercadela (Calendula officinalis), girasol (Helianthus annus), margarita africana (Arctotis sp.), mirasol (Cosmos bipinnathus), gerberas (Gerbera jamesonii), flor de papel o siempreviva (Xerochrysum bracteatum), flor de San Miguel (Zinnia elegans) y dalia (Dahlia sp.), esta última conocida en todo el mundo por ser la flor nacional de México.

 

 

En el grupo de “bonachones” está el endulzante de moda, la Stevia, cuyo extracto comercial es 250-300 veces más dulce que el azúcar refinado, aportando 0.2 calorías por gramo. Aunque no es la única compuesta de la que se obtienen azúcares, ya que los bulbos de dalia también los almacenan en grandes cantidades. Hay también especies comestibles como la lechuga (Lactuca sativa) y la alcachofa (Cynara scolymus); condimentos, especialmente pápalo quelite (Porophyllum macrocephalum) y romerito o chichipa (Porophyllum linaria), para acompañar el típico taco placero chilango; pericón o yauhtli (Tagetes lucida), para darle sabor y color a los elotes; anisillo (Tagetes filifolia o T. micrantha) que usa para saborizar el atole de grano en la meseta purépecha.

Las compuestas de cuyas semillas se obtienen aceites ricos en omega 3, principalmente girasol y cártamo (Carthamus tinctorius). Gran cantidad de asteráceas con propiedades medicinales como el árnica (Heterotheca inuloides), manzanilla (Matricaria chamomilla), Santa María (Tanacetum parthenium), mercadela, estafiate (Artemisia ludoviciana), ajenjo (Artemisia absintum), pericón, cihuapatli o zoapatle (Montanoa tomentosa), girasol, anisillo, jarilla (Baccharis salicifolia), entre otras.

Mención aparte merecen los colorantes, siendo cártamo y cempasúchil (Tagetes erecta) los más conocidos y utilizados en el mundo, ya que se obtienen colorantes amarillos y anaranjados; además el cempasúchil es el responsable de darle color a la piel del pollo, ya que sus flores forman parte de los ingredientes del alimento que se les da en las granjas. También encontramos el azulejo (Centaurea cyanus) que produce colorantes azules.

El girasol encaja en varias categorías, pero ahora hablaremos de él por su “inteligencia”, ya que es una de las plantas en la que se ha estudiado la sucesión de Fibonacci, que como recordaremos se caracteriza porque cada término es igual a la suma de los dos números anteriores (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55…). En el girasol las flores se arreglan en espirales siguiendo este patrón, algunas en sentido de las manecillas del reloj y otras en sentido contrario. Con base en lo anterior Vogel propuso que el empaquetamiento de las flores en el girasol tiene un ángulo de divergencia α=137°, que es constante entre dos brotes consecutivos, con ello cada brote encaja perfectamente entre el espacio que haya entre los brotes anteriores, algo complejo pero interesante, ¿no crees?

El girasol también es una estrella de cine, al ser el protagonista de las cintas. Los girasoles (Vittorio de Sica, Italia-Francia-Unión Soviética, 1970) y La noche de los girasoles (Jorge Sánchez-Cabezudo, España, 2006), además de aparecer en películas como: Bajo el sol de la Toscana (Audrey Wells, Estados Unidos-Italia, 2003) y Shrek (Andrew Adamson y Vicky Jenson, Estados Unidos, 2001).

Los tres alegres compadres o borrachines como gustes llamarles, son: ajenjo, cardo santo (Centaurea benedicta) y manzanilla. Los dos primeros, ingredientes esenciales del vermut y la manzanilla del fernet, bebidas alcohólicas de baja graduación muy apreciadas en Europa y Sudamérica, particularmente en Argentina y Uruguay.

No se puede hablar de compuestas sin mencionar una de las festividades más arraigadas en México y reconocida en todo el mundo: el Día de Muertos, donde el cempásuchil (palabra que proviene del náhuatl cempoali = 20 y xóchitl = flor, traducido literalmente como 20 flores) además de ser un elemento esencial en las ofrendas y los adornos de las tumbas, es el alma y estrella de la fiesta, sobre todo después del estreno mundial de la película Coco (Lee Unkrich, Estados Unidos, 2017). Los mexicas utilizaban el cempasúchil para honrar a los muertos pues creían que las 20 flores atrapaban los rayos del sol y el difunto podía utilizar esa luz para iluminar su camino hacía el Mictlán.

Siguiendo con la fiesta, es importante mencionar al yauhtli, el cual se utilizaba en la época prehispánica para elaborar ofrendas dedicadas a Tláloc dios de la lluvia en la cosmogonía mexica. Dichas ofrendas consistían en cruces con brazos equidistantes que representaban los cuatro puntos cardinales; éstas se colocaban alrededor de las chinampas y parcelas de cultivo para agradecer las buenas cosechas. Esta tradición continúa actualmente en Morelos y Guerrero, aunque ahora la cruz de yauhtli es similar a la cristiana, se ofrenda a San Miguel o San Francisco, y también se coloca en las puertas de las casas para ahuyentar las malas vibras.

Ahora toca el turno a las ovejas descarriadas, donde ubicamos a todas las malas hierbas de la familia, que crecen en campos de cultivo, orilla de caminos y carreteras, en pocas palabras ¡en cualquier sitio que ha sido perturbado! Se denominan malezas porque a menudo son indeseables, la mayoría de las compuestas malezoides tienen ciclos de vida cortos, en los sembradíos suelen crecer más rápido que las especies cultivadas, por ello es necesario controlar su crecimiento o erradicarlas. Sin embargo, no todas las malezas son tan malas como aparentan, ya que algunas protegen a los cultivos del ataque de plagas, entre éstas tenemos especies nativas como gigantón (Tithonia tubiformis), acahual (Viguiera dentata o Simsia amplexicaulis), aceitilla (Bidens odorata o B. pilosa) y por supuesto el mirasol ¿quién no ha quedado admirado al ver un maizal con tonos rosados? También están las malezas introducidas, entre las que destacan: cártamo, diente de león (Taraxacum officinale) y lechuguilla (Sonchus asper o S. oleraceus), solo por mencionar algunas.

Finalmente vale la pena hablar del zoapatle o cihuapatli (Montanoa tomentosa), palabra de origen náhuatl que procede de los vocablos cihuatl = mujer y patli = medicina, es decir, la medicina de la mujer. Los mexicas le dieron este nombre porque lo usaban para aliviar diversos malestares femeninos, en especial retraso menstrual y para facilitar el parto; aunque también lo utilizaban como anticonceptivo y abortivo. Por este motivo, en la época de la colonia, muchas mujeres que conocían su uso, fueron juzgadas por la inquisición acusadas de brujería y enviadas a la hoguera. Actualmente, las parteras continúan empleándola para facilitar el parto y estimular la producción de leche materna; los médicos tradicionales recomiendan utilizarla en infusión de alcohol para tratar dolores reumáticos o en los baños de temascal, también se ha descubierto que tiene propiedades anticancerígenas en casos de leucemia.

 

Ahora ya sabes, para ver estrellas… ¡basta con mirar al jardín!  

 

Villaseñor, J.L., Ortiz E., Hinojosa-Espinosa O. y Segura-Hernández G. 2012. Especies de la familia Asteraceae exóticas a la flora de México. ASOMECIMA.México 159 p.

http://www.medicinatradicionalmexicana.unam.mx/monografia.php?l=3&t=Montanoa%20tomentosa&id=7819

Rosario Redonda-Martínez es Investigador titular del Instituto de Ecología, A.C. Red de Diversidad Biológica del Occidente Mexicano, Centro Regional del Bajío, Pátzcuaro, Michoacán, México.

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